Para Andrés Manuel López Obrador fue una larga gira de despedida, para Claudia Sheinbaum, en su calidad de presidenta electa, una forma de presentación en sociedad. Del 14 de junio al 27 de septiembre del año pasado, los últimos 16 fines de semana del sexenio, mandatarios entrante y saliente compartieron más de 500 horas juntos. Una experiencia inédita en la historia del país en materia de transiciones. Solo por esta razón habría valido la pena el libro que Sheinbaum ha presentado estos días: Diario de una transición histórica (edit. Planeta). Sin embargo, la lectura de sus 220 páginas y la imagen de 38 fotografías arrojan mucho más que eso.
Vayamos a lo más obvio, aunque no poco significativo. La gira en conjunto fue una especie de tutorial para ser presidenta, como lo señalé en un artículo en su momento. Claudia Sheinbaum había tenido 15 años de experiencia como servidora pública del más alto nivel en la capital, pero había experimentado poca exposición a la trama política y social de tantos y tan variados rincones de una compleja geografía como la nuestra. Lo opuesto a López Obrador. No hay ciudad grande, mediana o pequeña en la que no haya pernoctado o camino secundario que no conozca. Un mapa de riesgo del campo minado que siempre ha sido México. Los recorridos se convirtieron, al mejor estilo aristotélico, en el método peripatético para la transmisión de estos conocimientos.
En ese sentido, el lector se beneficia de las muchas anotaciones personales que la Presidenta ahora publica de su paso por estas regiones, al estar acompañada de un tutor tan avezado. Se trata no solo de descripciones de situaciones políticas locales, también de una serie de viñetas de la naturaleza o de los habitantes con una mirada y un lenguaje que dicen mucho sobre los lugares, y también sobre quien los describe.
Pero la naturaleza pedagógica que adquirieron estas giras no debe confundirse con instrucciones. Lo que existe entre ellos puede advertirse una y otra vez en estas páginas: respeto y admiración mutua. Habría que insistir en que se trata de dos personas que responden a cosmogonías diferentes. López Obrador creció políticamente en un PRI al que en su juventud él intentó imbuir de mayor contenido social y en un contexto vinculado al México profundo y tradicional; ella, en el nicho de una clase media ilustrada y cosmopolita, nieta de cuatro europeos y de padres científicos, y creció políticamente en oposición al PRI y lo que este representaba. Y a pesar de orígenes y trayectorias tan diferentes, hay algo que los vincula con mayor intensidad. Desde luego una coincidencia en lo que respecta a los ideales, lo cual resulta evidente en una página tras otra. Pero va más allá de eso, porque después de todo son banderas que también comparten otros cuadros y figuras del movimiento. La sustancia de la que está hecha la admiración mutua reside en que ambos comparten una manera que, por desgracia, no cultivan otros miembros de la 4T: la austeridad, la ausencia de ambición material, la congruencia entre los ideales y la vida cotidiana.
Quizá haya otros componentes adicionales, por supuesto. Claudia lo condensa categóricamente en una frase del libro: “Él es el origen. Nosotros, la continuidad”. La admiración y el cariño por el papel del fundador que
hizo posible el movimiento
que ahora ella preside, va más allá de un respeto formal.
Por lo que respecta a López Obrador, se advierte en esas páginas que emprende las giras con un sentimiento en el que se mezclan una sombra de nostalgia, pero también de alivio y tranquilidad de saber que un relevo como el de Claudia es necesario. Además de sus convicciones republicanas contrarias a la idea de un Maximato, el ex presidente va desgranando frases a lo largo del libro que revelan su convicción de que el país necesitaba una nueva generación y un enfoque más moderno y organizado para lo que sigue. La expresión “ella es mejor”, soltada en varias ocasiones, es más que una frase cortés; es el reconocimiento de las dotes profesionales que atribuye a Sheinbaum. López Obrador entiende que solo una persona reúne esos atributos con una praxis de vida congruente con los valores que él verdaderamente respeta.
Viri Ríos ya había dado cuenta del mensaje principal que arroja este libro: pensar la relación entre ambos personajes en términos de una subordinación u obediencia son absurdas, porque resulta evidente que tienen una profunda coincidencia ideológica. Pero tan importante como lo anterior es el otro rasgo que respira a lo largo de este libro: el cariño y la admiración que ambos comparten, cada cual por sus propias razones. Ella menciona las suyas: “tenemos orígenes muy distintos, pero compartimos algo esencial: el desinterés, incluso el rechazo, por los lujos y la parafernalia” (p. 63).
Más allá de lo político, el libro ofrece un atisbo a un lado menos conocido de Claudia Sheinbaum, normalmente ausente en la imagen pública que se ha construido en los medios en torno a su persona. Una sensibilidad y una profundidad emotiva que siempre acecha detrás de la lógica racional y científica que la caracteriza. En media docena de ocasiones menciona la nostalgia que le provoca recordar los momentos de cercanía e intimidad con diversos personajes, sobre todo López Obrador, normalmente en situaciones de apremio y desafíos o vinculados a los valores que la conmueven. Sin sensiblerías ni adjetivos estridentes: al evocarlos señala que “aún me provoca lágrimas escribir estas líneas”. En otro pasaje confiesa que experimenta una mezcla de bochorno y gratitud frente a los halagos, “en el fondo soy bastante tímida”. Le gusta mucho viajar por carretera, siempre se acompaña de su cafetera para despertar y disfruta hablar por teléfono en las noches con su marido durante esas giras de fin de semana.
“Los días se vuelven más melancólicos”, afirma poco antes de concluir la gira, “una parte de mí desearía que no terminara nunca”. Al final, “regresamos a la Ciudad de México. La despedida fue muy emotiva. Lo abracé, le di las gracias. Me abrazó. Son muchos años de caminar… recorrí el camino a mi casa con muchas lágrimas en los ojos”. Un libro imprescindible para saber de qué está hecha Claudia Sheinbaum.






