Ramón Aguirre
Las lluvias recientes que se han presentado en gran parte del territorio nacional generaron la expectativa de que los volúmenes almacenados en las principales presas del país, particularmente en los estados de Sonora y Chihuahua, comenzarían a recuperarse tras meses de escasez crítica.
Los datos publicados por el Monitor de Sequía de la Conagua confirman un impacto positivo en el corto plazo a nivel nacional. En tan sólo 15 días, la superficie bajo condiciones de sequía moderada disminuyó de 37.5% a 21.8 por ciento. La categoría de sequía extrema también mostró una mejora notable, al reducirse de 18.7% a 7.2% del territorio.
Un ejemplo destacable se observa en el sistema de presas del Cutzamala, que, al 9 de julio, reportó un volumen de almacenamiento de 434 millones de metros cúbicos (MM³), equivalente a 55% de su capacidad. Esto representa un incremento de 8% respecto al volumen registrado dos semanas antes (372 MM³, 47 %). Con el inicio de la temporada de lluvias, se prevé que para finales de octubre el almacenamiento supere el promedio histórico, lo que permitiría dar por superada la contingencia por sequía en el Valle de México.
Sin embargo, la situación en Chihuahua y Sonora es muy distinta. En el noroeste del país las lluvias sólo han contribuido a reducir la intensidad de la sequía severa, sin lograr una recuperación significativa en los niveles de las presas. En Chihuahua, los embalses La Boquilla, El Granero y Las Vírgenes pasaron de 619 MM³ (18%) a 758 MM³ (22%), lo que representa apenas un aumento de 4 por ciento.
En Sonora, la recuperación ha sido aún más limitada. Las ocho presas más relevantes del estado —entre ellas Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Huites, Majone y Humaya— registraron un incremento de apenas 2.8%, al pasar de 1,550 MM³ (8.1%) a 2,075 MM³ (10.9%).
Gracias a que las principales ciudades se abastecen de agua a través de pozos y tienen prioridad en la distribución del recurso sobre los sectores agrícola y ganadero, las zonas urbanas no han resentido con la misma intensidad los efectos de la sequía. No ocurre lo mismo en las comunidades rurales, donde la producción agrícola se ha reducido en más de un 50% y la ganadería ha sido duramente afectada, con la muerte de miles de cabezas de ganado por falta de alimento.
Esta sequía prolongada —que ya suma entre dos y tres años con precipitaciones por debajo del promedio— ha provocado un deterioro considerable en la productividad agrícola y pecuaria, ha acelerado la degradación ambiental y ha generado una presión constante sobre las economías locales. El impacto se estima en cerca de 2% del PIB estatal, y pone en riesgo la seguridad alimentaria, con consecuencias sociales tangibles. Aunque existen protocolos institucionales para atender la emergencia, las medidas de mitigación deben fortalecerse con urgencia para enfrentar el déficit hídrico, económico y social en el corto y mediano plazos.
Como se mencionó en el artículo anterior, el pronóstico para el resto de la temporada de lluvias es relativamente favorable para algunas regiones. No obstante, en el noroeste, a diferencia del centro del país, no se espera que las precipitaciones sean suficientes para compensar el déficit acumulado. Esperemos que los pronósticos se equivoquen.
EL CASO DE SINALOA
Desafortunadamente, el estado de Sinaloa enfrenta condiciones igualmente críticas. Cuenta con once presas importantes, entre las que destacan Huites, Comedero, Humaya y Bacurato. En conjunto, estas presas tienen una capacidad total de 15,624 MM³, pero actualmente almacenan sólo 1,539 MM³, es decir, apenas el 9.9 % de su capacidad.
En estos tiempos difíciles, confiamos en que la fortaleza y resiliencia del norte del país prevalezcan, y que pronto regresen los días de mucha agua, de buenas cosechas y un mayor bienestar.