En su nuevo libro, Ted Genoways explora la dramática vida del enigmático empresario que revolucionó la industria de la bebida en México.
J. D. Biersdorfer / The New York Times
En lo que respecta a establecer una marca personal, aparecer en varias listas de éxitos no es una mala estrategia. Por citar solo uno, la canción country de Shelly West de 1983: “José Cuervo, you are a friend of mine/I like to drink you with a little salt and lime” (José Cuervo, eres amigo mío/ me gusta beberte con un poco de sal y limón).
Pero hay una vida compleja detrás de este nombre, tan a menudo utilizado en las cancioncillas estadounidenses sobre el exceso de alcohol, y en Tequila Wars: José Cuervo and the Bloody Struggle for the Spirit of Mexico, el autor Ted Genoways, ganador del premio James Beard, ha cavado hondo para encontrarla.
“José Cuervo es posiblemente el nombre más famoso de la historia de México, pero debido a su propia reticencia y cautela, a la ausencia de documentación en archivos públicos y privados, y al hermetismo de su comunidad y al paso del tiempo”, escribe Genoways, “mucha gente hoy en día ni siquiera se da cuenta de que fue una persona real.” Su densa biografía de José Cuervo Labastida y Flores es un relato complejo que detalla las relaciones de Cuervo con los productores rivales de tequila y sus esfuerzos por sobrevivir en una época políticamente inestable.
Al recurrir a archivos familiares, periodísticos, gubernamentales y universitarios, así como a los retazos de correspondencia profesional y personal de Cuervo, Genoways es capaz de pintar un retrato matizado de una figura esquiva. Los recuerdos recogidos por Guadalupe Gallardo González Rubio, sobrina de Cuervo, proporcionan muchos de los pasajes más coloridos del libro (incluidas raras viñetas de felices momentos familiares), aunque, como advierte Genoways, sus “relatos adornados, sensibles y maravillosamente detallados, de manera frustrante, también carecen de datos básicos”, como fechas exactas.
Tequila Wars comienza con una recreación de la huida a caballo de Cuervo de su mansión de Guadalajara en 1914, esto tras recibir la noticia de que el ejército revolucionario de Pancho Villa va de camino para detenerlo por apoyar al bando equivocado en la caótica guerra civil en México. Tras una breve parada para soplar un trago de tequila en las fosas nasales de su exhausto corcel (representado aquí como una cura popular para el dolor de cascos equino), Cuervo se esconde.

sTras ese dramático comienzo, el libro adopta un tono biográfico más convencional, remontándose a la entrada de la familia Cuervo en 1758 en el negocio de los licores en el Valle de Tequila, destilando el vino mezcal elaborado a partir de las plantas de agave azul de la región. Aunque un heredero descalificó más tarde a Cuervo como “un hombre agradable, no un gran hombre de negocios”, Genoways sostiene que en realidad fue “un activo y agresivo moldeador de su momento y su entorno: como innovador tecnológico, magnate de los negocios y quizá, sobre todo, como agente de poder político”.
Cuervo trabajó para conseguir una línea de ferrocarril hasta el valle, para ampliar su red de distribución. Más tarde, convenció a los destiladores rivales para que se unieran en una alianza empresarial “estructurada al estilo de los ‘kartells’ alemanes” para controlar los precios, la producción y la distribución de sus productos.
Ahora que las relaciones comerciales entre México y Estados Unidos vuelven a estar de actualidad, el examen que hace el libro del tráfico ilegal de Cuervo a través de la frontera durante los años de la Ley Seca se siente como el presagio que es: “Las antiguas rutas de contrabando de tequila —y el modelo de cártel de exploración del mercado negro— fueron tomadas por el narcotráfico” tras la aprobación de las leyes que prohibían los estupefacientes en la década de 1930.
Los esfuerzos de Cuervo dieron sus frutos con el reconocimiento y las ventas internacionales. Durante los años de la Primera Guerra Mundial, su floreciente negocio suscitó un escrutinio aún mayor por parte del gobierno estadounidense, que vigilaba su sistema de distribución de tequila por temor a que traficara con armas para los enemigos de Estados Unidos. Como informa Genoways, “mientras duró la guerra, José Cuervo fue enemigo oficial de Estados Unidos”, un dato omitido en la mayoría de las odas musicales modernas.
Pero es una guerra paralela, la Revolución mexicana que tuvo lugar entre 1910 y 1920, la que tendría un mayor impacto en la fortuna de Cuervo y la que proporciona gran parte de la tensión del libro. En estos capítulos, los merodeadores dañan repetidamente las líneas ferroviarias y destruyen sus propiedades; a veces puede resultar difícil seguir la pista de quién está quemando qué, aunque las fotografías de época y varias ilustraciones ayudan a seguir la pista de los protagonistas de este violento drama.
Tras sobrevivir a las guerras, Cuervo murió repentinamente, a los 51 años, en 1921, y fue alabado con obituarios positivos, aunque extrañamente ambiguos. Genoways ofrece su propio epitafio: “Su nombre está inscrito en la tumba familiar —bajo la misma calavera y los huesos cruzados donde estaba enterrado su padre— pero, lo que es más importante, su nombre está inscrito en millones de botellas cada año, llevando su fama desde su Tequila natal al resto del mundo”.
Si se mantiene la observación de Terry Pratchett de que “un hombre no está muerto mientras se siga pronunciando su nombre”, José Cuervo vivirá en el futuro inmediato, y gracias a Ted Genoways, como algo más que una marca.
Enlace: https://www.nytimes.com/es/2025/05/10/espanol/cultura/jose-cuervo-tequila.html