El expresidente priista acusa al gobierno de Morena de “destruir la democracia” e instaurar un “régimen autoritario” y la presidenta saca a relucir la crisis de los noventa y el rescate bancario
Carmen Morán
El expresidente Ernesto Zedillo le ha puesto un poco de salsa picante a la política interna mexicana con la publicación de un artículo de tintes apocalípticos en el que habla de la “muerte de la democracia” en México, sustituida, dice, por una “tiranía sucia” con los gobiernos de la Cuarta Transformación, como se hacen llamar el anterior y el actual de Claudia Sheinbaum. La publicación de ese texto en Letras Libres ha seguido con otras cartas a la presidenta del mismo tono que han revuelto las aguas en Palacio Nacional, donde se le ha tachado irónicamente de “paladín de la democracia”. Las diatribas de Zedillo las suscita la polémica reforma de la justicia en su país, que el 1 de junio ha convocado a las urnas para elegir a jueces y magistrados por voto popular. El demoledor discurso del expresidente viene a mover un avispero que estos días andaba calmado, con la oposición a medio gas y el país arropando a la presidenta ante los peligros que para la economía pueden suponer los inciertos pasos del presidente Donald Trump, así como su desprecio por los migrantes.
La reforma judicial es el punto más débil estos días en la política doméstica mexicana, con el descubrimiento diario de nuevos personajes que se postulan para ser jueces con un polémico pasado detrás, cuando no corrupto o criminal. Esa fue una de las grandes advertencias que se hizo al gobierno al plantear la modificación en la elección de magistrados y todo indica que el asunto no hará más que arreciar hasta las elecciones de junio o más allá. A pesar de ello, la oposición sigue con el pulso muy débil desde que Sheinbaum subió al poder y el delicado escenario de confrontación con Trump y sus inopinados requerimientos no han animado a los partidos opositores a hacer mucho ruido. La voz de Zedillo, publicada en un medio de alcance internacional, se ha oído, sin embargo, alta y clara. Y ha levantado ampollas en la presidencia, máxime en estos días en que el empresariado, que había criticado con dureza la reforma judicial porque consideraba que restaba garantías a futuras inversiones, comparte ahora con la presidenta un único afán: frenar las embestidas comerciales de Trump.
Sheinbaum ya ha anunciado que informará cumplidamente en una Mañanera sobre el caso Fobaproa, el fondo bancario creado en 1990 para proteger los ahorros de los mexicanos, que Zedillo utilizó -se han apresurado a comentar diversos medios de comunicación- para rescatar a empresarios y banqueros en la crisis económica que sacudió su mandato, de 1994 a 2000. Además de las fortunas que salieron del país y el enriquecimiento de algunos magnates alertados con antelación de los planes del gobierno para devaluar la moneda, “se perdieron miles de empleos, se aumentó la deuda con Estados Unidos y se favoreció al capital”, repiten algunos periodistas y comentaristas. Palabras más, palabras menos son las que ha dicho la presidenta y las que parece que va a repetir. A Zedillo también le han recordado que en su sexenio se dieron algunas masacres de indígenas, como la de Aguas Blancas, en 1995, o la de Las Abejas, en 1997. La polarización se ha dejado sentir: en otros medios de tono más conservador se han hecho propias las palabras de Zedillo.
El expresidente ha preferido recordar en esta ocasión los “atropellos” que el partido en el poder, Morena, ha puesto en marcha para sacar adelante cambios en la Constitución, así como la propia reforma judicial, que diseñó Andrés Manuel López Obrador antes de concluir su mandato “para destruir la independencia y el profesionalismo del poder judicial mexicano”, así como otras medidas que “completarán la tarea de demoler nuestra joven democracia”. El exmandatario ha propuesto una auditoría internacional e independiente para revisar algunas de las medidas de López Obrador, como la paralización del aeropuerto de Texcoco que ya estaba en marcha, el proyecto del Tren Maya y sus perjuicios medioambientales y la construcción de la refinería de Dos Bocas. Deja fuera la gestión de la pandemia porque ya se ha demostrado, dice, “la criminal incompetencia del Gobierno en dicho manejo”.
Con las espadas en alto, la polémica ha sacado a la luz las pensiones de los expresidentes y lo que perciben de otros organismos. La presidenta Sheinbaum ha contraatacado con pedir al banco de México que informe de una pensión vitalicia que tiene Zedillo de 143.000 pesos mensuales por parte de ese organismo, a lo que Zedillo ha respondido que no se avergüenza de ello, y que se negoció ya estando él fuera del gobierno. De nuevo, López Obrador se ha convertido en el saco terrero al insinuar Zedillo posibles recursos opacos que puede recibir el expresidente morenista, razón por la cual, explica, se ha eliminado el organismo de Transparencia (INAI).
Las redes sociales, donde se mueven estos encontronazos políticos que a veces pasan inadvertidos para el gran público, han puesto de moda estos días un mensaje con algunas de las preguntas que, en su día, dejó López Obrador contra Zedillo: sobre el Fobaproa y la deuda pública, sobre su reforma de las pensiones “en donde el trabajador, al jubilarse, no recibirá ni el 50% de su salario” o por qué privatizó las vías férreas y dejó al país sin trenes de pasajeros, que quedaron en manos de uno de los grandes magnates del país, Germán Larrea y su Grupo México, para exclusiva carga de mercancías. A Zedillo también le está lloviendo y habrá más Mañaneras.
El expresidente dice haberse sentido impelido a romper su silencio porque él mismo fue “parte de la construcción de la democracia hoy asediada” por tan “histórico atropello”. “La amplia puerta hacia el autoritarismo que el gobierno de Morena ha construido mediante una serie de actos ilegales y antidemocráticos se está usando sin pudor alguno. Esto es claro en el caso de la reforma judicial”, afirma en uno de sus escritos.
A pesar de haber tildado el actual sexenio y el anterior de “régimen autoritario y corrupto” todavía las formas parecen distintas en la respuesta que ha encontrado por parte de la presidencia. Hay quienes imaginan un talante bien diferente si el presidente agredido con estas declaraciones hubiera sido López Obrador, más dado a chistes y mofas contra sus adversarios. Fue él quien moldeó a un enorme villano cada mañana en sus arremetidas contra Felipe Calderón. Y tampoco Zedillo se libró del desastre para México que, a juicio del expresidente, había creado el pasado “régimen neoliberal”.
Zedillo no ha querido eludir una crítica a su partido, el PRI, de quien salva la “estabilidad política que trajo el dominio de un partido único” y el “progreso económico y social”, pero también el “alto costo de un ejercicio del poder arbitrario, sin controles ni contrapesos adecuados por parte del Congreso ni del poder judicial”. En efecto, es difícil criticar a los actuales gobiernos por boca de anteriores mandatarios, en cuyos sexenios se cometieron algunas de las tropelías y masacres que jalonan la historia reciente de México. Ese pasado está todavía muy presente en la memoria colectiva de los mexicanos, que aún buscan a desaparecidos o a los que “el profesionalismo” de la justicia que menciona Zedillo aún no ha reparado los crímenes de Estado ocurridos lustros atrás. El estrepitoso fracaso en las elecciones del PRI y del PAN se debe en gran medida a un descontento amontonado durante años entre los mexicanos, que aún hoy mencionan en las encuestas al partido de Zedillo como el menos sugerente para emitir un voto.
La imagen de Claudia Sheinbaum goza estos días de una fortaleza extraordinaria entre sus conciudadanos y se necesitará algo más que unas declaraciones de Zedillo para cambiar eso. Pero la reforma judicial se ha convertido en una piedra en el zapato que dará mucha lata política en las semanas venideras. El expresidente priista que sustituyó en el cartel presidencial al malogrado Luis Donaldo Colosio en 1994, ha venido a poner sal a la apagada política doméstica mexicana.