La crisis que inició con el fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas en 1988 y la inauguración del neoliberalismo con Carlos Salinas de Goltari está llevando al país al abismo.
Y como siempre, en cada crisis profunda, los reacomodos de la clase política son elocuentes y en México, ni Cárdenas, ni el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) o Fox y Calderón con el panismo y el regreso del PRI con Peña Nieto lograron interpretar, resolver o medio administrar la crisis, a pesar de las expectativas que generaron en su momento.
El trayecto y la acumulación de hartazgo fue capitalizado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), cuya política de individualización o fragmentación social, asistencialista y de “coexistencia pacífica” con el crimen organizado llevó a una escalada peligrosísima de la crisis, que ahora tiene en un verdadero dilema a la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo.
Las movilizaciones de campesinos y productores agrícolas, de ganaderos, de maestros, de transportistas, madres buscadoras, organizaciones de vivienda popular y ahora concentraciones masivas de descontento, están tomando forma de protesta pre política, y anuncian una crisis del partido en el gobierno, es decir, de Morena, y vuelve a transitar el país en busca de nuevas o viejas alternativas.
En este contexto, la vieja clase política empieza a tomar definiciones, una parte de ella se reconfiguró emigrando a Morena, es decir, un conglomerado compuesto por militantes cuyo origen fue en la izquierda, pero también del PRI, PAN y el PRD, y son quienes ahora tienen el peso de esta crisis; y otra parte de la clase política que se mantuvo en el PRI o en el PAN está relamiéndose los labios con la esperanza de que en el 2027 puedan quitarle la mayoría calificada a Morena en la Cámara de Diputados, como primer, e importante, paso, en la disputa del poder en el 2030.
Esta dinámica pone en una situación privilegiada no solo al PRI y al PAN, sino al Movimiento Ciudadano (MC) que en cierta manera es una copia rara de Morena en cuanto su integración, que también está compuesta por priistas y panistas.
Lo que nadie, en sus cinco sentidos, puede poner en duda, es la crisis de Morena y su fracaso ante la crisis nacional. Sin embargo, todavía nadie puede garantizar que para el 2030 la disputa será solamente entre la clase política y sus partidos.
¿Qué quiere decir esto? Que, si hay una coyuntura que permita articular los movimientos sociales y de descontento político, pueden surgir otras opciones que nada o poco tengan que ver con las opciones institucionales tradicionales.
Estos podrían ser los tres escenarios, que, según mi criterio, puede suceder.
1.- Morena sigue insistiendo en que hay una transformación en el país, y que según su criterio van avanzando; en efecto, Morena sí ha transformado el marco constitucional, pero además esas mismas transformaciones son el programa de la oposición; es decir, un poder judicial autónomo, la hegemonía legislativa, ausencia de un árbitro electoral autónomo, una política de recaudaciones con fondos de los trabajadores, como los Afores o la Sub cuenta del Infonavit, limitaciones civiles de participación ciudadana y el plan de seguridad, etc, etc.
Lo que Morena no ha calculado es que la falta de consensos en sus reformas, ha enrarecido el clima político; esto no es asunto menor, porque estamos hablando de un fracaso en el manejo de la hegemonía, que lejos de usarla para administrar y dar concesiones a la oposición ha optado por el absolutismo.
Morena está obligada a reconsiderar su posición absolutista (que algunos llaman autoritaria) y empezar a escuchar a los diversos sectores, pero sin prejuicios, que permitan construir consensos, en lo social, en lo político y en lo civil.
Seguir con el prejuicio es no entender la crisis que cada día se profundiza más y que puede llevar a Morena a un declive prematuro como le pasó al PAN en sus dos mandatos.
2.- La posibilidad de que el PRI, PAN y MC logren romper la mayoría en la Cámara de Diputados es prácticamente un hecho, si esto llega a suceder, se le va a complicar el escenario, aún más, a la presidenta, que podría llevar al país a un estado de ingobernabilidad.
3.- Si los movimientos sociales siguen avanzando y recibiendo el cobijo de los amplios sectores de la población, y si las políticas sociales no alcanzan para acuerdos firmes y puentes de entendimiento, hay una posibilidad real de que estos movimientos se articulen de tal suerte que los campesinos, agricultores, maestros, empleados, sectores vayan tejiendo un programa de lucha con reivindicaciones propias, y esto pondrá en jaque al gobierno federal.
4.- Si el problema de inseguridad y los reclamos de justicia empiezan a cuestionar el poder político, es muy probable que La Generación Z se convierta en un referente más y puedan surgir nuevos referentes, que es lo “normal” cuando un país está en crisis.
5.- Si los movimientos sociales y los movimientos civiles logran articularse y se convierten en una expresión política, pueden rebasar a todos los partidos institucionales y entonces estamos hablando de otro escenario, de un punto de inflexión donde el escenario será completamente diferente.
En resumen, si Morena no reconoce que el país está en crisis, que está polarizado, que sus reformas no tuvieron el consenso adecuado, que le está dando el programa de lucha a la oposición y tendrá un riesgo a medio plazo y a largo plazo, si la oposición no lee bien la coyuntura actual caerá en los mismos errores, sobre todo creyendo que su posible ascenso se debe a su programa y no al hartazgo social, y si ambos fracasan, la articulación de movimientos sociales y civiles puede saltar a una referencia política y entonces estamos hablando de un punto de inflexión donde todo estará en otro escenario. ¿Cuál? Ya veremos, pero que será rebasado el panorama institucional, de eso no hay duda.








