México necesita una oposición que realmente compita con Morena en el mercado político. La falta de alternativas es dañina para el mejor desempeño de todo proceso
Tras siete años de gobiernos de la 4T, habría que preguntarse cuánto tiempo más tardará la oposición en hacer algo más que quejarse de las “perversidades” de Morena. Inventariar los errores de los ganadores o la prepotencia con la que gobiernan, es parte de la tarea de toda oposición. Pero cuando se convierte en la única estrategia para intentar atraer el voto de las mayorías, el empeño está destinado al fracaso. PAN y PRI no han cambiado absolutamente nada de las propuestas y la imagen que llevaron a los ciudadanos a darles la espalda. Podrán pasarse otros cinco años satanizando a los vencedores, pero por sí mismo eso no dignifica ni un ápice a los vencidos. La descripción de las inmerecidas e ilegítimas victorias de quien gobierna, solo da cuenta de la pobreza de recursos y posibilidades de quien perdió el poder.
Nada lo ilustra mejor que la reacción de estos días tras la jornada electoral del poder judicial del domingo pasado. La oposición ha festinado que solo hayan acudido 13 millones de mexicanos, como si eso fuera motivo de festejo para su causa. “Se quedaron con el poder judicial, pero apenas votó el 12% de los ciudadanos”; un patético consuelo para quienes carecieron de cualquier otra estrategia, más allá de la queja interminable sobre “el abuso” de Morena.
Puede entenderse que buena parte de la oposición haya estado obsesionada con Andrés Manuel López Obrador (y López Obrador con ellos). Alimentar su mutua animadversión consumió buena parte de la energía política de ambos. Pero tratándose de un segundo sexenio, en el que la fuerza en el poder reiteró con creces el triunfo en las urnas, tendría que conducir a los otros actores políticos a una revisión a fondo de las razones de su declinación. El tema central, obviamente, es la inconformidad de la mayoría de los electores con el sistema que PRI y PAN encabezaron durante tanto tiempo. Un rechazo que se dio en las presidenciales y se ha reiterado en la mayoría de las elecciones estatales. Demasiadas derrotas para seguir pensando que los mexicanos han sido manipulados por la demagogia de sus rivales y que basta desengañarlos para recuperar el poder.
Se necesita una oposición con capacidad de reinventarse, que entienda la naturaleza de la inconformidad de tantos y esté en condiciones de ofrecer propuestas alternativas a las que presenta Morena. Por el momento solo este partido ha estado en condiciones de responder con ideas y programas de cara a las exigencias de tantos mexicanos decepcionados por el sistema vigente.
Los críticos de la 4T se quejan del fin de la pluralidad que entraña el enorme poder que ha concentrado Morena, pero poco se advierte que la ausencia de opciones también tiene que ver con la pobreza ideológica y programática autoinfligida por parte de la propia oposición.
La posibilidad de una mejoría en la calidad de las propuestas de la oposición es mínima mientras se mantenga el control de estos partidos en las actuales dirigencias. Por supuesto que estos líderes desearían reconquistar el poder, pero la revolución interna que se necesita terminaría por barrer con ellos mismos. Mucho mejor para su supervivencia es un escenario en el que nada cambie. En cierta forma, la carencia de éxitos favorece la entronización de estas dirigencias: en la medida en que PAN y PRI tienen menos posibilidades de garantizar victorias, posiciones o prebendas, menos apetecidos son sus puestos por parte de actores políticos atractivos y capaces.
Me preocupa que algo similar esté pasando en buena parte de la comunidad crítica, periodística e intelectual. Más allá del “enganche” que experimentaron con López Obrador, en parte en respuesta a señalamientos directos del propio presidente, me parece que se ha viciado la capacidad crítica de nuestros analistas para procesar los tiempos turbulentos que estamos viviendo. Se supone que la calidad intelectual reside, entre otras cosas, en la posibilidad de pensar en medio de la complejidad, bajo el entendido de que la realidad está plagada de matices, muchos de ellos mutuamente contradictorios. La ignorancia suele expresarse a partir de verdades absolutas y categóricas.
La reiteración al infinito de columnas de análisis destinadas a describir la villanía de Morena y la “deriva” autoritaria del gobierno de la 4T, ha terminado por caricaturizar la lectura de un proceso que es mucho más complejo, sembrado de pliegues, con avances y retrocesos y sujeto a una diversidad de impulsos. En los textos de muchos colegas hay una uniformidad preocupante. Columnas en las que el mayor esfuerzo reside en encontrar los argumentos de la semana para endosar las mismas etiquetas desde hace seis años. Una vez que se usan cartuchos de “último recurso” con descripciones extremas como dictadura, totalitarismo, catastrófico, destrucción de la democracia, etc., no hay posibilidad de escapar del terreno de las sentencias y regresar al del análisis de la complejidad.
Las razones por las cuales gobierna Morena y la valoración de su desempeño están cargadas de claroscuros. No puede ser de otra manera habida cuenta los éxitos políticos y electorales y las dificultades económicas y los problemas que hoy existen. Podemos diferir en la gama de grises, pero no hay conversación posible, ni comprensión honesta, cuando se describe un panorama en blancos o negros absolutos.
México necesita una oposición que realmente compita con Morena en el mercado político. La falta de alternativas es dañina para el mejor desempeño de todo proceso. Y lo mismo puede decirse de la lectura diaria de la realidad. La opinión pública necesita alimentarse de visiones incluyentes que den cuenta de una situación compleja y cambiante, sujeta a tantas pulsiones internas y externas. Caricaturizarla impide pensar alternativas y nos deja atrapados en la indignación pasiva o en el consuelo de la victoria pírrica del odiado adversario.
En cierta forma la ausencia de una crítica profesional y una oposición capaz está perjudicando a la 4T. Sus aciertos y desaciertos carecen de una tribuna o un espacio efectivo para su revisión y discusión. Lo que tenemos simplemente es discurso político al que se responde con discurso político. Propaganda contra propaganda; muy poco alimento para generar una opinión pública consciente y responsable, mucho menos un sistema político saludable. En nada ayuda la encumbrada soledad de Morena.