Parte 3: el saqueo de agua en manos del crimen organizado
Mientras miles de comunidades padecen escasez, grupos criminales roban agua a través de pozos ilegales, tomas clandestinas y redes de corrupción
Rubi Martinez / MILENIO
El acceso a agua potable es profundamente desigual a lo largo y ancho de México. Mientras en algunas zonas las y los habitantes mantienen un suministro constante —incluso para uso comercial e industrial—, en otros lados del país cientos de comunidades deben racionar cada gota, depender de pipas o recorrer kilómetros para llenar cubetas.
Esta brecha se ha agravado en los últimos años con la sobreexplotación de acuíferos, el crecimiento descontrolado de la agroindustria y el desvío ilegal del recurso vital. En este contexto, el robo de agua ha encontrado terreno fértil para crecer.
En entregas anteriores, MILENIO explicó cómo los cárteles de drogas han incursionado en actividades delictivas que afectan directamente al medio ambiente.
Aunque hay pocos datos sobre el huachicoleo hídrico, en los últimos años se ha documentado como el agua se ha convertido en uno de los nuevos botines del crimen organizado. Aquí te explicamos lo que ocurre.
Del petróleo al agua: el crimen organizado cambia de objetivo
Como en un inicio ocurrió con el petróleo, ahora el huachicoleo ha migrado al recurso más valioso del siglo XXI: el agua.
Aunque distintas organizaciones criminales como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL) e incluso el Cártel de Sinaloa —acorde con la Red de Control de Delitos Financieros (FinCEN, por sus siglas en inglés)— continúan al frente del robo de hidrocarburos, el agua se ha convertido en un nuevo recurso estratégico que grupos criminales buscan controlar.
Pero la incursión del crimen organizado a esta actividad ilícita no es casual.
En entidades clave como Michoacán, Estado de México y Jalisco, el agua se ha convertido en poder territorial: permite mantener cultivos ilegales, abastecer agroindustrias protegidas por los propios cárteles y, en muchos casos, extorsionar a comunidades o gobiernos locales mediante el control del suministro.
A diferencia del robo de combustible, el huachicoleo de agua suele pasar desapercibido.
Las tomas clandestinas en pozos, el desvío de ríos o la explotación ilegal de concesiones se camuflan o se protegen con documentos falsificados. En algunos casos, incluso operan bajo la cobertura de empresas aparentemente legales con nexos en gobiernos municipales o estatales.
Tomas clandestinas, pozos ilegales y redes de corrupción
El Fondo para la Comunicación y la Educación Ambiental (FCEA) define el huachicoleo de agua como la explotación, el uso y aprovechamiento de aguas nacionales, sin el título de concesión o asignación correspondiente.
El robo de agua puede tomar distintas formas: desde pozos perforados sin autorización en zonas sobreexplotadas, hasta tomas clandestinas instaladas en sistemas municipales o estatales de distribución.
En otras regiones, especialmente del norte y occidente del país, se ha detectado la apropiación y desviación de ríos completos hacia predios privados, mediante obras hidráulicas ilegales o el uso de maquinaria pesada que opera sin supervisión ambiental.
Derivado de estas acciones, la Comisión Nacional de Agua (Conagua) continuamente lleva a cabo acciones para combatir la explotación ilegal del recurso hídrico.
No obstante, al igual que ocurre en otros sectores, en casos relacionados a la extracción ilegal del agua se han reportado casos de corrupción.
Agua para sembrar: el saqueo que no cesa
Reportes periodísticos refieren que el robo de agua suele estar usualmente vinculado con actividades agrícolas o ganaderas a gran escala, mientras que otros han sido tomados por grupos criminales para sostener cultivos ilícitos o abastecer territorios bajo su control.
En la entrega anterior, MILENIO explicó cómo grupos criminales como Los Zetas, La Familia Michoacana, Los Caballeros Templarios, Cárteles Unidos y el CJNG incursionaron en el negocio del aguacate en Michoacán.
Además de la extorsión, los grupos criminales también son responsables del despojo de tierras fértiles e incluso zonas protegidas, que más tarde convierten en áreas ideales para el cultivo del llamado ‘oro verde’.
Dicha actividad ilícita ha sido vinculada de manera directa con el huachicoleo de agua, toda vez que se requieren aproximadamente mil litros de agua para producir un solo kilogramo de aguacate.
Estudios de la División de Agricultura y Recursos Naturales de la Universidad de California (UCANR, por sus siglas en inglés) refieren que el árbol de aguacate posee un sistema de raíces poca profundas, pero requiere del liquido vital constantemente.
“En los días más cálidos del verano, se debe regar cada siete o 10 días con un sistema de goteo. El árbol puede necesitar de 45 a 60 galones de agua por día, dependiendo de la zona climática y de las características del suelo”, destacaron en un artículo.
Impacto ambiental del huachicoleo de agua
El robo de agua no solo genera ganancias para el crimen organizado: también profundiza la crisis hídrica nacional, desplaza a comunidades, contamina fuentes naturales y deteriora ecosistemas que ya enfrentaban estrés hídrico por el cambio climático y la expansión agrícola desmedida.
Otra cara del fenómeno está directamente relacionada con las comunidades indígenas, quienes históricamente han sido guardianas de los territorios y de los recursos naturales, incluidos los sistemas tradicionales de agua.
Sin embargo, en los últimos años, también se han convertido en víctimas directas del huachicoleo hídrico, tanto por el despojo del recurso como por la violencia asociada a su defensa.
En la próxima entrega, MILENIO explicará la crisis de biodiversidad, otra cara del crimen ambiental que también ha sido vinculada a cárteles de drogas: ¿qué especies se encuentran amenazadas por las actividades del narco?