
Imposible, que la memoria no discurra por las historias personales sacudiendo el polvo de décadas bajo el cual aparecen como postales sepias aquellos años de bullicioso aprendizaje en las aulas y los patios de la primaria que no estarían tan vívidos si no apareciera ese ‘Déjà vu’ que llega, inevitable cada vez que se vuelve a pisar uno de esos planteles.
Ya no existen las campanadas que indicaban las horas de entrada y de salida; el comienzo y el fin del recreo; ya no huelen los pisos de cemento trapeados con una gruesa jerga remojada en petróleo o el humeante plato de avena con una pieza de pan dulce que calentaban las tripas de las mañanas invernales y que ayudaban ¡cómo no!, a lubricar el proceso enseñanza-aprendizaje.
Porque la educación no entra con el estómago vacío, se decía entonces, aunque había profesores de ortodoxia más cruel que aún sostenían que ‘la letra con sangre entra’ y que no vacilaban en levantar de las patillas a los escuincles menos avispados o más desmadrosos; en probar sus dotes de pitcher interbarrial afinando la puntería con los gises o el borrador en las infantiles humanidades, cuando no en obligar a los prepúberes a colocar las palmas de las manos hacia arriba y juntar las yemas de los dedos para recibir en ellas sendos tablazos con esa herramienta académica para la enseñanza de la geometría, conocido como ‘metro’, también muy útil en la enseñanza de la disciplina y el respeto, cuando no del atletismo, en el caso de aquellos que preferían salir corriendo cual Usain Bolt región IV, aunque supieran que luego les iría peor.
Afortunadamente ya esos métodos didácticos complementarios no existen aunque hay quien sugiere la conveniencia de rescatarlos, polémica en la que no voy a entrar.
Lo que sí se rescató, bajo esa premisa de que la educación no entra con el estómago vacío son los desayunos escolares, aunque ahora debidamente planificados y dosificados considerando el balance de proteína, carbohidrato y vitamina: una tostada bien reportada de tinga, media manzana, una porción de arroz con leche y agua de jamaica, como fue el caso del que sirvieron ayer en la primaria Guillermo Bonfil, de la colonia Nuevo Hermosillo, asentamiento humano nacido en los 80 al calor del boom industrial manufacturero que detonó la Planta Ford en el sur de la ciudad.
Ese plantel fue la sede del arranque del programa de desayunos escolares y el de la entrega de libros de texto gratuitos, otro motivo para la nostalgia porque ¿quién no se pierde en las remembranzas que despierta el olor del papel nuevecito y la tinta casi fresca cuando se abren para dispersar la fragancia del conocimiento?
Hasta aquel plantel llegó la comitiva encabezada por el gobernador Alfonso Durazo que venía -confesó- predispuesto a encontrarse con un evento acartonado pero muy pronto se dio cuenta de que esa mañana sería diferente. En la puerta del plantel lo reciben un grupo de morritos y morritas impecablemente uniformados que lo saludan y lo abrazan; le regalan un cuadro con un dibujo bastante bien logrado en el que aparece el mandatario cargando un perrito que reposa la cabeza sobre su hombro izquierdo.
Al ‘gober’ le han dado carrilla por su vocación animalista y hasta le han hecho memes en las redes sociales aludiendo a que cada vez que hay una bronca aparece recogiendo u ofreciendo un gato o un perro en adopción. Pero eso es en las redes. En la vida real, los morritos le preguntan por ese tema y ya a la hora del desayuno, uno de ellos le solicita un gato para hacerlo su mascota.
Ya en el comedor el personal de la escuela se encarga de servir los desayunos y por allí anda Lizeth Vázquez, la directora del DIF-Sonora que es la responsable de ese programa. Desde luego, el secretario de Educación y Cultura, Froylán Gámez que no se anduvo con muchos protocolos y le clavó el diente con fruición a la tostada de tinga, asumiendo que no hay nada como verificar la sazón y el valor nutrimental de los desayunos escolares. Por su cara, la tinga pasó claramente la prueba.
Rodeado de escolapios y escolapias el gobernador sostuvo una charla muy coloquial en la que les explicó en qué consisten estos programas y les reiteró lo que viene diciendo desde el inicio de su administración: que la transformación comienza en las aulas y que por ello están trabajando en garantizar el acceso y permanencia de los estudiantes en las escuelas, desde kínder hasta la universidad.
Les habló de las becas Sonora de Oportunidades para estudiantes de prepas y universidades; de las becas Benito Juárez para estudiantes de secundaria, y del más reciente programa, este puesto en marcha por la presidenta Claudia Sheinbaum: las becas Rita Cetina para estudiantes de primaria y preescolar, cuya dispersión ya comenzó y a cada niño y niña inscritos en el sistema educativo se le entregarán mil 900 pesos cada bimestre. Porque la educación no es un privilegio, sino un derecho, les dijo.
Ahí mismo les habló también del programa de uniformes escolares “que tienen una calidad similar al de la selección mexicana de futbol… no sé si sea cierto pero eso me dijo el proveedor, y me dicen que aquí hay niños que todavía traen los tenis que entregamos para el ciclo escolar pasado, lo que quiere decir que sí aguantan la carrilla”, bromeó.
Y efectivamente: uno de los niños levantó el pie por encima de la mesa luciendo el calzado del año pasado, en muy buenas condiciones. Por supuesto, se le inflamó el pecho al responsable del programa de uniformes escolares gratuitos, Rodrigo Flores Hurtado, que ha cumplido con creces la encomienda.
Ya bajo el domo de la escuela, donde la banda “Tigres” de la secundaria 31 se llevó las palmas en la ambientación marcial protocolaria, demostrando porqué arrasaron con los primeros lugares en la competencia nacional de escoltas y bandas de guerra 2025 celebrada en Michoacán, el gobernador volvió sobre sus propias nostalgias en Bavispe, aquel pueblito enclavado en lo alto de la sierra donde comenzó sus estudios en los tiempos en que no había nada de lo que hay ahora: “si un niño de Bavispe pudo, en base a sus estudios llegar a ser gobernador del estado, ustedes también pueden”, les subrayó.
Y ahí hizo el recuento: son 180 mil desayunos escolares los que se distribuyen en los planteles de Sonora, lo que suman más de 30 millones de platillos al año, y pronto se incrementarán porque se proyecta incrementar a 300 mil las raciones alimentarias en todos los planteles escolares.
En cuanto a los libros de texto, suman 3 millones 373 mil 927 para estudiantes de preescolar, primaria y secundaria; telesecundaria y educación especial.
Colofón
A propósito de nostalgias, el gobernador agarró al vuelo la participación de la directora del plantel, Silvia Guadalupe Martínez Favela, quien modificó el mantra obradorista para sugerir que “por el bien de todos, primero los niños”.
Alfonso Durazo no dejó ir la ‘bobita’ y la bateó por el centro. Explicó a los presentes que el Movimiento de Regeneración Nacional tiene entre sus principios ese, acuñado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador y que originalmente reza “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Y como en aquellos tiempos setenteros en que los desayunos escolares eran apenas un plato de avena y un pan dulce, cuando no había líneas que separaran al partido, al gobierno y al Estado, el mandatario habló de Morena, de la presidenta, del expresidente y de la necesidad de apoyarlos “porque un gobernador fuerte tiene más capacidad de gestión”.
Déjà vu en su estado más puro…
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