La llegada de Omar Reyes a la UIF refuerza el catálogo de herramientas del zar de seguridad de Sheinbaum. Solo se le escapan las aduanas y el despliegue territorial de los militares
Pablo Ferri
Hacienda, Fiscalía, órganos de inteligencia, equipos de análisis táctico e investigación, posiciones de mando en regiones complicadas… La influencia de Omar García Harfuch en el aparato gubernamental crece mes a mes, ante el beneplácito absoluto de la presidenta, Claudia Sheinbaum, confiada en el quehacer de uno de sus principales colaboradores. La llegada hace unas semanas de su colega Omar Reyes a la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), de la Secretaría de Hacienda, ilumina el periplo del funcionario, que hace poco más de un año abandonaba la carrera a la jefatura de Gobierno de Ciudad de México, obligado por el núcleo duro de Morena.
Mucho han cambiado las cosas en estos meses. Coordinador del Gabinete de Seguridad, secretario del ramo, Harfuch cosecha el resultado de aquel sacrificio. Ojos que antes le vieron con suspicacia miran ahora para otro lado; gargantas que ahogaron murmullos de desagrado callan ahora, obligadas por su evolución y crecimiento. Ajeno a la izquierda clásica, a los movimientos de base en los que crecieron sus compañeros de gabinete, nadie tiene ahora problemas con Harfuch. Y menos la oposición, desubicada en general, más aún frente a una figura que suele generar consenso.
El desembarco de Omar Reyes en la UIF amplía las capacidades del funcionario y su equipo. Reyes fue uno de los especialistas que llegaron con Harfuch a Ciudad de México en 2019, en los primeros meses de Gobierno de Sheinbaum en la capital. Primero trabajó en la Fiscalía local y luego Harfuch, ya al frente de la policía de la ciudad, le encargó la Subsecretaría del Sistema Penitenciario. “Él es parte de la generación que se formó en 2000 y 2001, en cursos que organizaba la antigua Procuraduría General de la República (PGR) para cuadros con carrera”, explica un antiguo compañero de trabajo, que prefiere permanecer en el anonimato. “Entraron en la Procuraduría y luego dieron el salto a la Policía Federal”, añade.
El actual director del Centro Nacional de Inteligencia, Francisco Almazán Barocio, es también parte de esa generación. Llegó con Harfuch igualmente a las corporaciones de seguridad de la capital y se incorporó al Gabinete de Seguridad federal tras la victoria de Sheinbaum, en las elecciones presidenciales de 2024. Los dos, Reyes y Almazán, forman una dupla ideal a ojos de su viejo jefe. El primero tiene ahora el poder de golpear las finanzas del crimen organizado, apoyado en la recién creada Dirección General Especializada en Operaciones Delictivas. El segundo maneja el poderoso aparato de espionaje mexicano.
El mazo de Harfuch tiene más prestaciones. El alto funcionario colocó hace unos meses a otro de sus colaboradores cercanos en un área clave de la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada, de la Fiscalía General de la República (FGR). Se trata de César Oliveros, a cargo desde hace unos meses del área que investiga el robo de combustible, conocido en México como huachicol, y el robo de vehículos. Durante los años de Harfuch en Ciudad de México, Oliveros fungió de Coordinador General de Investigación de Delitos de Alto Impacto, de la Fiscalía local.
La lista sigue. Uno de los mandos de la policía de la capital en años de Harfuch, Israel Benítez, está ahora al frente de Pemex Logística, el área encargada de la seguridad de la petrolera. En Guanajuato, uno de los estados con mayores índices de violencia homicida del país, la gobernadora, Libia Denisse García, del opositor Acción Nacional, nombró al frente de la policía a Mauro González, que se formó igualmente en los cursos que organizó la PGR a principios de siglo, como Almazán Barocio y Reyes. Igual que ellos dos, González pasó por la PGR, antes de llegar a la Policía Federal, donde coincidió con Harfuch.
Para Carlos Pérez Ricart, académico del CIDE y experto en políticas de seguridad, la evolución de Harfuch es evidente. “Su posición se ha visto fortalecida por la presión de Estados Unidos”, argumenta. No es ningún secreto la buena relación del secretario de Seguridad con sus pares estadounidenses, motivo, según el experto, del proceso de “colonización” que lleva a cabo en el Gobierno federal. “Iba a ocurrir de todas formas, pero la presión de EE UU lo ha acelerado. El caso de la UIF lo ejemplifica”, defiende. “A mí esto último me sorprende. Con López Obrador se distribuía más la tarea, no hubo secretarios superpoderosos, solo Adán Augusto López, ya al final”, añade.
El futuro del Gobierno de Sheinbaum pasa por las manos de Harfuch. Enfrentar la inseguridad que vive el país y el poder creciente de las mafias en buena parte del territorio se ha convertido en una prioridad. La aparente buena marcha de la estrategia de seguridad, con un descenso en los homicidios en los primeros meses de mandato, abre camino al alto funcionario, que presume a cada rato decomisos de drogas y combustible robado. Su control sobre el aparato de seguridad es total, gracias también a las leyes que Morena ha aprobado en el Congreso. Solo se le escapa el despliegue territorial de las Fuerzas Armadas y la agencia de aduanas. Pero todo lo demás pasa por Harfuch.
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