Eran de esperarse las prontas descalificaciones a Hugo López-Gatell, nuevo representante de México ante la Organización Mundial de la Salud. Como las de la organización Nariz Roja, que tanto ha trabajado para mitigar la falta de medicamentos oncológicos en clínicas y hospitales públicos: “López-Gatell fue y será quien destruyó el sistema de salud en la pasada administración, responsable de miles de muertes y de que este México viva el peor desabasto de la historia. Hoy se están abriendo los caminos de comunicación y solución a los problemas de la Dinamarca que dejó la pasada administración, pero no por esto negaremos el genocidio que este inhumano y cínico personaje generó”. López-Gatell no escondió el gozo que el nombramiento le produjo y escribió: “¡Gracias por su confianza, querida Presidenta!”. Faltaba más, luego de la controvertida decisión que, todo indica, lo llevará a vivir en Ginebra, quizá por una larga temporada. Allá lo seguirá persiguiendo la sonoridad de los 780 mil mexicanos muertos en la pandemia de covid (la cifra es de él) y el juicio de eminentes especialistas que calificaron de desastrosa su gestión al frente del aparato de salud pública durante aquella tragedia. Cuando ya poco se hablaba de él, la presidenta Sheinbaum lo trae de vuelta para enviarlo lejos. Ella sabrá por qué.