El riesgo, la aventura, el encuentro con aquello que puede devolvernos la sorpresa ante la inmensidad del mundo, es el camino que nos ofrece el arte. Quien se anima a transitar los caminos de su historia puede comprobar como este ha sido siempre un reflejo de la sociedad, además de explorar la epopeya de las percepciones políticas, sociales, y filosóficas, las cuales emergen en cada momento de nuestra historia.
El arte permite a sus espectadores interpretarlo desde diversas miradas, propicia el desarrollo intelectual y nos permite conectarnos con su esencia, su alma. El diálogo con un artista transmite pasión, genera curiosidad y fomenta el pensamiento crítico, bajo el sentido que sea, se transforma en el intercambio más válido que puede llegar a tener el individuo, más aún si nos apasiona el arte. Si a ello se suma el poder de disfrutar la cultura en sus dimensiones día a día, se elige una forma de vida donde cada experiencia es rica y nutritiva.
Santo Tomás de Aquino veía el arte como una virtud intelectual que perfecciona la creación humana, ligada a la belleza divina (luz, proporción, integridad) y un reflejo de Dios. Podemos creer o no, ello es de cada quien, porque la vida es propia, podemos tener la fe, o vivir en la incredulidad, el amor, el odio, o la apatía, pero no hay sobre la tierra otra verdad más grande para el espíritu humano con una gloriosa y humilde condición, el hombre arriesga su propia vida cada vez que elige y eso nos hace libres. ¡Esto es el arte!
Resulta oportuno destacar que en la percepción del consumo del arte existen dos problemas, uno consiste en la visión minimizada sobre la concepción del valor económico del arte. En un nivel de país o estado, se puede medir el beneficio económico en millones de pesos.
Hay que reflexionar sobre la falta de espacios y promoción de nuestros artistas, no se han generado estrategias que permitan crear espacios de difusión para incentivar la apreciación y estimular a la ciudadanía para que se genere el consumo cultural como una práctica cotidiana. Los indicadores culturales difunden que en el 2024 según el INEGI que más de la mitad de la población adulta (52.5 %) asistió, al menos, a un evento o espectáculo cultural, ello refleja que una gran población no muestra interés por la cultura, esto significa que más que la carencia, preocupa la equidad, la carencia de programas culturales, pues hay lugares sin ninguna actividad artística.
Pagar por entrar a un concierto, un museo o una obra de teatro, o por obtener un bien cultural como un libro, una artesanía, una película, no es una práctica común entre en la mayor parte de la población.
A los efectos de la situación planteada, existen instituciones culturales con programas para propiciar espacios de difusión cultural y acceso gratuito, asimismo también hay apoyos de los programas que existen para estimular la creación como por ejemplo EFICAS (Sonora), PACMYC, PAICE, IMCINE, FONCA, entre otros, los cuales han permitido crear y difundir productos artísticos y habilitar espacios culturales.
En conclusión, las áreas de oportunidad para detonar el desarrollo cultural y creativo debe ser parte de una agenda pública amplia que permita la inclusión pluricultural de las diversas expresiones sociales, así como explorar acciones que permitan el acceso a la cultura y se promueva la participación ciudadana mediante el desarrollo de estrategias que incentiven la calidad de vida, la inclusión, la equidad para fomentar el desarrollo intercultural en nuestra sociedad.




