Quizá como anticipo de lo que viene, ya dijo AMLO que por lo pronto no se va a ir a ‘La Chingada’, que seguirá un tiempo en la CDMX. ¿Serán acaso seis años?
Andrés Manuel López Obrador es, por temperamento, un político rijoso.
Su terreno es el de la confrontación. Es donde se siente más cómodo y en el que obtiene los mejores resultados.
El ámbito de la negociación no se le da bien. No está acostumbrado a escuchar y ceder, para obtener algo de lo que busca, aunque no sea todo.
Ese comportamiento político le ha sido muy redituable, pues una parte de su popularidad deriva de que se le ve como un político diferente a los demás.
Ya como presidente de la República, su gestión estuvo llena de enfrentamientos, algunos abiertos y otros soterrados.
Uno de los que llamó más la atención fue el choque con el rey de España.
En marzo de 2019, a menos de cuatro meses de haber iniciado su gestión, señaló lo siguiente:
“Envié una carta al rey de España y otra carta al Papa para que se haga un relato de agravios y se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos”, dijo el presidente.
“Hubo matanzas, imposiciones. La llamada Conquista se hizo con la espada y con la cruz”.
Transcurrieron muchos meses sin que hubiera más referencias.
Sin embargo, en febrero de 2022 volvió a salir el tema a colación.
Fue la fecha en la que propuso que se ‘hiciera una pausa’ en las relaciones con España.
“A mí me gustaría que hasta nos tardáramos en que se normalizara para hacer una pausa, que yo creo que nos va a convenir a los mexicanos y a los españoles, desde luego al pueblo de México y al pueblo de España, hacer una pausa en las relaciones, porque era un contubernio arriba, una promiscuidad económica-política en la cúpula de los gobiernos de México y de España, pero como tres sexenios seguidos, y México llevaba la peor parte, lo saqueaban”.
De acuerdo con AMLO, la ‘pausa’ en las relaciones con España nunca terminó.
El pasado 18 de julio, declaró que la presidenta Sheinbaum decidiría si termina o no con la ‘pausa’, tras su toma de posesión el 1 de octubre.
Bien, pues ya conocimos que Sheinbaum decidió no hacerlo.
Tomó la determinación de no invitar al jefe de Estado de España, el rey Felipe, porque no se ha pedido perdón a los pueblos originarios por la Conquista.
Pedro Sánchez, el presidente del gobierno español, explicó ayer que no acudirá a ninguna representación de su país, pues considera inaceptable la exclusión del jefe de Estado de su país.
La pregunta que flota ahora en el aire es cuántos de los pleitos, externos e internos, que López Obrador produjo con su vocación a la confrontación, van a ser mantenidos por Sheinbaum.
¿No es acaso el cambio de gobierno una oportunidad para restañar heridas y para construir consensos?
El caso de España es emblemático por la importancia que tiene este país para México.
No se trata solamente del hecho de que España sea el segundo país en importancia en cuanto al volumen de inversión extranjera que llega a México, solo detrás de Estados Unidos.
Hay una conexión cultural, turística, personal, histórica, entre nuestros países.
Ayer escuchaba una justificación de la exclusión al rey Felipe por el hecho de que no fue electo democráticamente y porque muchos españoles ya no quieren el reinado como forma de gobierno. Es de risa la justificación. Así, habría que excluir a la mitad de los invitados.
Ojalá con esta exclusión, Sheinbaum solo le esté cumpliendo un último capricho a López Obrador para que ya se vaya y que ella pueda empezar desde el mismo martes 1 de octubre a construir ese gobierno para todos los mexicanos que anunció al conocer su victoria el pasado 2 de junio.
Quizás como símbolo de lo que viene, ya dijo AMLO que por lo pronto no se va a ir a ‘La Chingada’, que seguirá un tiempo en la CDMX.
¿Serán acaso seis años?