Hay una gran preocupación por parte de Claudia Sheinbaum de que Teuchitlán se convierta en su Ayotzinapa y que el rancho Izaguirre defina su presidencia, como Iguala lo hizo con el expresidente Enrique Peña Nieto.
La estrategia de comunicación de la Presidencia para neutralizar las críticas a los gobiernos de Claudia Sheinbaum y de Andrés Manuel López Obrador fracasó. Peor aún, empeoró. La visita que organizó el fiscal Alejandro Gertz Manero al rancho Izaguirre en Teuchitlán, que está convirtiéndose en el ícono de la tragedia de los desaparecidos en México, chocó con su iceberg. Decenas de madres que buscan a sus hijos desaparecidos y periodistas se encontraron con nada. La bodega donde hallaron ropa, zapatos, cartas y fotografías estaba vacía. Los 13 bultos con restos óseos tampoco estaban. Las madres se dijeron engañadas, y los medios calificaron de “tour” lo organizado por el fiscal.
Gertz Manero, sin embargo, cumplió con lo que, revelaron funcionarios, fue un plan diseñado como parte de una estrategia de comunicación para desviar la atención de la opinión pública, cuando se previó que el tema de Teuchitlán iba a crecer. No lo hizo el equipo de prensa de la presidenta –ausente en los momentos críticos–, sino el coordinador de asesores de la Presidencia, Jesús Ramírez Cuevas, que fue el jefe de la maquinaria de propaganda de López Obrador. El objetivo era uno solo, negar que ahí hubiera existido un campo de exterminio.
Ramírez Cuevas y Jenaro Villamil, encargado del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, planearon las acciones. El martes, Miguel Ángel Elorza, un académico que encabeza el proyecto Infodemia que depende de Villamil, denunció una “guerra sucia” contra Sheinbaum y López Obrador, pero no tuvo el impacto deseado. En apoyo de esa narrativa, Ramírez Cuevas participó en una mesa de análisis del Canal 14, que también depende de Villamil, que fungió como moderador, y presentado sólo como “periodista” denunció una campaña internacional para desestabilizar al gobierno. Tampoco tuvo eco. Crear un enemigo externo, ya fuera la oposición en México o el gobierno de Estados Unidos, no prendió.
La suerte de la estrategia quedó en manos de Gertz Manero, que el miércoles dio un reporte sobre lo investigado extraoficialmente. La víspera de su conferencia de prensa, Gertz Manero envió a Palacio Nacional un documento donde confirmó que seguiría la narrativa de la presidenta y que enfocaría las responsabilidades en la fiscalía de Jalisco, en el exgobernador Enrique Alfaro y en los gobiernos municipales de Teuchitlán, que desde 2012 gobierna Movimiento Ciudadano. Adelantó también que no aceptaría caracterizar el rancho como un “campo de exterminio” y que se empataría a la línea establecida por su equipo, que era únicamente un campo de adiestramiento.
En paralelo se dio la reunión de la presidenta con el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, en donde le planteó que creara una Comisión de la Verdad para evitar que Teuchitlán se convirtiera en el Ayotzinapa de los dos gobiernos. Fue lo que anunció Lemus, que aceptó otra petición de Sheinbaum: dejar abierta la posibilidad de que Alfaro y el exfiscal, Luis Joaquín Méndez, fueran llamados a declarar. Gertz Manero fue informado de esto, lo que le permitió ser más enfático en el deslinde de responsabilidades. Pero la coronación de la estrategia iba a ser la invitación a los medios a visitar el rancho Izaguirre.
Voceros oficiosos del gobierno hablaron de la transparencia que significaba ese ejercicio. Ramírez Cuevas envió a varios de sus influencers a sueldo al rancho para reforzar su plan. Max Kaiser, un académico experto en temas de corrupción –que se define en X como un “provocador profesional” ciudadano–, identificó a dos de ellos en el rancho, Juncal Solano y Hans Salazar, como puntas de lanza de la estrategia para negar que hubiera un campo de exterminio.
En la mañanera del viernes se sumaron otras dos de sus plumas, Nancy Flores y Manuel Pedrero, mientras que movilizó a sus periodistas a sueldo en medios electrónicos y prensa impresa. La estrategia había sido infructuosa aun antes de la visita a Teuchitlán, y la presidenta estaba molesta con los resultados. Entre el 12 y el 17 de marzo, reveló Elorza, las etiquetas #NarcoExPresidenteAMLO” y #NarcoPresidentaClaudia tuvieron 363 mil 30 publicaciones.
Lo que dejó la visita empeoró las cosas, y quienes fueron con un interés auténtico, se sintieron timados. Las madres iban a tratar de identificar la ropa de sus hijos desaparecidos; los medios a registrar el horror y a contar lo que habían visto. Sheinbaum pidió públicamente que la prensa dijera lo que vio, que no había hornos crematorios, apoyada por la campaña de propaganda para acotar ese tipo de máquina de la muerte a la imagen de los hornos industriales que se conocen de Auschwitz. En México eso sólo existe en las funerarias. Los narcos disuelven en ácido o incineran, como a los normalistas en el basurero de Cocula.
Sheinbaum dio instrucciones para que gobernadores y legisladores se sumaran a su narrativa, y la ayudaran a salir de la crisis. De acuerdo con lo que ha trascendido, hay una gran preocupación de que Teuchitlán se convierta en su Ayotzinapa y que el rancho Izaguirre defina su Presidencia, como Iguala lo hizo con el expresidente Enrique Peña Nieto.
La estrategia de impulsar que hay una “guerra sucia”, para neutralizar las críticas, se cae por su propio peso. No existe tal. Lo que hay son juicios abiertos sobre una realidad inatendida. Ramírez Cuevas y Gertz Manero no tienen autoridad para hablar. Como López Obrador y su gobierno –algunos que transitaron al de Sheinbaum– fueron cómplices del silencio en donde encapsularon la crisis de los desaparecidos, su desinterés por resolverla y el infame ataque a las madres buscadoras.
Las cosas definitivamente no marchan bien en el Palacio Nacional cuando Sheinbaum tiene que arremeter contra el expresidente Felipe Calderón y el exsecretario de Seguridad, Genaro García Luna, cuestionar a los medios por no hablar de una guerra contra las drogas cancelada hace más de 12 años, y lanzarse contra Latinus y Carlos Loret, para desviar la conversación. Pero ni así. El sábado, el analista Javier Tejado escribió en X que sólo ese día se publicaron 147 notas en la prensa mexicana, además de una crónica en la primera plana de The New York Times que mencionaba al rancho como “campo de exterminio”.