Mientras Estados Unidos observa con recelo, los países de la región se debaten entre aprovechar el empuje económico del gigante asiático y preservar su margen de soberanía política y tecnológica.
Con América Latina dilucidando entre las inversiones y su autonomía, Pekín será el escenario de un nuevo capítulo en la creciente relación chino-latinoamericana, marcada por multimillonarios proyectos en energía, litio e infraestructura en el IV Foro China-Celac.
Mientras Estados Unidos observa con recelo, los países de la región se debaten entre aprovechar el empuje económico del gigante asiático y preservar su margen de soberanía política y tecnológica.
El próximo 13 de mayo se celebrará en la capital china el IV Foro Ministerial China–Celac, en el que se espera la participación de ministros de Relaciones Exteriores y delegaciones de alto nivel de más de treinta países.
El foro se da en un contexto en el que China se consolida como el segundo mayor inversor extrarregional en América Latina, por detrás de Estados Unidos, y como el principal socio comercial de varios países como Brasil, Chile y Perú.
El giro económico de la región hacia Asia, y especialmente hacia China, ha sido profundo en la última década. No solo se ha intensificado el comercio de productos primarios -como cobre, soja o carne- sino que también se ha ampliado hacia inversiones estratégicas en sectores como energía limpia, minería crítica, infraestructura portuaria y tecnología digital.
Este desplazamiento del centro de gravedad económico no ha pasado desapercibido para Washington.
Según el académico chileno Fernando Reyes Matta, experto en relaciones chino-latinoamericanas, “China no es solamente un socio comercial; es un actor estructural en la transformación productiva de América Latina”.
En diálogo con EFE, Reyes Matta señala que Estados Unidos interpreta con desconfianza el creciente involucramiento chino en la región.
“Cuando China invierte en infraestructura o telecomunicaciones, Washington lo ve como una amenaza bajo la lógica del doble uso, es decir, que pueda tener aplicaciones militares o estratégicas”.
Brasil lidera el vínculo
China es desde 2009 el principal socio comercial de Brasil, país que se ha convertido en su mayor proveedor de alimentos. La soja es el emblema de esta relación, pero el vínculo se extiende a inversiones en energía, automóviles eléctricos, telecomunicaciones y transporte ferroviario.
Según el Consejo Empresarial Brasil-China, las inversiones chinas acumuladas ya superan los 70.000 millones de dólares, una cifra que podría aumentar tras los acuerdos que Brasil espera cerrar en este foro. También se exploran alianzas en el sector nuclear y en proyectos verdes vinculados a la transición energética.
Argentina busca oxígeno financiero
El caso de Argentina es paradigmático. Pese a las declaraciones iniciales del presidente Javier Milei, quien durante su campaña rechazó hacer negocios con “comunistas”, su Gobierno ha adoptado un tono más pragmático.
China es un acreedor clave: en 2023 renovó con Argentina un acuerdo swap de divisas por 18.570 millones de dólares, del cual ya se han utilizado 5.000 millones.
Además, empresas chinas lideran inversiones en litio, hidroeléctricas y sectores tecnológicos. Aunque aún ocupa el puesto once entre los mayores inversores del país, el crecimiento es constante y sostenido.
Chile: alianzas y tensiones
Chile fue el primer país sudamericano en firmar un tratado de libre comercio con China y actualmente el gigante asiático absorbe el 37 % de sus exportaciones, que incluyen cobre, frutas, carne y productos forestales, mientras que a su vez recibe inversiones chinas en sectores como minería, energía y transporte.
Sin embargo, recientes fricciones -como ataques a infraestructura china en el sur del país y cuestionamientos de EE.UU. a proyectos astronómicos chinos- han generado incomodidad diplomática. Aun así, el Gobierno de Gabriel Boric mantiene una agenda activa de cooperación con Pekín.
Perú y el puerto que conecta con Asia
La relación entre Perú y China se ha fortalecido significativamente con la inauguración del megapuerto de Chancay, financiado con capital chino y diseñado para conectar directamente Sudamérica con los mercados asiáticos.
Las exportaciones peruanas a China, impulsadas por el cobre y productos agroindustriales, superaron los 25.000 millones de dólares en 2024. Además del puerto, las inversiones chinas abarcan energía, transporte y proyectos mineros de gran escala.