Una región montañosa se convirtió en el corazón de la economía ilícita, impulsada por cambios sociales, migratorios y la sofisticación de redes criminales
Fabián Sosa
El auge del narcotráfico en México tuvo mayor impacto gracias a que durante la primera mitad del siglo XX sucedió un proceso marcado por la expulsión de comunidades chinas, la adaptación campesina y la sofisticación de redes criminales y laboratorios, lo que dio como resultado el surgimiento de lo que se conoce como el Triángulo Dorado, el cual transformó radicalmente la economía, la sociedad y las rutas internacionales de drogas.
A finales de la década de 1920 y principios de 1930, en México existía una fuerte presencia de xenofobia y xenofilia, según el artículo Xenofobia y xenofilia en la historia mexicana, siglos XIX y XX, publicado enla revista interdisciplinaria del INAH.
Este mecanismo fue utilizado principalmente por personajes políticos del noroeste de México —especialmente en Sonora, Sinaloa, y en menor medida en Chihuahua y Baja California— quienes aprovecharon el nacionalismo económico para intensificar la sinofobia, es decir, el rechazo hacia las personas chinas, lo que daría como resultado un cambio en el panorama y desencadenaría el origen a las estructuras delictivas que conocemos hoy en día.
La expulsión china y el comienzo del narcotráfico

En 1926, México contaba con más de 24 mil inmigrantes chinos; para 1940, la cifra cayó a menos de 5 mil personas. Este proceso desmanteló el naciente mercado del opio para fumar, reduciendo la demanda y, en consecuencia, los incentivos para el cultivo de opio.
Entre 1932 y 1935, un funcionario de aduanas estadounidense y antropólogo a tiempo parcial afirmó que “se producía muy poco” opio en la región. Sin embargo, el escenario cambió drásticamente a partir de 1936, pues el aumento de los conflictos en Asia separó a la costa oeste de Estados Unidos de sus fuentes tradicionales de opio crudo y para fumar.
Para 1939, la guerra en Europa interrumpió incluso el suministro farmacéutico de heroína y morfina. Los consumidores estadounidenses, desesperados, recurrieron a medidas extremas: algunos comenzaron a calentar, licuar e inyectar opio puro sin procesar, mientras otros saquearon reservas de morfina en farmacias locales.
La mayoría dirigió su atención hacia el sur, específicamente a México para satisfacer sus necesidades. Esta doble demanda de opio para fumar y de morfina o heroína procesada marcó el inicio de la tercera iteración de la cadena de suministro de opio en el país, una versión que sobreviviría a la demanda inmediata y se vería reforzada por la expansión del consumo de drogas de la contracultura a partir de finales de los años 50, configurando el narcotráfico mexicano durante los siguientes setenta años.
Nueva cadena de suministro y ubicación
El fin del auge minero en la región propició que ex trabajadores se integraran al narcotráfico y la migración de cultivos a la Sierra Madre Occidental dificultó la detección policial y fortaleció las redes criminales. (Imagen ilustrativa Infobae)
En sus inicios, esta nueva cadena de suministro se centró ligeramente al sur de los antiguos campos de cultivo de Altar, en las fértiles tierras del valle del río Mayo (alrededor de Huatabampo) y del valle del río Yaqui (cerca de Buenavista). Sin embargo, la policía y los soldados podían identificar fácilmente los campos de amapola en terrenos llanos y bien irrigados.
Por ello, los traficantes optaron por trasladar el cultivo a zonas más remotas de la Sierra Madre Occidental. Para finales de la década, el cultivo de amapola se concentraba en diez municipios: Tepehuanes, Tamazula y Topia (Durango); Guadalupe y Calvo y Parral (Chihuahua); y Badiraguato, Mocorito, Cosalá, Sinaloa de Leyva y Culiacán (Sinaloa). Este espacio se conocería como el Triángulo Dorado de México.
El Triángulo Dorado ofrecía ventajas distintivas para el cultivo de drogas. Se trataba de una zona accidentada y montañosa, atravesada por valles estrechos y bajos alimentados por ríos, donde crecían las amapolas.
Los picos irregulares dificultaban el descubrimiento de estos valles. A finales de los años 30, un auge minero regional llegaba a su fin, dejando a muchos mineros pobres y desempleados en busca de nuevas fuentes de ingresos.
A pesar del aislamiento, transportar las drogas a Estados Unidos resultaba factible: al oeste de las montañas se encontraban las llanuras costeras de Sinaloa, con caminos y ferrocarriles que conectaban hasta Guadalajara y la frontera en Nogales.