Sicarios libran en el norte del país su propia ‘blitzkrieg’ producto del surgimiento de un nuevo sindicato del narcotráfico.
La semana pasada elementos de la Sexta Región Naval de la Armada de México aseguraron en el corazón del desierto de Sonora dos narcotanques —vehículos con blindaje artesanal armados hasta los dientes también conocidos como monstruos— , los cuales fueron abandonados por sus tripulantes tras una refriega entre bandas criminales.
Manufacturados en talleres clandestinos a partir de pickups y camiones de redilas, estos narcotanques son usados por la delincuencia organizada para realizar incursiones en territorios de otros grupos antagónicos infringiendo el mayor daño posible con el menor número de bajas.
Lentos en su andar, debido a las gruesas láminas de acero con las que están tapiados para proteger a sus tripulantes de balas de alto calibre, los vehículos blindados se abren paso en el desierto sonorense asemejando las columnas de tanques que otrora dirigía el coronel alemán Erwin Rommel en el norte de África durante la Segunda Guerra Mundial.
Vestidos con uniformes y equipo táctico para el desierto, tal si fueran las temidas Afrika Korps —fuerza expedicionaria de la Alemania nazi enviada en 1941 a Libia para frenar el avance de los aliados—, sicarios libran en el norte del país su propia blitzkrieg (guerra relámpago) producto del surgimiento de un nuevo sindicato del narcotráfico: el Cártel Independiente de Sonora.
Resultado de escisiones del Cártel de Sinaloa, fundado por el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán —hoy preso en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos— la nueva organización delictiva abre un nuevo capítulo de violencia en México.
Arde el desierto
La génesis de esta nueva agrupación delictiva se halla en la prohibición de la producción y tráfico del fentanilo decretada por Los Chapitos, grupo liderado por los hijos de El Chapo, que se extendió a punta de bala a todas las organizaciones criminales asociadas al también llamado Cártel del Pacífico.
Esto, para librarse de la creciente presión por parte de las fuerzas del orden estadounidense luego de la extradición en septiembre del 2023 de Ovidio Guzmán alías El Ratón, hijo de El Chapo, tras su recaptura en enero de ese mismo año, según un reportaje del diario The Wall Street Journal.
Con efecto inmediato, la orden fue acatada por casi todos los grupos pertenecientes al cártel, porque sin la figura de autoridad y estabilidad ejercida por su padre Los Chapitos enfrentaron algunas resistencias, principalmente en sus plazas fuera de Sinaloa que vieron en la prohibición la oportunidad de independizarse.
Fue el caso de Sonora, donde Los Salazar hicieron caso omiso y optaron por separarse del Cártel del Pacifico para continuar beneficiándose de los frutos del tráfico de fentanilo, una poderosa droga con efectos analgésicos que dosis por dosis ha sumergido a Estados Unidos en la peor crisis sanitaria de su historia.
Fundada en la década de los noventa por Adán Salazar Zamorano —antiguo lugarteniente de El Chapo—, la célula de Los Salazar comenzó a operar en Sonora como un aliado del Cártel de Sinaloa tanto para la producción de estupefacientes como para la protección de una de sus más importantes rutas de trasiego de droga hacia Estados Unidos, según un análisis del think tank Insight Crime.
Pero en el mundo del narco las amistades son cortas y, ante el veto al fentanilo, a principios del 2024 Los Salazar se desligaron de Los Chapitos e hicieron alianzas con otras células del estado, entre ellas Los Cazadores, grupo enfrascado en una cruenta guerra con Los Deltas y Los Pelones, esbirros de los de Sinaloa.
El surgimiento de Los Deltas está estrechamente relacionado con Los Cazadores, que como todo grupo en la región alguna vez estuvo relacionado con el Cártel de Sinaloa, y que con la detención de sus líderes en 2021 se dividió en dos partes, una apoyada por Los Chapitos y la otra por Los Salazar, de acuerdo con reportes del blog especializado Borderland Beat.
A partir de entonces las balas han sido el único medio de interlocución entre estos dos grupos rivales, en una guerra sin cuartel que cada día aumenta su intensidad y en la que hasta la fecha no se perfila ningún vencedor, pero que en su afán por controlar el territorio ha dado pie a una especie de carrera armamentista financiada por el dinero del fentanilo.
La carrera armamentista ‘narca’ y su campo de batalla
Los municipios de Caborca, General Plutarco Elías Calles, Puerto Peñasco, Altar y Sáric son el escenario principal de la lucha encarnizada entre Los Chapitos y el Cártel Independiente de Sonora. Allí, rodeados por el desierto, los narcotanques de ambos beligerantes patrullan de día y de noche a la caza de su rival.
En las escaramuzas las más de las veces gana el bando con el vehículo monstruo mejor artillado y con el blindaje más grueso. Una escotilla mal colocada, una ventana de observación poco cubierta o una lámina de acero mal soldada bastan para definir el desenlace de cada enfrentamiento.
La guerra de narcotanques en el desierto de Sonora incluso ha superado la ficción. Uno de los vehículos asegurados por la Marina la semana pasada tenía inscrito sobre una de sus escotillas la palabra “Fury”, al igual que el M4A2E8 Sherman comandado por el sargento Wardaddy, interpretado por el actor Brad Pitt, de la película homónima.
En abril de este año, elementos de la Agencia Ministerial de Investigación Criminal (AMIC), en coordinación con personal de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), localizaron y aseguraron en el municipio Plutarco Elías Calles un almacén habilitado como taller para la reparación y armado de vehículos con blindaje artesanal, donde se encontraban tres vehículos en construcción.
Durante el cateo también se aseguraron placas de acero balístico, plantas soldadoras, máquinas ensambladoras y punteadoras industriales, el material y la maquinaria suficientes para fabricar este tipo de vehículos blindados.
Este no fue el último aseguramiento de este tipo de narcotalleres en la región, pues a principios de septiembre nuevamente elementos de la AMIC y el Ejército mexicano realizaron una diligencia en un almacén ubicado en el municipio de Pitiquito, a 30 kilómetros de Caborca, que funcionaba como un taller de blindaje artesanal.
Cuatro vehículos con procesos de blindaje artesanal fueron decomisados: una pickup Dodge RAM, una Ford F-350 de doble cabina, una GMC Sierra y un camión tipo torton. Cubiertos con placas de acero oxidadas, estos narcotanques en proceso dejaron ver parte del proceso de blindaje artesanal empleado por la delincuencia organizada.
Pero la dureza de los enfrentamientos y el uso de armas más potentes ha obligado a estos grupos a sofisticar el blindaje de sus monstruos en periodos muy cortos de tiempo. Es tal el grado de perfeccionamiento de esta técnica que cada vez son más los narcotanques asegurados con características similares a las usadas por el Ejército.
De esta forma, al comienzo de la guerra narca en el desierto de Sonora podían verse vehículos con blindajes que apenas y contaban con boquillas para que sus tripulantes pudieran abrir fuego bajo cubierto, y hoy, narcotanques con escotillas completamente funcionales y torretas giratorias que emulan a los Sandcat del Ejército mexicano de manufactura israelí.
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