Los expertos califican de “alarmante” y una “bomba de tiempo” la caída en la inmunización infantil. El país tiene el 25% de los menores sin vacunar de toda la región, según el último informe de la OMS y Unicef
En México, 341.000 niños no recibieron ninguna vacuna el año pasado. Estos menores, a los que se denomina en el argot médico como “cero dosis”, se suelen registrar en zonas en guerra donde no llega la vacunación o en países donde el nivel de pobreza impide adquirir las inyecciones. Pero el último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef revela que en México —la duodécima economía del mundo— sigue creciendo el número de niños sin vacunar. En 2024 fueron 119.000 más de los que ya se registraron en 2023. Esto significa que el país tiene al 25% de todos los niños cero dosis de Latinoamérica y el Caribe, y el 2,4% del total global, incide el informe. El investigador de la UNAM en políticas de salud Adolfo Martínez define el escenario como “alarmante”, y el epidemiólogo Óscar Sosa como “una bomba de tiempo”. Ambos coinciden en que es una urgencia que el Gobierno vuelva a poner la vacunación como una prioridad.
Cada año, la OMS y Unicef publican desglosados los datos de cada país de la Cobertura Nacional de Inmunización (conocida como WUENIC, por sus siglas en inglés). Estas cifras, que beben de la información que aportan los Estados y el propio Gobierno federal, reflejan la caída sostenida de México. En 2024, ninguna de las 14 vacunas del esquema de inmunización infantil llegó al objetivo del 90% marcado por la OMS. Los porcentajes varían del 63% para la Hepatitis B al nacer (que es la vacuna de más reciente implantación y se inyecta en las primeras 24 horas de vida) al 89% de la llamada BCG (Bacilo de Calvette-Guerin) para la tuberculosis.
En medio, algunos indicadores clave. La cobertura para DTP (la vacuna para la difteria, tétanos y tos ferina), que la OMS coloca como el identificador para los niños cero dosis, pasó del 89% en 2023 al 83% en 2024. Y la de la tercera dosis de la DTP (llamada DTP3) cayó del 85% al 78% en un año. Con estas cifras, México se incluye entre los nueve países de toda la región que no llegan al 80% en este trazador. En números totales, de los 1,46 millones de niños sin ninguna vacuna en la región de las Américas, 341.000 están en México. El país, además, registra otros 100.000 menores con la protección incompleta porque no terminaron el esquema de vacunación.

“Es inaceptable e inaudito”, apunta Adolfo Martínez, que lleva 25 años trabajando en este campo: “No habíamos tenido esa cifra desde que yo tenga memoria. Debería ser una llamada de alerta para la Secretaría de Salud”. En ese mismo sentido, el médico especializado en epidemiología Óscar Sosa señala que es un número “demasiado alto y muy preocupante”: “Estamos descobijando a la población infantil”. Ambos coinciden en la amenaza directa: que crezcan las muertes de niños. “El riesgo es que empecemos a ver que la mortalidad infantil sube por un factor prevenible, porque no estamos teniendo las coberturas de vacunación”, afirma Martínez. Mientras, el país ya está sufriendo las consecuencias de una inmunización de capa caída: un brote nacional de sarampión, otro de tos ferina y el regreso de la tuberculosis.
La urgencia del sarampión
México está atravesando el peor brote de sarampión del último siglo. Esta enfermedad ultracontagiosa ha causado ya 3.360 casos confirmados y nueve fallecidos, según el último reporte de la Secretaría de Salud. Un número que el director de la OPS, Jarbas Barbosa, calificó de “inaceptable” en una videollamada: “Son nueve personas que fallecieron por una enfermedad que se puede prevenir con vacunación. Para mí no es aceptable de ninguna manera”. Los esfuerzos del Gobierno de Claudia Sheinbaum por hacer frente a esta emergencia —considerados insuficientes por los expertos— se verán reflejados en el informe del año que viene, pero, por el momento, los datos publicados este martes sirven para enmarcar el escenario en el que se desata este brote.
Desde hace tres años, la vacunación contra el sarampión (que se compone de dos dosis) está muy por debajo del 90%. En 2023 llegó a estar la primera dosis en el 76% y la segunda en el 74%. La situación sigue siendo delicada para 2024, porque aunque aumentó la primera inmunización al 80%, la segunda cayó al 69%. “Las coberturas bajas que hubo en 2024 son, evidentemente, la causa directa de los brotes que tenemos ahora. No hay más. Nos pone vulnerables a cepas extranjeras”, sostiene Óscar Sosa, en referencia al origen de la última cepa que hizo estragos en Chihuahua, al norte de México: “En este mundo globalizado en el que vivimos, puede venir cualquier persona de cualquier país, en periodos de transmisión y contagiar a quien no tiene vacuna”.
“Ya estamos viendo los efectos. Los casos de sarampión que se han detectado son importados, pero si hubiera inmunidad de rebaño, que se da por arriba de 90%, se reduce mucho el riesgo de infección”, añade Adolfo Martínez: “Si no se empieza a recuperar las coberturas de vacunación, esos brotes van a ir aumentando”. La meta de llegar al 90% no es aleatoria. Como explica Sosa de manera sencilla, se recomienda llegar mínimo a este porcentaje porque implica que si hay 10 personas, aunque una persona esté infectada, no puede contagiar al resto, que están protegidos con las vacunas. Aunque ahora parezca lejano, México tuvo 12 de sus 14 esquemas de vacunación por encima del 90% hasta 2017. “México fue durante muchos años líder en este tema. Era el ejemplo a seguir, no solo de Latinoamérica, sino de otros países en vías de desarrollo, y ahora nos estamos yendo al final de la fila”, apunta Martínez.
En 2019 empezó el hundimiento: fue la primera vez en dos décadas que todos los esquemas estaban por debajo de la meta. Esa tendencia no ha podido revertirse. Por un lado, por el impacto de la pandemia, pero, sobre todo, apuntan los expertos por una mala planificación de la vacunación por parte de los Gobiernos de Morena. “El principal factor ha sido que la vacunación no ha sido una prioridad para estas dos administraciones. Eso también se ve reflejado en el presupuesto, que también ha bajado”, apunta Martínez. “La respuesta real es la falta de inversión en la compra de vacunas, y esta falsa creencia de que podemos ser autónomos para generar nuestras propias vacunas”, añade Sosa.
Ambos expertos afirman que un factor que ha jugado en contra es que los efectos de la baja vacunación no son inmediatos. “No es un cambio automático, pero se empieza a incrementar el riesgo de brotes y epidemias. Era más fácil continuar con la compra de vacunas, sosteniendo las coberturas, que tapar agujeros ahora: vacunar a los que están creciendo, a los que no se vacunó y tratar de contener el brote de tos ferina y sarampión”, considera el epidemiólogo. La receta no tiene secreto para los especialistas: más inversión y planeación a largo plazo.