El plan de tomar la Franja en su totalidad continúa pese a las críticas de la cúpula del ejército, de las familias de los rehenes y del sector humanitario
EL PAIS
El ejército de Israel invadirá toda la franja de Gaza. Así lo ha confirmado la tarde de este jueves el primer ministro Benjamín Netanyahu, anticipándose unas horas a la reunión del Gabinete de Seguridad donde se prevé que las máximas autoridades del país aprueben la plena ocupación del enclave de manera oficial. La cúpula militar de Israel, las familias de los cautivos y el sector humanitario han rechazado la expansión de las tropas en la Franja por distintos motivos, pero el veterano mandatario israelí ha asegurado que es necesaria para que Israel “se libere a sí mismo y a la gente de Gaza del terror horrible de Hamás”.
En una entrevista con la cadena de televisión estadounidense Fox News, Netanyahu ha indicado que Israel no pretende eternizar su ocupación sobre el enclave palestino ni tampoco anexionarse ese territorio, sino controlarlo de manera temporal hasta que las condiciones permitan la retirada israelí.
“Sí, lo queremos hacer para asegurar nuestra seguridad y apartar a Hamás de allí”, ha respondido en esa entrevista cuando se le ha preguntado si Israel ocuparía la totalidad del enclave. “Permitiremos que la población gazatí se libere de Hamás y entonces pasaremos [la Franja] a una administración civil que no sea Hamás ni nadie que defienda la destrucción de Israel”. Netanyahu no ha entrado al detalle de quién podría estar dispuesto a coger el relevo a la ocupación israelí en el futuro, pero ha mencionado la posibilidad de que “fuerzas árabes” gobiernen el territorio “de manera adecuada”.
La aprobación de la expansión israelí podría dar ahora paso a la expulsión forzosa de un millón de gazatíes que se encuentran en Ciudad de Gaza, lo que supone la mitad de la población del enclave. Es lo que medios de comunicación israelíes, como la cadena de televisión Canal 12, prevén que suceda durante la primera fase del nuevo proyecto militar israelí. Esa fase duraría varias semanas e implicaría empujar toda esa población hacia el sur del enclave.
En una segunda fase, Israel lanzaría una ofensiva contra las zonas, tras ordenar su evacuación, donde cree que Hamás esconde a los rehenes. De manera paralela, se prevé que EE UU anuncie entonces los nuevos esfuerzos de la Casa Blanca para incrementar el flujo de la ayuda humanitaria en coordinación con Israel. Unos esfuerzos que consistirán en hacer que la autodenominada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés), en cuyas instalaciones los gazatíes son tiroteados a diario, pase de tener cuatro zonas de reparto a 16.
El líder del ejército, Eyal Zamir, y las familias de los cautivos han expresado su rechazo a estos planes porque consideran que ponen en riesgo la supervivencia de los 20 rehenes que se cree que siguen con vida. Por su parte, el sector humanitario asegura que la ampliación de la ocupación provocará un incremento de las muertes entre la población civil y una situación imposible de gestionar. De concretarse, la nueva ofensiva israelí implicará el despliegue de las tropas en el 12% del territorio gazatí donde se concentra la mayor parte de la población, y en el que las tropas se encontrarán multitudes a la intemperie, endebles y famélicas.
“Abandono de toda la población”
“Si el mundo lo permite, será el abandono de toda la población”, lamenta Ahmed Bayram, responsable de comunicación del Consejo Noruego para Refugiados (NRC, en inglés). La ampliación israelí, dice, “significará la existencia de muertes en cada rincón y la propagación de enfermedades”. Bayram proyecta la situación a partir del presente, que ya considera catastrófico. Israel, asegura, está concentrando la gente en territorios donde hay una enorme escasez, haciendo que tengan que pelearse por el agua, la comida y el espacio. “No puedes desplazar toda una población sin darles garantías de protección”, objeta.
El NRC, uno de los grupos dedicados a la recolección de datos sobre el estado de los refugios en Gaza, asegura que 288.000 familias en el enclave están pasando sus días y sus noches bajo un techo inadecuado. “Eso significa que están en la calle, que están en edificios dañados o que duermen en tiendas de campaña deterioradas”, explica Bayram. De nuevo, la mayoría de estas familias se encuentran en ese 12% del territorio que Israel podría apostar por invadir. Al mismo tiempo, Israel impide la entrada de nuevas tiendas de campaña u otro tipo de refugios, según denuncia Bayram a través de mensajes de voz que envía desde Amán, la capital de Jordania.
Las muertes por la metralla son otra consecuencia probable de la ampliación de la ocupación israelí. Así lo cree José Mas, responsable de la Unidad de Emergencias de Médicos Sin Fronteras, que se encuentra en Barcelona, desde donde está en contacto directo con los equipos en Gaza. Si la ofensiva se traslada a esas zonas hacinadas, afirma por mensajes de texto, “el único resultado posible es el mayor sufrimiento de una población civil que ya vive una situación humanitaria catastrófica”, lamenta. Y va más allá: “Una operación militar en un entorno como ese tiene unos riesgos enormes para la población civil, y tiene un enorme potencial de incrementar exponencialmente el número de víctimas directas por violencia”.
Mas ve esa posible maniobra israelí como una continuación de lo anterior. Indica que Gaza sufre “un genocidio que toma distintas formas” en el que “todo lo que es necesario para vivir está siendo destruido de manera sistemática”. Pone como ejemplo el acceso a la comida, donde más de 800 personas han muerto tiroteadas en las zonas de reparto de la GHF, la opaca entidad que Israel impulsó a finales de mayo con el apoyo de EE UU mientras marginaba el sistema humanitario tradicional liderado por la ONU.
Médicos Sin Fronteras (MSF) ha publicado este jueves un informe en el que describe las zonas de reparto de esa entidad como “trampas mortales” y en el que exige a gobiernos y donantes que retiren cualquier apoyo al proyecto. La investigación recoge los datos clínicos y los testimonios recogidos en dos centros de MSF en el sur del enclave, en posiciones cercanas a centros de reparto de la GHF. Esa cercanía hacía que parte de quienes reciben un balazo en esos puntos de distribución sean transportados hasta los equipos de MSF.
Entre el 7 de junio y el 24 de julio, esas dos clínicas registraron 28 muertos y recibieron un total de 1.380 heridos. La afluencia de víctimas, la mayoría con disparos, cuando la GHF abría sus instalaciones, custodiadas por tropas israelíes y por contratistas estadounidenses, se convirtió en un patrón. Según el informe, los equipos de MSF se ponen en alerta cuando la GHF anuncia actividad.
Esa cantidad de heridos incluye 71 niños que fueron alcanzados por las balas. Entre ellos, un niño de 12 años o una niña de solo ocho. Pero la mayoría de heridos son hombres menores de 30 años, algo que refleja lo que MSF considera una “estrategia de supervivencia” de las familias. Esa estrategia consiste en enviar a esos centros a varones capaces de caminar distancias largas durante la noche, de avanzar entre soldados y hostilidades, y de correr y de pelear con los demás para conseguir una bolsa de comida.
“Soy un ciudadano ordinario”, dice Mahmoud, de 39 años, un paciente citado en el informe. “Soy un graduado universitario. Estoy casado. Tengo hijos que no puedo ni alimentar”. Asegura que caminar hacia los puntos de reparto de la GHF es una humillación. “Mientras caminas, te pones a llorar automáticamente. No solo por ti. Por la gente. Por todos nosotros”. De repente, le dispararon dos veces en la pierna. Pero nadie le pudo ayudar, justifica él mismo, porque a su alrededor todo el mundo estaba “exhausto”. “Es como una película de zombis. Por más que lo intente, no puedo explicarlo con palabras”, concluye.