LA CARTITA NEWS
Una obra energética enorme se proyecta en el norte de México. Impulsado por la empresa estadounidense México Pacific Limited, el gasoducto Sierra Madre plantea transportar gas desde la cuenca Pérmica en Texas hasta Puerto Libertad, en Sonora, donde una planta de licuefacción denominada Saguaro Energía lo procesaría para su exportación hacia Asia.
Este sistema, de más de 800 kilómetros de longitud, abarcaría unas 400 hectáreas, equivalente a 70 estadios Azteca. Atravesaría zonas rurales y comunidades en Chihuahua y Sonora, incluyendo regiones pesqueras de subsistencia.
Según explicó Claudia Campero, coordinadora de Justicia Climática en Conexiones Climáticas, el proyecto se instala en México no por su conveniencia social o ambiental, sino por las limitaciones legales que enfrentan este tipo de infraestructuras en Estados Unidos:
“Este proyecto responde a la saturación de gas en Texas y a las dificultades legales para construir estas instalaciones en Estados Unidos, especialmente en su costa oeste”.
Los efectos sobre el Golfo de California
El megaproyecto no sólo implica infraestructura terrestre. Su operación exige el tránsito regular de buques metaneros, embarcaciones de gran calado que surcarán las aguas del Golfo de California, región reconocida por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 2005.
La misma Claudia Campero advierte que las consecuencias marinas serían profundas:
“El ruido de estos barcos desorienta a las ballenas, incluso las deja sordas, afectando su capacidad para comunicarse, protegerse, encontrar comida o reproducirse”.
Además de la contaminación acústica, los riesgos de colisión entre estas embarcaciones y los cetáceos son elevados:
“Las colisiones con estos gigantescos buques suelen ser mortales, y muchas veces los cuerpos de las ballenas quedan en el fondo del océano, pasando desapercibidos”.
El Golfo de California alberga el 85% de los mamíferos marinos del país, incluyendo especies en peligro como la vaquita marina, lo que eleva la preocupación entre biólogos marinos y organizaciones de conservación.
Baja California Sur: afectación indirecta pero inevitable
Aunque la infraestructura física no se construirá en Baja California Sur, el estado se encuentra directamente expuesto al paso continuo de los buques metaneros. Las repercusiones, como advierten colectivos ambientales, se manifestarán en la pesca, el turismo y el equilibrio ecológico de sus mares.
En un llamado conjunto, las organizaciones Conexiones Climáticas, BCScicletos, NRDC y Say No to LNG señalaron:
“La presión sobre los ecosistemas marinos, desde el ruido hasta las colisiones, pone en peligro la viabilidad de especies como las ballenas y afecta a otras como los peces, reduciendo las capturas para los pescadores locales”.
Beneficios cuestionables, impactos garantizados
Uno de los argumentos esgrimidos por México Pacific es la generación de empleo e inversión extranjera directa. No obstante, diversas organizaciones sostienen que los beneficios serían mínimos para las comunidades mexicanas.
En palabras de Campero:
“Los trabajos suelen ser ocupados por trabajadores extranjeros. La derrama económica local es mínima, ya que gran parte de los insumos se importan”.
Las promesas de desarrollo, de acuerdo con las evaluaciones independientes, no se traducen en un crecimiento sostenible para las poblaciones involucradas.
Consulta y ciencia marginadas
Pescadores, pueblos originarios y organizaciones sociales han manifestado que el proyecto no fue socializado adecuadamente, como establece la ley. Científicos del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste y otras instituciones también han expresado su preocupación por la falta de estudios integrales sobre los impactos acumulativos del proyecto.
Al respecto, Claudia Campero reitera:
“El Golfo de California representa más de la mitad de la biodiversidad marina del país. Proyectos de esta magnitud pueden comprometer un recurso invaluable que pertenece no solo a México, sino al mundo entero”.
Por lo anterior, los especialistas solicitan la reubicación del gasoducto, evitar su paso por áreas protegidas, y aplicar el principio de precaución, considerando el valor irremplazable de los ecosistemas involucrados. No se trata solo de una infraestructura energética más, sino de una posible pérdida ecológica de escala global, cuyos efectos repercutirían sobre la biodiversidad, las economías locales y el equilibrio ambiental de la región.
Finalmente, es importante mencionar que el debate continúa abierto, pero las voces técnicas y comunitarias coinciden en una demanda común: que se tomen decisiones basadas en ciencia, en participación real y en un enfoque que privilegie la sustentabilidad de los territorios.
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