Agencia AP
Washington. La arremetida arancelaria que el presidente Donald Trump emprendió esta semana dejó muchos perdedores, desde países pequeños y pobres como Laos y Argelia, hasta ricos socios comerciales de Estados Unidos, como Canadá y Suiza. A partir del 7 de agosto, enfrentarán gravámenes especialmente altos sobre los productos que exportan a Estados Unidos.
En muchos aspectos, aquí todos son perdedores, afirmó Barry Appleton, codirector del Centro de Derecho Internacional de la Escuela de Derecho de Nueva York.
Apenas seis meses después de regresar a la Casa Blanca, Trump demolió el antiguo orden económico global, basado en reglas acordadas. En su lugar está un sistema en el que el republicano mismo establece las reglas, utilizando el enorme poder económico de Estados Unidos para castigar a los países que no acepten acuerdos comerciales unilaterales y extrayendo enormes concesiones de los que sí lo hacen.
El mayor ganador es Trump, dijo Alan Wolff, ex funcionario comercial de Estados Unidos y subdirector general de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Apostó a que podría llevar a otros países a la mesa de negociaciones con base en amenazas, y lo logró de manera dramática, señaló.
Todo se remonta a lo que Trump llama Día de la Liberación–el 2 de abril– cuando anunció impuestos recíprocos hasta de 50 por ciento sobre las importaciones de países con los que Estados Unidos tenía déficits comerciales, y un 10 por ciento de impuestos básicos a casi todos los demás.
Invocó una ley de 1977 para declarar el déficit comercial como una emergencia nacional que justificaba sus impuestos generalizados a las importaciones. Eso le permitió eludir al Congreso, que tradicionalmente ha tenido autoridad sobre los impuestos, incluidos los aranceles, todo lo cual ahora está siendo impugnado en los tribunales.
Trump dio marcha atrás temporalmente después de que su anuncio provocara una caída en los mercados financieros y suspendió los aranceles recíprocos durante 90 días para dar a los países la oportunidad de negociar.
Finalmente, algunos de ellos lo hicieron, cediendo a las demandas del mandatario norteamericano, entre ellos Reino Unido, la Unión Europea, Japón, Pakistán, Corea del Sur, Vietnam, Indonesia y Filipinas, que también hicieron acuerdos con el mandatario y acordaron aranceles elevados.
Los países que no se doblegaron fueron golpeados con más violencia, como Brasil, que enfrenta una tarifa de 50 por ciento, en gran parte porque a Trump no le gusta la forma en que el actual gobierno trata al ex presidente Jair Bolsonaro, sin importar el superávit comercial frente a ese país desde 2007.
Canadá, vecino y aliado de larga data, pagará aranceles de 35 por ciento, luego de que Trump se quejara que no hace lo suficiente para detener el tráfico de fentanilo y tras anunciar que reconocerá a un estado palestino. Suiza fue golpeada con un impuesto de importación de 39 por ciento, incluso más alto que el 31 por ciento que el republicano anunció el 2 de abril.
Pegó también a empresas importadoras de su país
Trump presenta sus aranceles como un impuesto a los países extranjeros, pero en realidad los pagan las empresas importadoras en Estados Unidos, que intentan trasladar el costo a sus clientes a través de precios más altos.
Los economistas de Goldman Sachs calculan que los exportadores extranjeros han absorbido sólo una quinta parte de los crecientes costos provocados por los aranceles, mientras que los estadunidenses y las empresas nacionales han asumido la mayor parte de la carga.
Walmart, Procter & Gamble, Ford, Best Buy, Adidas, Nike, Mattel y Stanley Black & Decker han aumentado sus precios debido a los aranceles.
Este es un impuesto al consumo, por lo que afecta desproporcionadamente a quienes tienen ingresos más bajos, dijo Appleton.
Las zapatillas, las mochilas… tus electrodomésticos van a subir. Tu televisor y tus electrónicos van a subir. Tus dispositivos de videojuegos, tus consolas van a subir porque ninguno de ellos se fabrica en Estados Unidos.