ERNESTO ZAZUETA ZAZUETA
Mariana Boy, titular de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), ha sido tajante en su postura: “Estamos completamente de acuerdo en que los delfinarios representan una práctica que ya no podría prevalecer más en nuestro país”, refiriéndose a la prohibición de los delfinarios en México bajo el argumento de que el cuidado humano de mamíferos marinos no es compatible con el bienestar animal.
Todas las opiniones son respetables, y aún más cuando vienen de una autoridad del nivel de Boy, pero aquí surge una pregunta inevitable: si la Profepa tiene genuino interés por proteger y preservar la vida marina, ¿por qué no se pronuncia en contra del Proyecto Saguaro, cuya agresiva actividad amenaza con devastar el Mar de Cortés, el mismo ecosistema donde habitan estos cetáceos?
El Golfo de California, también llamado “Acuario del Mundo”, alberga el 31 por ciento de las especies de cetáceos del planeta. No es una cifra menor. Se trata de un santuario natural que, de acuerdo a los científicos ambientalistas, sufrirá un impacto catastrófico si se permite el paso de buques metaneros y la construcción del gasoducto Sierra Madre, parte de la infraestructura del Proyecto Saguaro.
La propia Semarnat ha recalcado en estos días que el Golfo de California, único mar interior de un país, alberga el 80 por ciento de las especies de mamíferos marinos de México y una cuarta parte de los que existen en el mundo.
Este megaproyecto contempla la extracción y exportación de gas natural licuado desde Puerto Libertad, Sonora, hacia Asia. Y no solo implica contaminación del agua y afectaciones acústicas que alterarían a más de 30 especies de cetáceos, sino que además aumenta el riesgo de colisiones con ballenas y delfines, una de las principales causas de muerte para estos animales en rutas comerciales altamente transitadas.
Y es muy importante recalcar que la devastación no sería solo ecológica, sino también económica. Comunidades que dependen de la pesca, verían muy mermados sus ingresos por la alteración de los ecosistemas marinos. Si o sí los empleos sostenibles que generan los mares del Golfo de California están en juego.
Por otra parte, los delfinarios de México han trabajado intensamente en mejorar la calidad de vida a los delfines bajo cuidado humano, se han adherido a los más altos estándares de bienestar animal mediante la implementación de un marco basado en los cinco pilares clave: Nutrición Balanceada, medicina preventiva, entrenamiento con refuerzo positivo, descanso y estimulación, y fomento de grupos sociales.
Estos elementos han garantizado cuidado y salud óptima para los delfines, priorizando siempre su bienestar y contribuyendo activamente en la investigación científica para comprender cada vez mejor el bienestar de los cetáceos en instituciones zoológicos y acuarios de todo el mundo.
De hecho, actualmente los delfinarios de México participan en un proyecto internacional de investigación y conservación que involucra a 44 instituciones en siete países, centrado en cuatro especies de cetáceos, incluyendo dos especies de delfines, lo que supone una contribución muy significativa a la iniciativa global.
Todo este profesional trabajo ha resultado en que los delfines en vida silvestre tienen una esperanza de vida de entre 7 y 17 año, y bajo cuidado humano de entre 29 y 31 años. No lo digo yo, lo dicen especialistas en esta especie que llevan años estudiando e investigando especialmente en las poblaciones de delfines en la Bahía de Sarasota en Florida.
Entonces, regreso a la pregunta inicial : ¿Por qué la Profepa se muestra firme en apoyar la prohibición del cuidado humano de delfines, pero permanece en silencio cuando un megaproyecto amenaza la vida de miles de estos animales en su hábitat natural?
Si realmente están comprometidos con la vida marina, deberían ser los primeros en rechazar el fracking, oponerse al gasoducto, y frenar el Proyecto Saguaro. La mejor forma de proteger a los delfines, a las ballenas y a todos los animales marinos, es defendiendo a los mares y océanos de México de la depredación industrial.
Las autoridades no pueden ser parciales según sus creencias, tienen que posicionarse y actuar conforme a la realidad. Y no uno, cientos o miles de delfines están en riesgo por el fracking y mega proyectos industriales, no por los delfinarios.