La tragedia no bastó. El pasado 17 de mayo, el buque escuela Cuauhtémoc colisionó con una estructura del puente de Brooklyn, en Nueva York. La cadete América Yamilet y el marinero Adal Jair perdieron la vida. Fue un accidente doloroso que exige respeto, duelo y prudencia. Pero para la oposición, toda desgracia es oportunidad. Ni la muerte les merece silencio, ni el dolor les inspira mesura. Antes de que iniciara siquiera la investigación oficial, ya estaban buscando culpables, atacando al gobierno y buscando ensuciar la memoria de quienes perdieron la vida cumpliendo con su deber.
Sin información de ningún tipo y sin sensibilidad, lanzaron acusaciones infundadas contra la Secretaría de Marina, una de las instituciones más nobles al servicio del Estado mexicano. No les importó el dolor de las familias, ni la verdad, ni la dignidad del servicio naval. Convirtieron el luto en munición política. Como en tantas otras ocasiones, respondieron a la tragedia con mezquindad. No entienden la diferencia entre el disenso legítimo y la manipulación. Para ellos, todo es guerra y todo se vale.
La campaña fue inmediata: redes sociales, opinadores profesionales, medios alineados. Acusaciones de negligencia, insinuaciones de encubrimiento, comparaciones absurdas. Nada sustentado, prudente ni humano. Ignoraron que la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte (NTSB) de Estados Unidos apenas comenzó la investigación. Que el informe preliminar se espera en 30 días y que el análisis completo tomará más de un año. Lo que menos les interesa es entender lo que pasó: lo único que buscan es sacar ventaja.
Tampoco mencionaron que, según la legislación de Estados Unidos, el buque escuela era conducido por un operador estadunidense. La omisión no es casual: el contexto estorba cuando hay una narrativa lista para explotar. Y en esa narrativa, el gobierno siempre es culpable y el dato siempre es irrelevante.
Lo cierto es que no buscan justicia ni verdad. Lo que buscan es golpear. Golpear al gobierno, a la Presidenta y al proyecto de transformación. Pretenden deslegitimar la elección judicial, sembrar desconfianza en las instituciones y reinstalar la narrativa del colapso. No tienen propuestas, liderazgo ni credibilidad. Por eso recurren a la calumnia. Por eso apuestan al desastre. Les duele no tener al pueblo de su lado y haber sido repudiados, así que apuestan a que todo fracase.
A su cruzada se suman los de siempre: la comentocracia, los opinadores de consigna, los que escriben libros con más adjetivos que pruebas. Se disfrazan de demócratas, pero su discurso está lleno de clasismo, odio y desprecio.
Frente a eso, hay que dejarlo claro: quienes creemos en la justicia y en la transformación no usamos el dolor para hacer política. Expresamos nuestra solidaridad con las familias de América Yamilet y Adal Jair, así como con quienes resultaron heridos. Agradecemos su vocación de servicio y su entrega a la patria. Y reconocemos con firmeza a la Armada de México, institución ejemplar del Estado mexicano.
La oposición sigue moralmente derrotada. Sus ataques no persuaden. Sus palabras no conmueven. Su oportunismo no genera confianza. Quieren erosionar un proyecto, pero solo desgastan lo poco que les queda de legitimidad. La sociedad no es ingenua. Sabe distinguir entre crítica y carroña. Y sabe quién está del lado del país y quién solo espera que se hunda.
Apostar contra México tiene consecuencias. Y ellos ya las están pagando.