Si alguien se preguntaba cómo se ve la realidad desde una burbuja, Adolfo Salazar, secretario de Gobierno de Sonora, vino a enseñarnos la clase magistral. En reciente entrevista con reporteros curiosos (sí, esos que insisten en molestar con “hechos” y “preocupaciones” de la gente del Río Sonora), Salazar desplegó su arsenal de palabras pomposas y alegres, como quien lanza confeti en una tormenta.
Según el secretario, se han reunido con organizaciones civiles, líderes de la salud, líderes ejidales y “han escuchado todas las expresiones”. Qué tranquilidad da saber que alguien en el gobierno escucha. Solo que, curiosamente, las expresiones que se han escuchado son casi exclusivamente las de los presuntos líderes que el propio gobierno ha seleccionado. Los verdaderos ejidatarios y las comunidades afectadas, los que habitan la cuenca y saben lo que significan las presas para su desarrollo, parecen haber quedado fuera del menú de esa conversación amable.
Ah, la ironía. Salazar dice que “así no es cierto lo que se afirma”. Y claro, en su mundo, cualquier dato incómodo, cualquier testimonio real, simplemente no existe. Es un arte: negar lo evidente con la mayor sonrisa posible. Mientras tanto, él se convierte en la mano derecha del gobernador Durazo, promoviendo la división en la comunidad del Río Sonora, una división cuidadosamente orquestada con entrevistas con periodistas de la mesa que más aplaude, fotos y titulares, buscando crear supuestos líderes que representen “a todos” pero que, en realidad, representan únicamente la narrativa del gobierno.
Lo que Salazar llama “diálogo” se parece más a una sesión de convencimiento: persuadir, convencer y, sobre todo, mediatizar. Lo que el secretario llama “escuchar todas las expresiones” es, en realidad, escuchar solo las que pueden ser repetidas luego en medios de comunicación, como eco de un mensaje cuidadosamente seleccionado, donde las verdaderas voces de la comunidad quedan ahogadas bajo la pomposidad de las palabras oficiales.
Al final, la burbuja sigue flotando. Mientras Adolfo Salazar navega en ella, la realidad del Río Sonora permanece firme: hay comunidades que saben lo que quieren, hay gente que defiende su derecho a decidir sobre su desarrollo y hay quienes no se dejan encantar por las palabras alegres de un funcionario que parece más interesado en la foto que en la gente.
Si alguien quiere un espectáculo de oratoria con aire de justicia social, Salazar tiene el ticket listo. Pero la vida real -esa que fluye con el río y no con los titulares- sigue reclamando atención, respeto y verdad. Y cuidado, ese río de comunidades inconformes pueden desbordar la fantasía oficial y decirle que hasta aquí llegó la historia de un gobierno que soba con palabras de izquierda pero da certeros golpes a la población con la mano de derecha.