La adaptación de una novela de Stephen King abusa de la cursilería, pero entrega una secuencia memorable protagonizada por Tom Hiddlestone
David Fear / The Rolling Stones en español
Es el fin del mundo tal como lo conocemos, y Charles “Chuck” Krantz (Tom Hiddleston) no se siente bien. Fuera de la habitación donde este contador de 39 años yace en cama, hay terremotos, sumideros y volcanes en erupción en Alemania. California se ha hundido en el océano. Las tasas de suicidio están por las nubes. Tanto nuestra infraestructura social como internet están al borde del colapso. Sin embargo, Pornhub ya está fuera de servicio. Repetimos: ¡Pornhub está caído!
Dentro de esa habitación, Krantz también está muriendo. Su esposa (Q’orianka Kilcher, de El mundo perdido) y su hijo se sientan a su lado, mientras un monitor emite pitidos y un tumor cerebral lo mata silenciosamente. Este caballero anónimo ha vivido una vida de silenciosa desesperación, con alguna que otra exhibición espectacular de baile público que pretende representar cómo un solo paso en el camino que deseabas haber recorrido puede llevar a una felicidad momentánea, de la manera más ligera y a la vez contundente. Pero nos estamos adelantando. Y dado que la adaptación de Mike Flanagan de la novela corta de Stephen King se mantiene fiel a la estructura del original al comenzar por el final, nosotros también nos quedaremos aquí un poco más. Chuck pronto dejará este mundo mortal. La humanidad en su conjunto está unos pocos pasos detrás de él.
¡Pero mirá! ¡¿Qué es eso?! ¿Una publicidad, aparentemente colocada durante la noche, muestra a Krantz sentado en su escritorio y le agradece por “39 grandes años”? Además, ¿todas las emisoras de radio y los canales de televisión locales están emitiendo un anuncio igualmente agradecido, conmemorando a este hasta ahora desconocido e insólito calculador de números? Nadie sabía quién era este tal Chuck hasta ahora.
Así es como La vida de Chuck imagina nuestro final: todos agradecidos, con susurros de “ha sido una buena vida” y sin grandes explosiones climáticas. Pero bueno, ¡olvidemos el apocalipsis y veamos bailar a Tom Hiddleston! Tanto el relato corto de King (de su colección de 2020, If It Bleeds) como la interpretación que Flanagan hace del material establecen a este misterioso hombre como una especie de pizarra en blanco, una figura en la que todos pueden proyectar sus pensamientos, sentimientos, alegrías y arrepentimientos mientras se enfrentan a la extinción total. Podrías pensar que también te espera una especie de versión de The Truman Show sobre la fama instantánea. Pero entonces retrocedemos al Segundo Acto, que se centra en la excursión de Chuck a Boston para una conferencia. Casualmente, pasa por delante de Pocket Queen (Taylor Franck), baterista que toca en la calle en una plaza del centro. Una mujer llamada Janice (Annalise Basso de Snowpiercer) acaba de ser dejada por mensaje de texto. Se pone en marcha un ritmo funky. Chuck de repente se lanza a un baile improvisado. Saca a Janice de entre la multitud y, como era de esperar, tenemos un buen y clásico pas de deux.
En la página, la secuencia se lee correctamente. En la pantalla, sin embargo, es un número musical de verdad, llevado a niveles de impacto y asombro dignos de una película. Resulta que la estrella de Loki es una experta bailarina de primera categoría, al igual que Basso. Lejos de nosotros está negar a nadie —incluyéndonos a nosotros mismos— el puro placer de ver a dos personas bailar con tanta gracia, elegancia y ese atractivo sexual tan clásico. Flanagan no es ajeno a la obra de King, ya sea abordando los referentes literarios del autor o creando sus propias obras maestras que deben mucho al catálogo de clásicos del ícono del terror. Sin embargo, gracias a Hiddleston y Basso, el cineasta toma una de las historias más reflexivas y menos terroríficas de King, selecciona un incidente del medio de la misma y crea una secuencia independiente destinada a convertirse en meme para siempre y a obtener miles de millones de visitas en YouTube desde ahora hasta el fin del mundo. Es menos “Maestro de lo Macabro” y más una extravagancia musical de la MGM. La vida de Chuck será recordada para siempre como la película que incluye El baile de Tom. Y ahí reside su bendición y su maldición.
Porque sin esa secuencia no hay más que una sarta de tonterías edulcoradas. Antes de que Hiddleston y Basso se lancen a una interpretación al estilo Fred y Ginger, se nos presenta una leve reflexión sobre el significado de todo, por qué estamos aquí y qué sucede cuando todo termina, con excelentes actores esforzándose al máximo para que la filosofía de dormitorio parezca profunda. Una banda sonora empalagosa y la narración irónica y sarcástica de Nick Offerman, tomada directamente de la prosa de King, no ayudan en absoluto.
Al otro lado de esa escena central del segundo acto, hay un largo capítulo sobre la infancia de Chuck, que te cuenta cómo el futuro contador encontró su vocación. La historia involucra a sus abuelos, interpretados por Mark Hamill y Mia Sara; un baile escolar; y al joven Chuck (Benjamin Pajak) superando su timidez para conquistar los corazones de sus compañeros de clase con un vals, un swing y un moonwalk. Ya hemos soportado muchas frases hechas y sentimentalismos. Ahora nos someten a una sentimentalidad de estilo Spielberg, con una buena dosis extra de cursilería.
También hay una habitación embrujada, a la que nuestro héroe tiene prohibido entrar y que finalmente le ofrece a Chuck adolescente una visión de lo que está por venir.
La vida de Chuck quiere que sientas la pura maravilla de estar vivo y está dispuesta a machacarte esta idea beatífica una y otra vez solo para asegurarse de que la captes. Es el tipo de parábola edificante sobre la elevación del hombre común que te hace salir del cine enojado por haber sido manipulado y engañado tan descaradamente. El suave calzado de Hiddleston te permite vislumbrar cómo lo ordinario puede convertirse en extraordinario. Sin embargo, la película que la rodea parece empeñada en hacer que lo extraordinario parezca tan simple y banal como una frase en una calcomanía para parachoques.
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