Cada año, cada francés consume una media de 33.5 kg de productos del mar. Sin embargo, detrás de esta “abundancia” se esconde un abismo ecológico y económico, alimentado por la pesca industrial.
Mamy Nirina Rolland / Meteored Francia
Cuando hablamos de pesca, todavía imaginamos barcos en el mar y redes tiradas a mano. La realidad es muy distinta: hoy la pesca es un sistema industrial globalizado, intensivo en energía y mecanizado, a menudo desconectado del ritmo de vida.
Los hechos son claros: el 90 % de las poblaciones de peces del mundo están totalmente explotadas o sobreexplotadas. En otras palabras, pescamos o bien en el límite de la renovación posible, o bien más allá, atacando directamente el capital biológico, sin abandonar sus intereses.
¿Qué es exactamente la “sobrepesca”?
La sobrepesca no es, como a menudo se cree, simplemente el acto de capturar más peces de los que el mar produce naturalmente. Según Didier Gascuel, profesor del Instituto Agro de Rennes, esto ocurre principalmente cuando se utilizan demasiados barcos y se gasta demasiada energía para capturar una cantidad de peces que al final disminuye.
En otras palabras, más esfuerzo, menos resultados: un absurdo económico tanto como un callejón sin salida ecológico.
Este expolio cuesta anualmente 83,000 millones de dólares, o 76,000 millones de euros, en pérdidas económicas, cifra revelada por Astrid Puentes Riaño, relatora especial de la ONU. No sólo estamos vaciando el océano, sino que lo estamos haciendo con pérdidas.
Las capturas mundiales se han estancado durante 30 años en alrededor de 90 millones de toneladas por año, mientras que la proporción de poblaciones sobreexplotadas continúa aumentando. Un círculo vicioso, destructivo e ineficaz.
Una vez más, la sobrepesca no se limita a volúmenes excesivos. Se basa en métodos industriales particularmente destructivos, como la pesca de arrastre de fondo, que raspa los hábitats marinos como una excavadora, destruyendo corales, viveros y sedimentos.
Este modelo absurdo recuerda un error bien conocido en el mundo financiero.
Consume el interés, no el capital
En el ámbito económico, nadie discute que vender el propio capital para financiar los propios gastos es un disparate a largo plazo. En el mar, sin embargo, esto es lo que hacemos: no vivimos de intereses, sino que nos beneficiamos del capital.
Las consecuencias son visibles: el colapso de las reservas de bacalao en los bancos de Terranova en los años 90 es un ejemplo emblemático. Incluso después de detenerse la pesca, las poblaciones de peces nunca se recuperaron.
¿Qué pasa en países como Francia?
En materia de protección marina, Francia tiene grandes ambiciones, pero tarda en materializarlas. Oficialmente, más del 33% de sus espacios marítimos se benefician del estatus de área marina protegida (AMP). Sin embargo, detrás de este halagador espectáculo, la realidad es mucho menos brillante: sólo el 4% de estas áreas marinas están actualmente realmente reguladas para preservar la biodiversidad, según criterios reconocidos internacionalmente.
La paradoja es aún más evidente porque Francia tiene la segunda zona económica exclusiva más grande del mundo. Pero lejos de dar ejemplo, tolera prácticas industriales destructivas en la mayoría de sus AMP, como la pesca de arrastre de fondo y la pesca con red danesa, métodos que son explícitamente incompatibles con la noción de protección estricta definida por la UICN.
Peor aún, el 12.5 % de las AMP francesas no imponen restricciones adicionales en comparación con las aguas abiertas. El resultado: estos “parques de papel” sirven más como herramientas de comunicación que como verdaderos baluartes contra el colapso de la vida marina.
Incluso santuarios emblemáticos como Pelagos en el Mediterráneo, que se supone protegen a los cetáceos y hábitats críticos, reciben la visita cada año de más de 240 barcos pesqueros, la mayoría de ellos arrastreros industriales.
Francia, a pesar de su activismo diplomático en la escena internacional, aún está lejos de aplicar en el mundo marítimo las reglas de prudencia y de control estricto que se imponen desde hace tiempo en el sector financiero.
¿Qué soluciones?
A la luz de las lecciones de la crisis financiera de 2008, las finanzas nos han enseñado que no basta con multiplicar “estatus” o “garantías”: necesitamos reglas claras, estrictas y controladas. Esto es precisamente lo que falta hoy en día en la gestión de los océanos y lo que los expertos de Greenpeace, el CNRS y la UICN recomiendan que se ponga en práctica sin demora. A continuación se indican algunos pasos clave:
- Paso 1: alinear la definición francesa de “protección fuerte” con los estándares internacionales. Esto significa prohibir definitivamente toda pesca industrial en las AMP y reservar estas áreas únicamente para actividades compatibles con la restauración de los ecosistemas. En finanzas, distinguimos entre activos seguros y activos tóxicos; En el mar, es hora de separar radicalmente las zonas a preservar de las zonas de explotación.
- Paso 2: garantizar un 10% de protección estricta en cada fachada marítima de Francia y no concentrar los esfuerzos en los territorios más aislados como los Territorios del Sur. Es en las zonas costeras explotadas donde se produce la regeneración de las poblaciones de
- Paso 3: Aprovechar las lecciones del “efecto derrame”: así como un fondo de inversión exitoso beneficia a la economía circundante, un área marina estrictamente protegida beneficia a la pesca artesanal vecina. Restaurar la biodiversidad significa restaurar los recursos marinos de los que dependen las comunidades humanas.