Al décimo mes, Omar García Harfuch puede presentarse y decir: la estrategia de seguridad está funcionando. Cuesta rebatirlo. Antes que nada, porque luego de seis años de displicencia gubernamental, si no es que de complicidad con los criminales, quedan pocas dudas de que el gobierno trabaja para que las cosas no sigan como las heredaron en octubre.
Tiene también estadísticas difíciles de controvertir: una caída de 25% en homicidios dolosos o 34% en robo de vehículos.
“Todos los delitos de alto impacto han disminuido”, me dijo ayer. “Menos la extorsión, por eso aplicamos una estrategia nacional para contrarrestarla de la mano de las fiscalías estatales”.
Le digo que han aumentado las desapariciones. Responde que, más allá de las cifras mensuales, hoy siguen sin saber cuántos desaparecidos hay en el país, ya que algunas personas sólo están registradas con un alias, otras no están en una carpeta de investigación, otras, con registro en una comisión de búsqueda, pero no en una Fiscalía, de ahí la laboriosa tarea en el tema que, asegura, no ha dejado de hacer la Secretaría de Gobernación.
Le pregunto si le molesta que la nueva ley de investigación e inteligencia sea descalificada como Ley Harfuch. Dice que no. Vemos eso mañana. Su respuesta a las críticas y temores a la Ley Espía.