Hay gringos compasivos que dejan, en la arena candente del desierto de Arizona, un galón de agua, o unas latas de carne, para que los emigrantes latinoamericanos que han cruzado clandestinamente la frontera, y que tratarán de inventarse una nueva vida en Estados Unidos, beban y se alimenten. Estos gringos son el antídoto contra el trumpismo. El gesto de ayudar a esas personas miserables que los gobiernos del primer mundo persiguen con especial saña, nos invita a seguir creyendo en la especie humana. Luego está la contraparte: la patrulla fronteriza incauta todo el tiempo los galones y las latas, mientras un juez pone una multa de 250 dólares al que, sin más vicio que la compasión, dejó ahí los bastimentos.
Esto que pasa desde hace años en el desierto de Arizona y también pasa, de otra forma, en Europa: el ciudadano común tiende la mano al emigrante necesitado, mientras las fuerzas de los Estados democráticos europeos lo persiguen para encerrarlo en un patio con el perímetro alambrado. Algo ha volado dramáticamente por los aires, en las sociedades democráticas, cuando el ciudadano protege a aquellos que el Estado persigue. Claro que también están los que prefieren a los emigrantes encerrados en ese patio alambrado.
Decenas de miles de personas desplazadas por la guerra, la de Siria por ejemplo, improvisan diariamente una ruta a través de los Balcanes para llegar a Europa. Para orientarse en ese viaje infernal que hacen a pie, con sus hijos y sus cosas a cuestas, utilizan el GPS de sus teléfonos móviles. El emigrante del siglo XXI depende de su teléfono, para saber el camino y para conectarse con las redes sociales que le proponen rutas alternativas y le avisan en qué zona del bosque se agazapa la policía. Así como en el desierto de Arizona la gente compasiva deja agua y comida, los ciudadanos compasivos de Europa tiran un cable en medio del bosque, con una regleta de enchufes para que los emigrantes recarguen la batería de sus teléfonos. Esos enchufes en medio del bosque, esas latas y esos galones de agua son la luz. Sin ellos la oscuridad sería total.