Redacción

Palabras de Paulina Ocaña durante el homenaje a su abuelo Samuel Ocaña por el 94 aniversario de su natalicio:
Quiero agradecer personalmente a nombre de la familia Ocaña, Rolando Gutiérrez, Francisca Rubio quien nos hizo el favor de expresarnos todas esas anécdotas.
A María de Jesús Montaño, Directora de la Cruz Gálvez, Ramón y otros compañeros que hicieron posible este evento.
Hoy los convoca el recuerdo de un hombre que marcó la historia de Sonora, el Doctor Samuel Ocaña. Un hijo de esta tierra que comprendió desde muy joven que la verdadera trascendencia no se mide en el calendario de los años, sino en las huellas que dejamos en el corazón de los demás.
Hay una pregunta que me acompaña desde que la escuché en una obra de teatro, quién vive, quién muere, quién cuenta tu historia.
Esa pregunta nos sacude porque nos obliga a mirar más allá de la carne y del tiempo, a preguntarnos qué dejamos en la memoria colectiva que el pronunciar nuestro nombre haya siempre algo digno de ser contado.
El legado no está en monumentos de piedra que son fríos y mudos ante el paso de los siglos, el verdadero legado vive en las historias que se narran de nosotros, historias de lucha y honestidad, de esperanza, de ejemplos, historias como las que siguen resonando sobre Samuel Ocaña.
La del sensible niño que herido por la muerte de sus compañeritos en primaria decidió estudiar medicina rural para aliviar el dolor de los más olvidados.
La del joven idealista del Politécnico, que junto a sus compañeros se atrevió a detener el mundo con una huelga y con voz firme pidió audiencia con el presidente Miguel Alemán, y de esa valentía nació la Ciudad Politécnica.
La del obrero textil, que no se resignó ante las injusticias y que con solidaridad levantó la bandera de un sindicato en defensa de sus hermanos de fábrica.
La del habilidoso político, que sin estar en los planes de nadie en una plática con el entonces Presidente López Portillo termino como candidato a Gobernador.
La del perseverante estadista, que descubrió los tres secretos para convencer al director de Ford y tarer a Sonora la planta que transformó nuestra economía.
Todas estas anécdotas no son solo recuerdos, son semillas de ejemplos. Por abuelito, me uno a quienes aquí nos acompañan, y a miles de voces que seguirán contando tu historia a lo largo de los años. Lo hacemos no solo para mantener viva tu memoria sino para que cada joven que estudia en un internado como la Cruz Gálvez sepa que también puede ser Gobernador.
Lo hacemos para recordarle a las nuevas generaciones en política que el ave si puede cruzar el pantano sin ensuciar su plumaje. Lo hacemos para que todo aquél que piense, si su origen le niegue el derecho a soñar, entienda que no hay meta imposible si se enfrenta la vida con disciplina, esfuerzo y resilencia.
Creo firmemente que el ser humano puede encarnarse en sus historias, que puede habitar en ellas como en una segunda vida, y así, aunque el cuerpo se ausente su voz permanezca.
Porque Samuel Ocaña vive en las instituciones que fundó y que cimentaron las bases de nuestro Estado. Samuel Ocaña vive en el pueblo que tanto amó y que hoy lo recuerda con gratitud.
Él vive en cada uno de nosotros cuando con orgullo pronunciamos su nombre y contamos su historia.
Hoy, en tu natalicio no solo celebramos al Gobernador, al médico o al estadista, celebramos al hombre que nos enseñó que la sencillez también es grande, que la honestidad es el camino más arduo pero también el más digno, y que soñar nunca está prohibido sin importar de donde venga.
El sentido de la vida no es solamente vivirla, sino dejar huella en la historia que otros contarán por ti. Tú historia abuelito, la seguiremos narrando con orgullo, con amor y gratitud.
Porque el pueblo que tanto amaste, hoy, con profunda emoción, te devuelve ese amor en memoria viva.