Jessica Grose / The New York Times
Vi los cuatro episodios de la serie de Netflix Adolescencia de un tirón prolongado y espeluznante. La historia sigue a un chico británico de 13 años, con cara de ángel, llamado Jamie, quien es acusado de asesinar a una compañera de clase, Katie, y expone las consecuencias para su familia y sus compañeros. El programa es ficción, aunque los creadores dicen que en parte se inspiraron en la atroz realidad de jóvenes violentamente misóginos. “¿Qué ocurre en la sociedad cuando un chico apuñala a una chica hasta matarla? ¿Cuál es el incidente incitador?”. Stephen Graham, quien es guionista de la serie y también la protagoniza como el desconsolado padre de Jamie, recordó lo que pensó tras una agresión en particular. “Y luego volvió a ocurrir, y volvió a ocurrir, y volvió a ocurrir”.
Al final del primer episodio ya sabes que Jamie es culpable; la policía tiene un video de Jamie apuñalando a Katie. Así que la pregunta central es por qué lo hizo, y la explicación se desarrolla a lo largo de los tres episodios siguientes. Su familia es cariñosa, aunque imperfecta, como la mayoría de las familias. El padre de Jamie, plomero, está decepcionado de él por no ser deportista y no sabe muy bien cómo relacionarse con su hijo, sensible y artístico. Jamie sufre acoso escolar y está lleno de odio hacia sí mismo, y recurre a Andrew Tate y a otros proveedores de contenido sexista en internet para sentirse importante.
En el tercer episodio, una psicóloga guapa y joven, Briony, saca a la conversación el “incidente incitador” del asesinato. Katie envió una foto suya en toples a un compañero de clase, quien la difundió sin su consentimiento, algo demasiado habitual en el mundo real. Posteriormente, Jamie la invita a salir, pensando que podría estar dispuesta porque “podría estar débil”, ya que “todo el mundo la llamaba fácil, ya sabes, o plana o lo que fuera”.
Katie lo rechaza, diciendo que no está tan desesperada, y se burla de él en Instagram al calificarlo de incel. Su sentido de privilegio y su vergüenza lo llevan a matarla. Durante el episodio, Jamie se burla de Briony y la amenaza, y en un momento dado se pone de pie frente a ella, la maldice y le ruge en la cara; parece que cada vez que ella consigue que muestre su lado blando y vulnerable, él se vuelve contra ella, utilizando técnicas de “negación” debilitadoras que a menudo se promovían en la manósfera en línea hace 20 años, antes incluso de que se llamara así, cuando sus niveles de misoginia eran pintorescos para los estándares actuales.
El trato que Jamie da a Briony refleja una realidad desafortunada: las profesoras británicas han dado la voz de alarma sobre la cultura incel; en 2022, The Guardian informó que el 70 por ciento de las maestras dijo que se había enfrentado a la misoginia en las escuelas, prueba de que muchos chicos que creen saber la verdad de las cosas (o que tomaron la “píldora roja”, según los términos de la manósfera) sienten la necesidad de reafirmar la dinámica de poder de la supremacía masculina incluso ante mujeres adultas. En 2024, Cosmopolitan UK informó sobre “la escuela en la era de Andrew Tate”.
Stephanie Wescott, profesora de la Facultad de Educación, Cultura y Sociedad de la Universidad Monash de Australia, fue profesora de primaria antes de dedicarse al mundo académico, y me contó que experimentó “sexismo, acoso sexual y misoginia como una experiencia cotidiana en el aula”, por parte de chicos adolescentes. Empezó a leer noticias sobre profesoras que experimentaban “una oleada de misoginia” después de que Tate se hiciera popular en el Reino Unido y quiso ver si las profesoras australianas se enfrentaban a los mismos problemas.
Y así era. Wescott publicó su investigación en 2023, y dijo que las profesoras señalaban el confinamiento por la COVID-19 de 2020-21 como el periodo de radicalización de una “minoría ruidosa” de sus alumnos varones; estos chicos estaban atrapados en casa y fundían sus cerebros en internet.
En un estudio cualitativo de 30 profesoras de toda Australia, Wescott cita a Amanda, que enseña en un colegio público de Melbourne y describe el cambio drástico que se produjo en un chico durante ese periodo. Cuando lo conoció en séptimo grado —es decir, cuando tenía probablemente 12 o 13 años— era creativo y cortés y estaba en un grupo de baile. Dos años después, dijo Amanda, estaba “escribiendo estos mensajes perturbadoramente misóginos, diciendo literalmente: ‘No, Andrew Tate está siendo vilipendiado. Tiene razón’. Y yo me decía: ‘¿Quién es ese chico? Porque ese no es el chico que he visto en los últimos dos años’”.
Wescott describe el “desdén de género” que sienten estos chicos por la pericia de sus profesoras y una actitud general de desprecio hacia todo lo relacionado con las mujeres. Una profesora de inglés llamada Sarah explica: “Si leemos algo escrito por una mujer”, algunos chicos dicen: “‘¿Por qué tenemos que leer este mito?’”.
Otras profesoras describieron a chicos que hacían insultos sexuales sobre ellas en clase, hablaban de sus cuerpos o simplemente expresaban en general su aversión hacia las mujeres. Sarah dijo que un chico, que llevaba acosándola todo el año, acabó escupiéndole en la botella de agua. Ser testigo del acoso a sus alumnas también fue doloroso para estas profesoras. Algunas de las profesoras con las que habló Wescott acabaron abandonando la profesión, y me dijo que todavía recibe con frecuencia correos electrónicos de profesoras que sufren niveles insostenibles de acoso sexista.
Mi única crítica a la serie —que está increíblemente bien interpretada y es fascinante— es que Adolescencia es una suerte de especial extraescolar para padres, asustándolos directamente sobre lo que hay en los teléfonos de sus hijos; ha impulsado una campaña política para regular las redes sociales en el Reino Unido. En sus momentos excesivos, me recordó un poco a Pregúntale a Alicia, la pseudomemoria de una chica de los suburbios de la década de 1970 que cae en la drogadicción y muere. Vale la pena decir que muy pocos chicos, incluso entre quienes abrazan e imitan a figuras nocivas de la manósfera, se verán impulsados a perpetrar actos de violencia mortal contra sus compañeras de clase.
Cuando le dije esto a Wescott, estuvo de acuerdo en que la trayectoria de Jamie en Adolescencia era atípica, pero tenía una preocupación diferente. “Creo que nuestra preocupación por esta serie, por la expresión extrema de este tipo de radicalización, hará que se ignoren otras expresiones cotidianas y quizá más mundanas de misoginia en las escuelas”, dijo. No debería ser así.
Jessica Grose es columnista de Opinión del Times y aborda temas como la familia, la religión, la educación, la cultura y la vida actual.