Los recargos de Estados Unidos a las importaciones empiezan a aplicarse mientras su presidente se muestra abierto a negociaciones “a medida” tras el caos provocado
Miguel Jiménez
Estados Unidos está rodeado desde la pasada medianoche por un muro arancelario. Los mal llamados aranceles “recíprocos”, impuestos salvajes a la importación que Donald Trump ha decretado para castigar a los países con los que su país tiene déficit comercial, han entrado en vigor. Su aplicación supone un obús en la línea de flotación del comercio global y amenaza con meter en recesión a la economía estadounidense y, con ella, a la global. Entre los aranceles que se empiezan a aplicar al grueso de las importaciones está el 20% para los productos de la Unión Europea y nada menos que el 104% para los de China, que se suman además a tasas anteriores que ya estaban en vigor.
Trump ha destruido billones de dólares de valor con su guerra comercial, cuyas consecuencias no parece haber calculado muy bien. Las Bolsas asiáticas han abierto este miércoles de nuevo a la baja con fuerza ante la confirmación de la entrada en vigor del las nuevas tasas. El petróleo y otras materias primas también caen con fuerza. El presidente de Estados Unidos está dispuesto ahora a llevar a cabo negociaciones para llegar a acuerdos “a medida” con cada país, según dijo este miércoles en la Casa Blanca. “Estos países me están besando el culo”, dijo después.
Los inversores sienten un soplo de alivio cada vez que se habla de negociaciones y un escalofrío cuando la idea que predomina es la de la escalada. Este martes, Wall Street abrió al alza mientras los mensajes sobre posibles conversaciones y acuerdos se multiplicaban por parte de la Administración Trump. Sin embargo, a medida que avanzaba el día, la inevitable entrada en vigor de los gravámenes y la reiteración por parte de la Casa Blanca de que los impuestos a las importaciones chinas serán del 104% ya desde este miércoles, desilusionaron a los inversores y el mercado cerró a la baja. La guerra comercial avanza y sus daños ya se están sintiendo.
Hay una mezcla de agravios, dogmatismo y oportunismo en la política comercial de Trump. En parte, hay un convencimiento algo absurdo de que el crecimiento de la economía global ha perjudicado a Estados Unidos, un país que es más rico que nunca y cuya economía es la envidia del mundo, aunque los niveles de desigualdad se hayan acentuado, alentando el malestar de capas amplias de la población de forma comprensible. Por otro lado, hay la sensación de que los aranceles dan a Trump poder para utilizarlos como herramienta de negociación y obtener concesiones económicas y no económicas.
Es cierto que el déficit comercial de Estados Unidos está disparado. Las importaciones se aceleraron en el último tramo de 2024, en parte para adelantarse a la imposición de aranceles por parte de Trump. Estados Unidos compró al exterior bienes por 3,29 billones de dólares, con un récord de importaciones desde México, y exportó mercancías por valor de 2,08 billones. El déficit comercial se situó en 1,212 billones de dólares, frente a los 1,062 billones de 2023 y los 1,173 billones de 2022, el año en que el desfase en el comercio de mercancías marcó el anterior récord.
El desequilibrio explica en parte la pulsión proteccionista de Trump, que además critica los altos aranceles que imponen otros países a los productos estadounidenses, así como las barreras arancelarias. Sin embargo, Trump no ha aplicado, como prometía, aranceles recíprocos, sino que los ha calculado de forma arbitraria en función del desequilibrio comercial.
La semana pasada, en la tercera jornada del último semestre que Trump bautizó como “Día de la Liberación”, el presidente enseñó un cartel con los elevados aranceles de los principales socios comerciales: Unión Europea (20%); China (34%); Japón (24%); Vietnam (46%); Taiwán (32%); India (26%); Corea del Sur (25%); Tailandia (36%); Suiza (31%); Indonesia (32%); Brasil y Reino Unido (10%), entre ellos. El arancel de China se sumaba a otro 20% puesto porque desde ese país se exportan precursores del fentanilo. Y como China replicó con un arancel del 34%, Trump aprobó este martes otros decreto con un 50% adicional a China. Así, lo que ha entrado en vigor esta medianoche en el caso de la mayoría de las importaciones chinas son aranceles del 104%. Además, el mandatario republicano ha castigado a Pekín triplicando del 30% al 90% los aranceles a los envíos de hasta 800 dólares de empresas como Temu y Shein, que han dejado de estar exentos.
En busca de acuerdos
Trump reiteró este martes en un acto en la Casa Blanca su disposición a negociar acuerdos. El presidente habló de lograr 2.000 millones de dólares al día con los aranceles, sin que quede claro para cuándo quiere alcanzar ese objetivo ni cuánto se está recaudando en la actualidad. “Nos está yendo muy bien”, dijo después de que la Bolsa haya vuelto a caer con fuerza, de tal modo que ha borrado más de cinco billones de dólares de riqueza en menos de una semana.
“Nos va muy bien haciendo, yo los llamo acuerdos a medida, no hechos en serie. Son acuerdos a medida, muy a medida. Ahora mismo, Japón está volando aquí para hacer un trato. Corea del Sur está volando aquí para hacer un trato, y otros están volando aquí”, dijo el presidente rodeado de mineros, otra de las ocupaciones que Trump quiere potenciar en Estados Unidos al dar facilidades al uso de carbón para la generación de energía eléctrica.
El presidente aseguró que su único problema es que no tiene suficiente personal para llevar a cabo las negociaciones. Habló de utilizar a grandes bufetes de abogados privados, entre ellos a algunos a los que ha estado intimidando con decretos a medida para hacerles la vida imposible si no le rendían pleitesía con compromisos a medida. “Probablemente lo hagamos. Vamos a utilizarlos”, dijo. “Tenemos muchos países que quieren hacer tratos. Si les hubiera hablado de hacer esos tratos hace dos años, o tres años, o cinco años, se habrían reído de nosotros. Ahora todos están firmando”, añadió, aunque no se conoce que se haya firmado ningún trato aún.

“Va a ser algo genial, pero estamos pensando en esos 2.000 millones de dólares al día. Eso es mucho dinero, es mucho dinero, incluso en el negocio del carbón, es mucho dinero. Y Estados Unidos volverá a ser muy rico, muy pronto. Veréis que eso va a suceder”, dijo el presidente.
“Hemos mantenido conversaciones con muchos, muchos países, más de 70, todos quieren entrar. Nuestro problema es que no podemos ver a tantos [países] tan rápido, pero tenemos que hacerlo, porque, como saben, los aranceles están en vigor y el dinero está entrando a un nivel que nunca habíamos visto antes, y va a ser genial para nosotros. Va a ser genial para otros países. Durante muchos años, hemos sido estafados y maltratados por países con la situación arancelaria, han utilizado aranceles contra nosotros. Nosotros no utilizamos aranceles contra ellos ni de ninguna manera. (…) Y ahora lo estamos haciendo. Tenemos aranceles sobre los coches. Tenemos aranceles sobre la madera, aranceles sobre el acero y el aluminio”, dijo.

Trump, sin embargo, sigue lanzando mensajes contradictorios, quizá porque su posición negociadora se debilita si se le ve flaquear en busca de un acuerdo tras el daño provocado a la economía. Así, unas horas después, en una gala benéfica de los congresistas republicanos de la Cámara de Representantes, dijo que eran los demás países los que querían acuerdos: “Nosotros no queremos necesariamente hacer un trato con ellos. Estamos contentos como estamos, ganando 2.000 millones de dólares al día, pero ellos quieren hacer un trato con nosotros”, dijo.
Ante las risas y aplausos de sus compañeros republicanos, vestido con esmoquin y pajarita, cayó directamente en la grosería: “Os digo que estos países nos están llamando, besándome el culo. Se mueren por hacer un trato: ‘Por favor, por favor, hagamos un trato, haré lo que sea, haré lo que sea, señor”, se mofó.
Además, insistió en que muy pronto impondrá altos aranceles sectoriales a la importación de productos farmacéuticos, algo que lleva semanas anunciando. “Vamos a anunciar en breve un importante arancel sobre los productos farmacéuticos”, dijo , sin dar detalles sobre el gravamen previsto. “Una vez que lo hagamos, volverán corriendo a nuestro país, porque somos el gran mercado. La ventaja que tenemos sobre todos es que somos el gran mercado”, añadió.
Ese tipo de comportamiento errático, de cambios de posición, de medidas que se aprueban y se suspenden y de giros inesperados de guion han elevado la incertidumbre y están frenando el gasto y las inversiones, aparentemente.
“Creo que si no me hubiera convertido en presidente, creo que este país habría tenido problemas, como nunca antes los había tenido”, ha dicho también este martes Trump, que heredó una economía pujante, que crecía a buen ritmo, había logrado controlar la inflación y tenía una tasa de paro históricamente baja y ahora se asoma al precipicio de la recesión como consecuencia de la errática política económica y comercial de Trump.
Los aranceles entran en vigor después de que Elon Musk, el hombre más rico del mundo y cercano aliado de Trump, haya dicho que Peter Navarro, uno de los ideólogos de ese proteccionismo y asesor de Trump en materia comercial, es “un auténtico imbécil”, “más tonto que un saco de ladrillos”. Navarro es de los que se ha manifestado en contra de las negociaciones.
Pimco, la gestora activa de renta fija más importante del mundo, con 1,9 billones de dólares bajo gestión, invita a los inversores a abandonar la ilusión de rápidas concesiones arancelarias por parte de Trump. Frente a los escépticos que piensan que los anuncios actuales son una táctica negociadora y que el alivio llegará pronto, Pimco afirma que “la Casa Blanca se ha mantenido desafiante en que los aranceles están aquí para quedarse”. Su directora de políticas públicas, Libby Cantrill, cree que no hay que hacerse ilusiones y que los aranceles no son “postureo”, Trump lleva predicando sobre aranceles más altos desde, al menos, 1987, y su equipo cree firmemente en lo que se dice. Aunque PIMCO espera algún tipo de transacción por parte de Trump, advierte que “los inversores deberían pensar más en términos de meses, no de semanas”.
David Kohl, economista jefe de Julius Baer, cree que “las negociaciones sobre acuerdos comerciales podrían ser complicadas e incluir represalias y aranceles adicionales, pero en última instancia culminarán en acuerdos con menores barreras comerciales que las anunciadas la semana pasada”. “No obstante, la enorme incertidumbre genera obstáculos para el crecimiento global”, añade.