Una familia ecuatoriana lleva 17 días secuestrada en México por un grupo delictivo sin poder recibir ayuda diplomática porque Ecuador no tiene representación consular en ese país por el conflicto diplomático tras el asalto a la Embajada en Quito. La familia había salido el 16 de junio desde Ciudad de México hacia Nogales, su segundo intento por cruzar la frontera hacia Estados Unidos. Cuando el bus llegó a a Durango, un grupo de policías de migración subieron a pedir papeles, y en ese momento Joseline García perdió contacto con su familia. “Mi hija me escribió y me envió una foto con los policías en el bus, de ahí no supe nada de ellos hasta una semana después”, explica la mujer, que también viajaba con toda la familia, pero en el difícil camino se separaron tres meses antes del secuestro.
La noche del día de Reyes, Joseline, sus tres hijas de 15, 13 y 3 años; su madre de 56 y su hermana adolescente, tomaron una mochila cada una, la llenaron con algo de ropa, el cepillo de dientes, un par de zapatos y fueron al aeropuerto. Su hermana mayor, que vive en Estados Unidos, pagó los pasajes para que las seis mujeres iniciaran el peligroso viaje desde El Salvador, país que no les pide visa a los ecuatorianos. “Nosotros no migramos por el sueño americano, estamos huyendo de la inseguridad del país”, dice Joseline. A finales de 2022, uno de sus hermanos fue asesinado por una de las bandas criminales, después de oponerse a ser reclutado para vender droga en el barrio en el que vivían al sur de Guayaquil. “Tuvimos que cambiarnos de casa, cambiar de escuela a las niñas, pero las amenazas continuaron”, explica la mujer. Las advertencias que recibieron era para que no denunciaran, porque la familia sabía quiénes habían matado al hermano. “No hay un lugar en Ecuador al que pudiéramos huir porque esa banda está en todo el país”, añade.
Las seis mujeres iniciaron el viaje con el dinero justo y sin un coyote (traficante de personas) que se encargue de planificar y pagar la ruta. Solo al llegar a la frontera en Guatemala perdieron el único dinero en efectivo que tenían para hacer todo el viaje. “La misma policía nos robó los 2.500 dólares que teníamos o de lo contrario nos iban a deportar”, relata Joseline. El resto de los días deambulaban en busca de un lugar para dormir. Así llegaron hasta la ciudad de México, donde consiguieron quedarse en carpas humanitarias.
Tres meses después de haber salido de Ecuador, cuando hicieron su primer intento por cruzar la frontera, Joseline, su madre, su hermana adolescente y sus tres hijas caminaron más de doce horas. “Teníamos los pies con llagas, mi madre se había desmayado dos veces, las niñas estaban deshidratadas”, relata la mujer. Una vez en Samalayuca, a la entrada a Ciudad Juárez, Joseline tuvo que separarse de la familia para seguir el viaje y ver la forma de que ellas continúen con el trayecto en un carro. Pero la familia fue detenida y enviada a Tabasco, al otro extremo del país, en la frontera con Guatemala. Ahí inició de nuevo la odisea para la madre y las cuatro niñas. Joseline logró cruzar la frontera y está en Nueva York en un albergue para refugiados.
Cuando María, la madre de Joseline, intentó por segunda vez llegar a la frontera con las niñas, fueron secuestradas en Durango, con todos los migrantes que iban en el bus. La siguiente vez que Joseline supo de ellas fue cuando los secuestradores la llamaron a la 01.40 de un lunes a decir cuánto le iba a costar la liberación de cada una de sus familiares y escuchó la voz de su hija. “Dicen que las tienen en el piso y sin comer”, relata la madre, que admite que en una de las llamadas perdió la calma y les gritó a los criminales que han amenazado con violar a las niñas. “Nos piden 4.500 dólares por cada una. ¿De dónde voy a sacar ese dinero?”, añade. No ha conseguido los 22.000 dólares que le pidieron, pero a través de préstamos con el 30 por ciento de interés, ha reunido 12.000 dólares, para calmarlos y evitar que abusen de las mujeres. “Pero ya me amenazaron que ahora sí iban a hacer algo contra ellas, porque dicen que no me importan porque no he pagado todo. No tienen compasión”.
Cuando Joseline tuvo la confirmación de que su familia está secuestrada, pidió ayuda al consulado de Ecuador en Nueva York, pero le dijeron que no podían hacer nada, que cualquier procedimiento es más complicado en este momento tras el cierre de los consulados en ese país por el conflicto diplomático provocado por la orden presidencial de entrar a la fuerza a la Embajada de México en Quito para capturar a Jorge Glas. Y la enviaron a las oficinas en Phoenix, que está a cinco horas en avión. “Apenas tengo para sobrevivir y quieren que viaje hasta allá”, reclama. Varios funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ecuador se han contactado con la familia, reconoce Joseline, pero ninguno le ha comunicado sobre un plan en concreto en estos casos. “Me piden información todos los días, pero nadie está haciendo algo de verdad para ayudarnos a que las liberen y temo que mis hijas no resistan más ese infierno”, dice la madre.