Dossier Politico
Durante décadas, Cananea no fue solo una ciudad minera; fue el símbolo de una herida abierta en el corazón del sindicalismo y la ecología mexicana. Hoy, el anuncio de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre un acuerdo integral para resolver la huelga histórica y remediar la contaminación del Río Sonora marca, al menos en el papel, el fin de una era de negligencia institucional.
El conflicto de Cananea es un fantasma que ha recorrido los pasillos de Palacio Nacional desde hace 17 años. Lo que comenzó en 2007 como una demanda por condiciones de seguridad e higiene se transformó en una guerra de desgaste entre el Grupo México y los trabajadores. Ver a la primera mandataria poner este tema como prioridad de agenda no es un gesto menor: es un reconocimiento de que el desarrollo industrial no puede seguir cimentado sobre el abandono de los derechos laborales.
Sin embargo, el reto más complejo no está en las oficinas de la Secretaría del Trabajo, sino en las aguas del Río Sonora.
La deuda ambiental
La remediación del río es, quizás, la prueba de fuego para la política ambiental de este sexenio. El derrame de 2014 —considerado el mayor desastre ambiental en la historia de la minería en México— dejó una estela de metales pesados y promesas incumplidas.
Para que este acuerdo sea genuino, debe ir más allá de la narrativa política:
- Vigilancia Estricta: No basta con “anunciar” la remediación; se requiere un monitoreo independiente que garantice que el agua es realmente apta para el consumo humano y la agricultura.
- Responsabilidad Corporativa: El Estado debe asegurar que los costos de este plan no recaigan únicamente en el erario público, sino que la empresa responsable asuma su cuota proporcional al daño causado.
Un nuevo pacto social
Este acuerdo parece ser la pieza que faltaba en el rompecabezas de la “Prosperidad Compartida” que pregona Sheinbaum. Al abordar simultáneamente el conflicto laboral de la Sección 65 y la salud del ecosistema, el gobierno federal intenta enviar un mensaje de unidad en una región históricamente polarizada.
La pregunta que queda en el aire es si este plan cuenta con el blindaje necesario para no quedar atrapado en la burocracia o en nuevos litigios. Los habitantes de Cananea y los pueblos ribereños del Sonora han aprendido a ser escépticos; para ellos, la justicia no es un boletín de prensa, es agua limpia en el grifo y un salario digno en el bolsillo.
Hoy se ha dado un paso valiente. Pero en la tierra del cobre, las palabras solo valen cuando se transforman en hechos tan sólidos como el metal.




