Justo en el momento en que la derecha asalta el poder en el mundo y vemos a los pueblos votar por sus tiranos, en México, luego de dos victorias sucesivas, se consolida y profundiza la cuarta transformación.
Justo cuando presenciamos el colapso político y ético de las izquierdas en América Latina y en Europa, aquí la que se hunde es la derecha. Y se hunde pese a que el poder económico y el poder mediático, que le permitieron controlar al país casi cuatro décadas, mantienen intacta toda su fuerza.
¿Por qué en este tiempo de canallas México es la excepción?
Porque aquí está en marcha un movimiento revolucionario, que a diferencia de otros que se han producido en la historia, no plantea la exclusión de una clase social y no apuesta ni a la eliminación de sus enemigos ni a la creación de un nuevo aparato de dominación.
Porque aquí se ha establecido una “gran alianza” —como la define Claudia Sheinbaum Pardo en su carta a Morena— integrada por “personas de diversos orígenes, de diferentes sectores sociales” unidas por el objetivo común de “transformar a México por la vía pacífica y electoral para dejar atrás el modelo de corrupción y privilegios y construir el bienestar y la felicidad de nuestro pueblo”.
Una “gran alianza” que no ajusta la realidad a su doctrina. Que no trata de implantar en ella sus dogmas ideológicos. Que reconoce y asume la complejidad cultural y social de México. Que ama la diversidad de lo humano y a la que mueve un impulso ético primordial, el mismo que a nuestro pueblo le ha permitido sobrevivir; el amor que le hace tender la mano a quien más lo necesita.
Una “gran alianza” a la que inspira, mueve, rige el humanismo mexicano; una manera de pensar y ver el mundo, de plantarse en él, que, aunque abreva de fuentes conocidas, es radicalmente distinta a las mismas y tan nueva que apenas se comienza a reconocer su originalidad, a teorizar sobre ella, a nombrarla.
Una “gran alianza” con un partido-movimiento que es la expresión concreta de esta nueva forma de concebir, de hacer —con la convicción de que “por el bien de todos, primero los pobres”— posible la revolución.
Una revolución que es la suma de las otras tres grandes revoluciones que se han producido en nuestro país, que rescata y se nutre de la sabiduría de nuestras culturas originarias, que se produce en libertad, en la que cabemos todas y todos y que es ejemplo y esperanza para los pueblos del mundo.