Organizaciones trabajan contra el enmalle pero sin cambios en la legislación la burocracia sigue siendo el mayor obstáculo
Emilio Avendaño / El Sudcaliforniano
La Paz, Baja California Sur.- Aunque los equipos de rescate logran ubicar a lobos marinos atrapados en redes de pesca, no pueden intervenir sin la presencia de autoridades ambientales como la Conanp o la Profepa, un requisito que, según especialistas, no responde a la urgencia de la problemática y retrasa los desenmalles en el Golfo de California.
El día comenzó a las 8:00 horas en la Marina de La Paz. Desde ahí partieron dos pangas con integrantes de Grupo Ectágono y CABET Cultura y Ambiente. El destino fue el islote San Rafaelito, dentro del Área Natural Protegida de Balandra, donde se buscaba detectar lobos marinos enmallados.
Durante el trayecto, la directora de CABET, Eréndira Valle Padilla, explicó que los enmalles se convierten en situaciones de vida o muerte para la especie:
“Un enmalle corta la piel, luego la grasa y después el músculo, incluso puede llegar hasta la tráquea o el cráneo y en el caso de las crías o juveniles es más crítica la situación pues los enmalles impiden el sano crecimiento del lobo acortando considerablemente su esperanza de vida. Tenemos muy poco tiempo para actuar, pero la ley nos ata de manos si no están las autoridades presentes”.
Ya frente al islote, el grupo localizó a un lobo marino con restos de red en el cuerpo, en el área del cuello. En ese momento apareció una lancha de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) y se notificó personalmente el hallazgo. El encuentro entre embarcaciones evidenció la paradoja: los especialistas capacitados para el rescate no pueden intervenir de inmediato sin un protocolo burocrático de “escritorio”, mientras el animal lucha por sobrevivir.
Tras el frustrante avistamiento, el equipo desembarcó en la playa para compartir experiencias y dar entrevistas. Ahí surgieron las historias detrás de este esfuerzo de conservación: una década de desenmalles en el Golfo de California, una herramienta diseñada para cortar redes sin dañar a la fauna, y la búsqueda de replicar decretos de no pesca que reduzcan el riesgo en las 13 loberas de la región.
Ya en tierra, Eréndira Valle tomó unos minutos para repasar la historia de este proyecto que ella misma fundó hace diez años. Con la seriedad que da la experiencia, recordó que a lo largo de una década han logrado capacitar a más de 200 personas en la península y en el noroeste del país para realizar desenmalles de lobos marinos.
“Hoy tenemos brigadas que ya no dependen de nosotras y actúan de manera autónoma en sitios como Bahía de los Ángeles o San Rafaelito. Eso es un orgullo, porque significa que hay gente preparada en distintos puntos del Golfo de California”, comentó.
Los resultados son palpables: CABET y sus aliadas han liberado alrededor de 100 lobos marinos en este tiempo, de los cuales 17 fueron rescatados recientemente en Isla San Jorge, una colonia con alrededor de mil 500 individuos donde, en cada visita, llegan a detectarse hasta 50 enmallados.
“Cuando vemos más cicatrices que redes en el cuerpo de los lobos, sabemos que esas intervenciones han marcado la diferencia entre la vida y la muerte”, dijo.
El panorama, sin embargo, es alarmante. Valle advirtió que la población de lobos marinos en el Golfo de California ha disminuido en 65% en los últimos 30 años, y en la Isla Margarita la caída alcanza 75%.
“No queremos repetir el caso de la vaquita marina, esperar a que nos alerten los embargos internacionales o a que tengamos que invertir millones para salvar una especie al borde de la extinción. La acción debe ser ahora”, enfatizó.
Parte del problema, explicó, es que la legislación actual obliga a un procedimiento “irreal”: si un pescador encuentra a un animal protegido en su red, tiene que abandonar el arte de pesca, regresar a tierra, llenar un formato con la Conapesca y esperar a que Profepa atienda el llamado.
“Eso no funciona, el animal muere y el pescador pierde su inversión (de la red). Necesitamos que la ley se adapte a la realidad y permita el uso inmediato de herramientas como el Gancho Diana”, sostuvo.
Eréndira también ofreció una guía para la ciudadanía que llega a observar un lobo marino enredado: “Lo primero es reportarlo a la Conanp o a la Profepa, porque son las instancias responsables. Si ocurre dentro de un Área Natural Protegida, la denuncia llega más rápido. Y es importante no acercarse ni intentar manipular al animal, sino dejar que el reporte llegue a las y las personas que tenemos la preparación para atender estos casos”.
En su mensaje final, hizo un llamado al consumo responsable. “No es lo mismo comer pescado de línea y anzuelo, donde hay un menor riesgo de enmalles, que consumir especies capturadas con redes que dejan este tipo de secuelas en la fauna marina. Nuestras decisiones como ciudadanos también definen la vida del mar”, subrayó.
En ese intercambio apareció la voz de Adriana Nava, líder de proyectos de regeneración de ecosistemas en Grupo Ectágono, para subrayar el andamiaje que sostiene cada campaña: financiamiento, logística y alianzas.
“Nosotros somos un grupo que se dedica a la regeneración de ecosistemas y conservación de la biodiversidad”, dijo, y detalló la ruta de trabajo: “Hacemos esta estrategia a través de actividades directas como es el desenmalle y monitoreo en colaboración con CABET, con Nerendira que está aquí en territorio”. El otro pilar es la comunidad:
“También lo hacemos a través de la sensibilización con la comunidad, a través de las alianzas con otras organizaciones”, añadió, antes de remarcar el frente institucional: “Queremos la incidencia en política pública para que estos decretos de no pesca como hay aquí en el islote de Isla Espíritu Santo se replique en los otros 13 del Golfo de California”.
Este año, ese trabajo conjunto se extendió hacia una de las colonias más demandantes: “En alianza con CABET… hicimos un desenmalle y monitoreo en Isla San Jorge, que es la segunda lobera reproductiva más grande de las 13 que hay aquí en el Golfo de California… En este año se realizaron 17 rescates en la Isla San Jorge”, precisó.
El esfuerzo no es menor: movilizar personal, embarcaciones, equipo y suministros requiere respaldo económico. Adriana lo explica sin rodeos al referirse al apoyo privado: BBVA “apoyó a este proyecto” y esos recursos cubrieron “la logística… del equipo material, de la parte de viáticos”.
En el terreno, la amenaza tiene nombre y apellido. “La red que más se ha registrado en este año, por ejemplo, fue con red para lenguado”, apuntó Nava, al ilustrar el impacto de artes de pesca que terminan convirtiéndose en redes fantasma. Por eso insiste en blindar las loberas con reglas claras:
“El lobo marino de California está como especie protegida en la NOM 059”, recordó, y de ahí la urgencia de polígonos de no pesca en sitios de reproducción para evitar que los restos de mallas sigan a la deriva.
Ectágono, subrayó, no trabaja en solitario. “Uno de nuestros ejes… es crear alianzas estratégicas, de esta manera hacemos sinergias para realmente lograr nuestro objetivo”, dijo. En esas sinergias entran también las juventudes: integrarlas a la ciencia y al monitoreo no solo suma capacidades en campo, también asegura continuidad. O, como sintetizó en la playa, mirando al mar: “Exactamente, nosotros no podemos cuidar lo que no conocemos”.
En medio de este esfuerzo colectivo también aparecen las innovaciones que nacen de la experiencia en campo. Una de ellas es el “Gancho Diana”, ideado por la veterinaria Diana Zamarrón Covarrubio, integrante de CABET, quien además combina la atención médica con la logística de los operativos y la escritura científica.
Hace cuatro años, junto con su mentora, Diana comenzó a diseñar una herramienta que permitiera liberar a los lobos marinos de forma más rápida y segura. “Lo que buscamos fue un instrumento que pudiera cortar las redes sin lastimar al animal, pero también que fuera útil para los pescadores o incluso para turistas y buzos que se topan con redes fantasma”, relató.
El resultado fue un artefacto sencillo y resistente: un mango de PVC que soporta sol y salinidad, un gancho de acero inoxidable cortado con láser y dos navajas cruzadas capaces de seccionar fibras sintéticas sin dañar la piel de la fauna marina. “Es práctico, no tan caro de fabricar y lo más importante: salva vidas”, dijo Zamarrón, mientras describía el prototipo.
La herramienta ya se distribuye de manera gratuita entre cooperativas pesqueras y prestadores turísticos para recibir retroalimentación. El reto, admite Diana, es que no todas las artes de pesca generan enmalles que puedan resolverse con el gancho: “Funciona muy bien en redes de chinchorro, pero para pesca con anzuelo no es tan útil”.
Más allá de las pruebas técnicas, el Gancho Diana representa un puente entre ciencia y comunidad, pues también evita pérdidas económicas a los pescadores: al liberar rápidamente a los animales no objetivo, se reduce la necesidad de desechar grandes tramos de red. “Queremos que sea una herramienta de uso común, que no se quede solo en manos de especialistas”, concluyó.
La jornada en San Rafaelito cerró con una sensación agridulce: la certeza de que la comunidad científica y ambiental en Baja California Sur no se queda de brazos cruzados, pero también la frustración de ver cómo la burocracia impide actuar en el momento preciso. El lobo marino enmallado seguía ahí, con la red clavada en la piel, mientras los protocolos oficiales exigían papeleo y reportes que tardan días en concretarse.
En la orilla, Eréndira Valle recordó que, en tres décadas, la población de lobos marinos en el Golfo de California ha caído hasta 65% y en lugares como Isla Margarita el descenso llega al 75%. La advertencia es clara: si no se modifican las leyes y los mecanismos de rescate, el futuro de esta especie puede estar en riesgo de colapsar, con impactos ecológicos, turísticos y económicos.
Al mismo tiempo, la escena demostró que existen caminos distintos: el liderazgo de organizaciones como CABET y Grupo Ectágono, la innovación de herramientas como el Gancho Diana, y la formación de más de 200 personas capacitadas en desenmalles a lo largo de la península y el Pacífico mexicano.
El mensaje final recayó en la ciudadanía. Valle lo resumió en un consejo simple: si alguien ve a un lobo marino atrapado, lo primero es reportar el caso a la CONANP y a la PROFEPA, nunca intervenir de forma directa. La colaboración de quienes viven o visitan estas costas, dijo, es tan valiosa como la de los científicos, pues “no podemos cuidar lo que no conocemos”.
Con el sol bajando sobre Espíritu Santo y el murmullo de la colonia de lobos resonando en el islote, quedó claro que la conservación de esta especie es también un espejo de lo que somos como sociedad: capaces de dejar a un animal morir entre redes por trámites lentos, o de sumar esfuerzos para garantizar que siga siendo el símbolo vivo del Golfo de California.