Hay riesgo de una contracción fiscal de gran magnitud
John Tidd
niveles muy elevados, impulsadas por lo que algunos califican como la “burbuja de la inteligencia artificial”.
Como suele ocurrir ante este tipo de excesos en el mercado, las compañías más sobrevaloradas han sido las más perjudicadas. Si bien los titulares se han centrado en tensiones arancelarias y los cambios de política, resulta significativo que estos gigantes tecnológicos — en gran medida ajenos a la exposición directa a los aranceles — se encuentren entre los más castigados.
Señales de desaceleración
Los riesgos económicos de base comienzan a hacerse palpables. Algunas de las políticas propuestas y parcialmente implantadas por el presidente Trump suponen riesgos considerables, tanto para la economía como para los mercados financieros.
Entre estos riesgos, cabe destacar los recortes en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) y la reducción del gasto público, estimados en torno al 3% o 4% del PIB, una cifra que podría desencadenar una contracción fiscal de gran magnitud. Este contexto se agrava con el posible establecimiento de aranceles generalizados, que elevarían los costes para consumidores y empresas, así como con la aparición de represalias globales que amenazarían las exportaciones estadounidenses.
El sentimiento, tanto del consumidor como de los directores ejecutivos, ha caído a niveles habitualmente asociados a situaciones de recesión, reflejando temores crecientes hacia una guerra comercial a gran escala y presiones inflacionistas.
Por otra parte, el mercado inmobiliario, pilar fundamental de la economía, empieza a dar señales preocupantes: la construcción residencial multifamiliar ha alcanzado su techo y el stock de viviendas unifamiliares está creciendo con rapidez. Estas dinámicas suelen preceder a una desaceleración de la actividad constructora, tal y como están sugiriendo también las ofertas de empleo en el sector.
El sector automovilístico, por su parte, registra niveles de inventarios casi tan altos como antes de la pandemia, lo que sugiere una posible sobreoferta en un momento de baja demanda.
Mientras tanto, las acciones cíclicas (autos, construcción de viviendas o servicios de empleo) ya arrojan retornos inferiores a los del mercado, que es un síntoma típico de que se avecina una ralentización económica. En los mercados de crédito, aunque no se observa un pánico evidente, los diferenciales comienzan a ensancharse, un indicador que podría anticipar una futura contracción crediticia.
¿Recesión en el horizonte o simple ajuste?
Ante estas señales, el mercado se plantea si la recesión anunciada para 2022, que finalmente no se produjo, simplemente se aplazó a 2025. A pesar de las fuertes subidas de tipos de la Reserva Federal, la economía estadounidense evitó la recesión gracias, en gran medida, a los elevados déficits gubernamentales, los inventarios muy bajos en sectores clave y la refinanciación de deuda por parte de empresas y particulares. Esos “colchones” temporales, sin embargo, están desvaneciéndose.
Asimismo, la curva de tipos de los bonos del Tesoro a 10 y 2 años se revirtió en septiembre de 2024 tras un largo periodo en el que estuvo invertida, lo que supone un indicador de recesión.
Históricamente, la renta variable suele tocar fondo entre 16 y 23 meses después de que la curva vuelva a empinarse, lo que apunta a un posible mínimo del mercado que se producirá entre principios y mediados de 2026. La Fed, por su parte, inició recortes de tipos a mediados de 2024, movimiento que a menudo coincide con el inicio de las recesiones, pese a que sirve de apoyo a la renta variable en el corto plazo.
Con el S&P 500 y un porcentaje elevado de acciones por debajo de sus medias móviles de 200 días, los indicadores técnicos siembran más dudas sobre la solidez de la tendencia alcista. Aunque las solicitudes de subsidio por desempleo han aumentado de forma moderada, no han alcanzado niveles que confirmen una recesión inminente.
Pese a todo, la inquietud aumenta: históricamente, ni Europa ni otras regiones han conseguido desmarcarse de una recesión en Estados Unidos, y el riesgo de una guerra comercial global complicaría aún más la situación.
Así pues, es posible que la corrección actual se convierta en algo más profundo. Con los principales indicadores económicos en retroceso, la incertidumbre política en ascenso y la cautela definitivamente instalada entre los inversores, muchos consideran que el optimismo desenfrenado de los últimos años ha llegado a su final… al menos por el momento.
John Tidd es director de inversiones en Hamco AM, gestor delegado del fondo Hamco Global Value Fund