El zócalo lleno es algo más que un simbolismo del ejercicio del poder y es inútil reducirlo a la descalificación mutua.
“Pinche bola de acarreados muertos de hambre”, dicen por un lado.
“Se las volvimos a meter doblada”, responde alguien, inopinadamente desde alguna cartulina entre las miles que aparecieron el sábado e el centro histórico de la ciudad de México.
Esos chispazos que prenden la conversación pública sobre todo en redes sociales, ilustran el nivel de polarización en un debate atascado en el camino de una transición que no termina de construirse; en un adiós al pasado que en algunos sentidos está más presente que nunca, en una bienvenida al futuro que en otros sentidos aparece incierto.
La efeméride es el séptimo aniversario de la llamada Cuarta Transformación, pero pudo ser cualquier otra: la muerte de Chucho Ferrer, músico mexicano; la reforma de 1977 al Artículo Sexto constitucional, la medalla de oro del clavadista mexicano Joaquín Capilla en los Juegos Olímpicos de 1956 en la plataforma de 10 metros; el nacimiento del escritor Elmer Mendoza en 1949, o la protesta de México por la invasión de la URSS a Finlandia en 1939…
En realidad, no hay registro de que se hayan llevado a cabo movilizaciones por el aniversario de la 4T antes, en esta fecha. Hubo, sí, otras grandes concentraciones pero con motivo del triunfo de López Obrador, eventos en los que el entonces presidente rendía un informe en el Zócalo, como en 2021 y otros años. Pero propiamente por el aniversario, no.
Lo que sí ha habido, varias veces, son una especie de ‘marchas del desagravio’ que suelen organizarse cuando la oposición buscó hacerse presente en ese espacio icónico de las movilizaciones de la izquierda que es el zócalo capitalino, como el año pasado y el antepasado, cuando la llamada ‘Marea Rosa’ hizo algunos intentos por llenarlo, ya demandando la defensa del INE, ya la del Poder Judicial.
Con la mano en la cintura, el gobierno y su partido les respondieron con monumentales concentraciones para mostrar el músculo del poder político, la capacidad de convocatoria y movilización, que mucho tienen que ver con el ejercicio del poder político.
Lo del sábado fue una nueva apelación al manual obradorista. En las semanas previas hubo movilizaciones sociales y políticas diversas. Una muy rara de esa no menos rara ‘Generación Z’ donde hubo de todo menos jóvenes de ese segmento etario, y sí mucho chavorruco que se cambió la playera rosa por una estampada con la calavera pirata que identifica a aquel movimiento juvenil. Fue el 15 de noviembre y hubo madrazos provocados por el llamado ‘Bloque Negro’; luego esa G-Z convocó a otra movilización para el 20 de noviembre que resultó un fiasco.
Pero entonces estalló el escándalo en Michoacán con el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo y se integraron a las protestas sectores agraviados por el estado de cosas que priva en esa entidad, sacudida por la violencia del crimen organizado. Ya no era la ‘Marea Rosa’ con otra camiseta, sino gente muy enojada por un asesinato político que resonó internacionalmente evidenciando la vulnerabilidad social frente al poder de los grupos criminales.
Luego vinieron las movilizaciones de transportistas y productores de maíz: bloquearon carreteras y aduanas, obligando al gobierno federal a sentarse a la mesa de negociaciones. Sus demandas no fueron políticas en el sentido estricto, pero reclamaban seguridad en las carreteras y mejores precios para sus cosechas. No es asunto menor: en las carreteras hay asaltos, robos, asesinatos y cobro de cuotas por parte de criminales; en el campo hay extorsiones, cobro de piso y delincuentes fijando condiciones para la comercialización agropecuaria.
El gobierno desahogó algunos puntos de esa agenda, pero finalmente recurrió al manual: si hay gente protestando en algunas partes del país, les llenamos el zócalo capitalino para enviar el mensaje de que el pueblo está con la presidenta y con la 4T. Los demás son solo conspiradores apátridas, ultraderechistas, evasores de impuestos y conservadores que perdieron privilegios y quieren recuperarlos.
Y así lo hicieron porque hay con qué. Desde aquellas épicas movilizaciones contra el fraude electoral de 1988, la oposición se llenaba el zócalo capitalino; se entiende que hoy, eso sea pan comido cuando se tiene todo el presupuesto del partido en el poder, de las dependencias del gobierno federal, de la inmensa mayoría de los gobiernos estatales; desde las legislaturas locales y las cámaras federales.
Es muy infantil reducir todo a las acusaciones de acarreo. La única razón de quienes se quejan de ello, es que ya no tienen las posiciones de gobierno que antes les permitían hacerlo, pero también en ese rubro los han dejado sin nada.
Con un agregado que vale la pena considerar, desde el conocimiento de causa: miles, decenas o centenas de miles, si tuvieran los recursos para ir al zócalo a manifestar su respaldo a la 4T, lo harían sin vacilaciones, Pero si les facilitan el viaje, la estancia y el viático, pues con más ganas.
Por lo demás, todo es aceitar la maquinaria, que sigue funcionando al cien.
¿Eso borra la legitimidad de las demandas por todo lo que está fallando en este gobierno? No. Pero hará falta mucho más que el vituperio y la quejumbre para disputarle al actual gobierno la conquista de ese icónico espacio del poder popular que es la principal plaza pública de México.
II
Mientras tanto en Hermosillo el que tomó la plaza fue el alcalde Antonio Astiazarán, que ayer hizo buenos los pronósticos y rompió récord de asistencia y participación en el Maratón Internacional 2025 que congregó a más de dos mil atletas de Sonora, México y otros países.
Una fiesta la que se vivió en el centro histórico de la capital sonorense en esta competencia que ya es referencia internacional para corredores y corredoras que desde lejanísimas partes del mundo han puesto a Hermosillo en el mapa al acudir para medirse con otros atletas y por supuesto, para llevarse los premios.
Los y las africanas vinieron a hacer chuza porque la keniana Marceline Jepchirchir se llevó el primer lugar en los 42 Kms y la nigeriana Mary Akor se llevó el segundo en la categoría femenil, mientras que en la varonil llegó primero Boyface Kaplagat, de Kenia y el segundo Paul Longole, también del mismo país.
No tengo absolutamente nada contra los africanos, pero espero que nuestra bienamada Selección Nacional (jijiji) les pegue una chinga a los senegaleses en el primer partido del Mundial de futbol 2026, para sacarnos la espina de lo que vinieron a hacer a Hermosillo estos atletas que suelen venir a barrer en la principal competencia.
Lo bueno que compitieron en 42 kilómetros, porque si lo hubieran hecho en los diez, se enfrentarían con el Toño Astiazarán, que corrió esa ruta después del banderazo inaugural y aunque no ganó, sí se llevó las palmas en cuanto a la organización de este maratón que ya es referencia en el plano internacional.
Y ya que andamos en estos temas, hoy lunes el alcalde entregará el Premio Municipal al Deporte 2025 y encabezará la ceremonia de entronización al Salón de la Fama del Deportista Hermosillense, y es de mi agrado informarles que uno de los entronizados es nada menos que Alí Soto Macías, ese bárbaro que ha traído para Sonora más y mejores medallas que ningún otro luchador en la disciplina de lucha grecorromana en toda la historia.
Claro que por allá nos veremos.
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