Hace unas dos semanas reproduje en Facebook una nota contra el intento de intervención del gobierno de USA en el combate contra el narcotráfico dentro de territorio nacional. Un amigo de mucho tiempo escribió que México si necesitaba la ayuda de USA en ese sentido. Efectivamente, el gobierno del vecino país puede ayudar mucho en combatir el flagelo.
En primer lugar, impedir el trafico de armas hacia México que, no solo no lo ha hecho, sino que, deliberadamente, con el fútil y seguramente mentiroso argumento de “seguirles la huella”, ha introducido armas de alto calibre como fue el caso de rápido y furioso, del cual nos enteramos porque fueron usadas contra personal norteamericano. ¿Cuantos más rápido y furioso existieron? No hay que olvidar que, antes de la existencia de la Guardia Nacional, el poder de fuego de los narcotraficantes superaba en mucho a la de cualquier policía y la mayoría de esas armas venían y vienen de USA.
También, pueden combatir a los narcotraficantes internos o, ¿son los mexicanos los que venden las drogas en las calles de ciudades y pueblos norteamericanos? Concomitante pueden realizar una campaña permanente de educación entre su juventud, claro que para que tenga credibilidad tienen que evitar darles a sus soldados sustancias para que aguanten las barbaridades que realizan en el extranjero o, sus médicos recetar para cualquier dolor opioides. Por último, pero no menos importante, castigar a sus instituciones financieras que realizan el lavado de dinero. No es creíble que no colaboren en el blanqueo en ese enorme mercado norteamericano de las drogas. Incluso es sintomático que 2 días después de que la presidenta, Claudia Sheinbaum, puso el dedo en la llaga, el Departamento del Tesoro del gobierno estadounidense acuso, sin presentar evidencias, de lavado de dinero a los bancos, CIBanco, e Intercam y, a la casa de bolsa, Vector. Independiente de si son culpables o no, pues no tengo fundamentos para avalar o desestimar la acusación, lo cierto es que la acción estadunidense parece mucho el caso del ladrón que grita ¡ahí va el ladrón! para desviar la atención.
Una de las actividades más difíciles para el espíritu humano es la autocrítica, la capacidad de verse asimismo con objetividad, con virtudes y defectos. Solemos ser complacientes con nosotros, muy críticos con los demás, propensos a echarles la culpa a los otros de nuestros fallos. Si lo anterior es cierto en lo individual también lo es en lo colectivo, cuantimás si se adereza con intereses imperiales. En las series y películas norteamericanas siempre se dibujan como los adalides de la salvación del mundo, los portavoces de la democracia y la libertad, luchando contra los terroristas, sin un ápice de reconocimiento de la responsabilidad en la creación del terrorismo mundial. El caso de Be Laden es el mejor ejemplo. Lo mismo esta ocurriendo con el narcotráfico, toda la responsabilidad es de México según USA y, claro que no, es una responsabilidad compartida que cada país debe asumir en el ámbito de su soberanía.
Decía el barbón sabio de Tréveris, que la historia si se repite no será como tragedia sino como comedia. La derecha conservadora cuando en el siglo XIX perdieron la batalla política, ideológica y militar buscaron un príncipe extranjero para que viniera a gobernarnos. Hoy ven al presidente Trump cómo su ángel salvador, el nuevo príncipe que puede restituirles el régimen de impunidad y privilegios. Se identifican en el racismo, clasismo, en la vocación de una política que privilegia a los privilegiados. Andan desatados, eufóricos, a partir del incremento a los aranceles y, sobre todo, con el acuerdo entre el narcotraficante (terrorista según la caracterización de Trump) Ovidio Guzmán y el gobierno de USA que esperan de frutos con declaraciones en contra del gobierno mexicano.