Hugo Aguilar convirtió la mayoría de los 32 minutos de su discurso inaugural como presidente de la Suprema Corte en un prontuario de los lugares comunes de esta época, en donde un supuesto hartazgo lleva a una supuesta refundación. Es comprensible, hablaba ante la presidenta Sheinbaum y quizá no tenga caso seguirse concentrando en eso de la “justicia humanista para todos, la refundación de la justicia en México, la Corte que surge de las urnas y del pueblo y pondrá fin a las injusticias, el Tribunal que protegerá a los débiles de los fuertes, la Corte pluricultural, la justicia de puertas abiertas, el fomento a la honestidad, el combate a la corrupción, la Constitución como espada y escudo”, etcétera. Lo destacado estaría en la segunda parte del mensaje. Hugo Aguilar comprometió cuatro factores medibles: 1. No más rezago judicial. 2. Nuevas reglas de gestión para agilizar los trámites. 3. Que la austeridad no condene a la precariedad a los tribunales. 4. Que la Corte sea una del siglo XXI, tecnologizada. Lo veremos. Comprometió, asimismo, algo menos tangible, pero también rastreable: la aceptación de la Corte a la mirada de los organismos internacionales y el respeto al escrutinio de los medios de comunicación. Es su palabra desde la “renovada visión y perspectiva de la justicia en México”. Juego nuevo, pues. Vamos a registrar y a contar.