15 años, según las autoridades, tiene el joven que en un mitin en Bogotá disparó a la cabeza del candidato presidencial colombiano Miguel Uribe Turbay, quien anoche se encontraba en estado de máxima gravedad. El atentado retrotrajo la larga lista de ejecuciones a candidatos y figuras de ese país, incluido el caso de la madre de Uribe Turbay, la periodista Diana Turbay, secuestrada por los grupos de Pablo Escobar Gaviria hace 35 años y muerta en el intento de rescate. Mucho invirtieron los gobiernos de derecha e izquierda para hacer creer que Colombia transitaba a un estadio que dejaba atrás la tragedia de la violencia. La vida cotidiana indicaba otra cosa. “La violencia en Colombia ha demostrado un talento extrañísimo para reinventarse”, sintetizó por ejemplo en 2021 el escritor esencial Juan Gabriel Vásquez. Los criminales se diversificaban, perfeccionaban métodos, como el de la motocicleta con un tándem conductor-tirador que pronto se adoptó en México. La desgracia de la criminalidad no se pudo erradicar con credos ideológicos, ofensivas declaradas, propaganda, programas sociales, amnistías ni abrazos. El joven de 15 años, por cierto, disparó con una pistola Baby Glock nueve milímetros, la que usó El Bart para matarme a la colombiana. Imposible no mirar los espejos.