En la última década se ha registrado el robo de 33 fuentes radiactivas en México, lo que dispara alertas en todos los órdenes de gobierno. Iridio-192, uno de los más
MILENIO
El conductor salió en una pickup de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Nuevo León a comer algo, un sándwich del Subway.
Se estacionó en Plaza La Joya, en el municipio de San Nicolás de los Garza, pero una serie de eventos empezaron a salir mal: la velocidad con la que preparan la comida rápida no fue la óptima y alguien de gorra roja, ante la oportunidad, se aproximó a la troca y extrajo de la cajuela, no sin esfuerzo, una caja amarilla.
Todo ello se evidencia por la grabación del 1 de agosto de 2017 de una cámara de la plaza de la colonia Residencial Universidad, misma que muestra cómo el hombre inspecciona el vehículo del empleado de la UANL y roba la caja desde la cajuela abierta.
Lo que parecía una simple hielera metálica, resultó ser una fuente radiactiva conocida como densímetro nuclear, un maletín de obra que las cuadrillas de construcción y obras usan, entre otras cosas, para comprobar que el asfalto esté en buenas condiciones de compactamiento.
Este equipo portátil electrónico emite rayos gamma por medio de iones, mide la densidad y humedad de manera directa de suelos de hormigón o asfalto, sin necesidad de muestras en un laboratorio.
En el caso de la caja robada en Nuevo León, en su interior había dos cápsulas selladas de fuentes radiactivas. Una era de Cesio-137, que funciona como una linterna muy potente de radiación y otra de Americio-241/ Berilio, que emite neutrones, bolitas invisibles que rebotan sobre todo en el agua y permiten estimar la humedad.
En cuestión de horas, la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS) lanzó una alerta nacional: si alguien forzaba el blindaje y extraía una cápsula, a poca distancia podía recibir en minutos una dosis capaz de causar lesiones graves.
La exposición directa provoca “quemaduras” por radiación: enrojecimiento, ampollas, necrosis celular, daño ocular y, con dosis altas, afectación de médula.
Los noticieros de todo el país en aquel 2017 –entre ellos este diario–, repitieron la advertencia y hablaron directo a los ladrones: regresen la caja. Hubo alertas en Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Zacatecas y Coahuila.
El ratero de Plaza La Joya y otro compinche movilizaron al Sistema Nacional de Protección Civil.
El 3 de agosto se supo quiénes eran: Eleazar Abdiel Ortiz Medellín, y Francisco Héctor Jordán Segura, detenidos por casualidad tras el reporte de una motocicleta robada. En su domicilio hallaron la caja con las fuentes riesgosas.
Los ladronzuelos lloraron. Llevaban dos días viendo las alertas en televisión, admitieron el robo y pidieron revisión médica: habían abierto la caja en su casa, con la familia presente. El maletín de 10 kilos traía el trébol radiactivo en la tapa pero no les importó.
Los populares: para radiografías y densímetros nucleares
A través de solicitudes de acceso a la información a la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y Salvaguardias (CNSNS), MILENIO pudo comprobar los informes de los robos de fuentes radiactivas en México.
Estas revelan que el botín siempre fue extraído de las camionetas y, en la gran mayoría de los casos, una vez que robaron el vehículo se encontraron con maletines pesados que parecían herramientas caras, mismas que terminaron siendo potenciales fuentes mortales.
Estos casos recuerdan al mayor desastre radiactivo del país, el de Cobalto-60 de Ciudad Juárez, cuando en 1983 el cabezal de una máquina médica salió de un hospital, llegó a un yonke o deshuesadero de coches, se fundió y terminó en miles de varillas que cruzaron la frontera.
Este diario sistematizó todos los informes y bases de datos de la Comisión Nacional de Seguridad Nuclear y encontró que en la última década, dos años concentran la mitad de los robos de fuentes nucleares: 2017, con siete casos –entre ellos el robo del densímetro nuclear de la UANL–, y 2023, donde se suscitaron seis robos de fuentes radiactivas.
Siguen 2015, 2016 y 2020, cuando se dieron dos casos; en el 2018 fueron cuatro; en 2019, 2021 y 2022 sucedieron tres y para 2024 uno solo; en 2025 no hay, hasta ahora, algún registro.
Otro dato interesante es que lo que más se robaron fueron dos fuentes radiactivas: por una parte las cámaras de radiografía industrial, que se usan para radiografiar soldaduras en ductos y tanques; y la segunda son, precisamente, los densímetros nucleares, esos maletines de obra que miden, a pie de carretera, la compactación y humedad de los suelos.
También se encontró que fueron robados tres contenedores blindados, dos máquinas de rayos X, un analizador de materiales y en otros cuatro casos no se especificó qué tipo de equipo fue sustraído.
Las fuentes radiactivas involucradas fueron: Iridio-192, que emite rayos gamma y se usa para radiografías industriales, con 16 casos; Americio-241/Berilio de los densímetros, con siete hechos; el Cesio-137, con dos casos; el Yodo-131, para uso médico, sobre todo en casos de análisis de tiroides, con dos casos; el Radio-226, una descomposición del Uranio-238, es utilizado para destruir células cancerosas con un caso; y el Cobalto-57, en conjunto con Cesio-137 y Bario-133, un caso.
En otros cuatro casos no se especificó el material radiactivo.
Iban por trocas, pero hallaron radiactividad
Los casos de robos de fuentes radiactivas en México parecen calcados: el 13 de abril de 2015 unos ladrones se llevaron en Tabasco una camioneta roja Chevrolet, de la empresa Garantía Radiográfica e Ingeniería.
El problema fue que en su interior había una fuente de Iridio-192. Ocho días después fue recuperada, luego de una intensa movilización. Los ladrones la abandonaron en el puente peatonal de la carretera Cárdenas-Villahermosa, a la altura del kilómetro 173 en las rancherías El Plátano y Cacao 2.
Un año después, en marzo de 2016, en San Juan del Río, Querétaro, la empresa Mantenimiento Industrial del Centro se comunicó de emergencia al número 066 para denunciar el robo de una pickup Chevrolet Silverado 2006, también roja.
El detalle es que transportaba una fuente con Iridio-192, para radiografía industrial. Dos días después fue localizada la camioneta en el Estado de México.
Lo mismo en abril de 2017. La empresa Tecnología No Destructiva denunció que el 23 de abril se habían llevado un vehículo que transportaba un equipo móvil de radiografía industrial con una fuente radiactiva de Iridio-192. En este caso, la alerta se extendió a nueve estados. No fue recuperada.
Según los informes de la Comisión Nuclear, de los 33 casos, en al menos 20 había relación con el robo de un vehículo o el asalto al interior de uno de ellos.
Uno de los últimos hurtos –casi siempre, involuntarios– de material radiactivo, fue en febrero de 2023, en Hermosillo, Sonora, donde se reportó el robo de una caja amarilla con material radiactivo: un densímetro nuclear Troxler sustraído de un vehículo entre las colonias San Benito y Modelo.
Protección Civil pidió no tocar ni abrir el maletín y reportarlo al 911 por el riesgo de exposición. Por fortuna, finalmente fue recuperada.
Del total de casos en una década, 22 fuentes radiactivas fueron recuperadas, nueve no han sido localizadas y en dos casos no se especificó cuál fue su destino final.



El peor caso, en Ciudad Juárez
Estos hechos recuerdan el terrible accidente que ocurrió en diciembre de 1983, cuando una máquina de teleterapia con Cobalto-60 salió del almacén de un hospital privado de Ciudad Juárez y acabó en el yonke Fénix.
Ahí la desarmaron y esparcieron las perlas radiactivas por todo el deshuesadero, mientras que otras terminaron en varillas y mesas industriales en México y Estados Unidos.
Las afectaciones más claras se vieron en trabajadores chatarreros y fundidores: lesiones cutáneas, supresión de médula ósea, hemorragias; el IMSS reportó daños irreversibles, incluida esterilidad permanente.
La contaminación obligó a una operación masiva: 36 mil toneladas de desechos radiactivos fueron enterradas en Samalayuca, entre ellas 2 mil 930 toneladas de varilla contaminada, mil 950 toneladas de chatarra del yonke y 860 tambos con gránulos de cobalto recuperados por la ciudad. Hubo demoliciones de viviendas y obras en varios estados.
Desde entonces, las medidas para evitar ese tipo de fugas se han prodigado, pero el riesgo siempre está latente. Nunca faltan los ladrones descuidados e ignorantes del peligro radiactivo.
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