El agravio por la inseguridad, la corrupción y las profundas desigualdades que se viven todos los días en México es real. Muy real. La mayoría de los mexicanos se sienten inseguros, desconfían del sistema de justicia y viven con constante temor a ser víctimas del crimen.
No sería difícil movilizar a los mexicanos alrededor de una agenda de seguridad, pero la oposición no da una. Y no dan una porque de fondo creen que somos estúpidos y que pueden engañarnos.
La marcha de este sábado lo demostró con claridad.
Quienes convocaron oficialmente a la marcha, en vez de hacerlo desde la honestidad, la transparencia y el respeto al agravio colectivo, lo hicieron desde la mentira y el engaño. Inventándose la idea absurda de que la marcha era organizada por jóvenes de la Generación Z, sin tomarse siquiera la molestia de entender sus agravios.
No era complicado investigar qué inquieta a colectivos estudiantiles y activistas juveniles.
Pero, en vez de ello, los organizadores prefirieron simular. Crearon cuentas apócrifas con iconografía de One Piece en redes sociales y difundieron un manifiesto, supuestamente escrito por la Generación Z, lleno de imprecisiones y que no expresaba en lo más mínimo el pensamiento juvenil. Un triste ChatGPTazo de agencia de marketing.
Tampoco era difícil que los convocantes a la marcha hicieran el trabajo de apoyar a Grecia Quiróz, viuda de Carlos Manzo, escuchándola y ayudándole a articular su agenda. Pero no lo hicieron. El desdén fue la norma. Tanto así que, en conferencia de prensa, Grecia anunció que no asistiría a la marcha porque ni siquiera conocía a los convocantes.
No era complicado que los organizadores validaran sus videos generados con IA antes de difundirlos. Pero ni eso. Presentaron imágenes de encapuchados llamando a derrocar a Sheinbaum. Al verlos, los jóvenes no entendían nada. Con razón se preguntaban por qué una IA necesitaba cubrirse el rostro. Las referencias a los pasamontañas del zapatismo no significan nada para quienes nacieron en el 2000.
No dudo que algún organizador creyera el estigma de que las marchas juveniles requieren un bloque negro para ser efectivamente juveniles. Y sí, lo consiguieron, pero con tal despliegue de recursos, motosierras, cuerdas y martillos que resultó grotesco.
Tampoco era difícil que las cuentas inicialmente promotoras de la marcha dialogaran con influencers o comunidades jóvenes. Pero no. Las supuestas cuentas “Gen Z” seguían medios, instituciones y opinadores tradicionales. En sus chats, los jóvenes se preguntaban por qué Luffy seguía a Chumel, Krauze o al “INE no se toca”.
Dicho todo lo anterior y a pesar de las torpezas de los convocantes, debe reconocerse que miles de personas asistieron a la marcha del sábado, independientemente de los organizadores, motivadas por el agravio real de vivir en un país marcado por la violencia.
Justamente a esas personas es a quienes debe resultarles indignante que un grupo de convocantes sin interés real por dialogar, representar o escuchar a las personas agraviadas, estén tratando de convertir el deseo genuino de miles de mexicanos por vivir en paz en la antesala de una revocación de mandato con tintes partidistas, o en el peor de los casos, en un burdo intento de golpe de Estado.
La realidad es que mientras los convocantes a la marcha persistan en la simulación y el engaño como estrategia política, seguirán siendo incapaces de articular un proyecto de cambio serio. México exige una comprensión genuina de sus agravios, no marketing vacío.
