Cada año, jefes criminales en Sonora permiten a los jóvenes yaqui reclutados participar en los ritos religiosos para que sus fechorías “sean perdonadas”
Daniel Sánchez D.
Las redes del crimen organizado han alcanzado prácticamente a todos los pueblos originarios en México, advierten antropólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Un ejemplo ocurre en Sonora durante la cuaresma con los ritos de los fariseos o chapayecas, un sincretismo de los usos y costumbres con la religión católica, donde muchos jóvenes que han sido reclutados por la delincuencia aprovechan los ritos para expiar sus pecados, cometidos al servicio del narcotráfico.
La región del Valle del Yaqui, donde se ubican los ocho pueblos originarios, está entre Guaymas y Cajeme, dos de los municipios más violentos del noroeste del país y una de las zonas más cruentas del mundo, de acuerdo con el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y Justicia Penal, donde diariamente hay reportes por levantones, enfrentamientos armados, narcolaboratorios y donde se registran altos niveles de venta de droga al menudeo, principalmente la metanfetamina.
Agustín, de 23 años, lleva más de una década participando cada cuaresma en las peregrinaciones de los fariseos en Hermosillo, donde hace más de 100 años migraron decenas de familias yaqui que han continuado con sus tradiciones en la ciudad, pero, desde hace tres años, el joven comenzó a drogarse y ante la falta de recursos para mantener su adicción vende mariguana y crystal, a excepción de los 40 días que dura la Cuaresma, que es entre el miércoles de Ceniza y la Semana Santa.
Es difícil porque, además de la maliya (síndrome de abstinencia), a la maña no le gusta que paremos el tiradero, pero, como nos ven en la manda, nos dejan ser, pero sabemos que debemos regresar, no podemos hacernos los vivos”, reveló Agustín.
EL RITO PARA EXPIAR FECHORÍAS
Como él hay decenas de jóvenes en las comunidades indígenas yaqui de las ciudades de Guaymas, Ciudad Obregón y Hermosillo, así como en los ocho pueblos que son Loma de Guamúchil, Bácum, Tórim, Vícam, Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem, que han sido reclutados por el narco como vendedores de droga, punteros, gatilleros o halcones.
Los jóvenes yaqui que participan en los ritos de la Cuaresma como chapayecas llevan máscaras hechas con madera y piel de cerdo o chivo, las cuales tienen que ser feas porque son una personificación de la maldad y de los pecados que buscan expiar en la manda de 40 días.
Al final del rito son rebautizados y sus fechorías son perdonadas, entonces queman la máscara el Sábado de Gloria de la Semana Santa.
Por su condición de pueblo originario, el territorio yaqui tiene autodeterminación con un gobierno tradicional formado por ocho gobernadores, uno para cada pueblo, pero, debido a su privilegiada ubicación geográfica junto al Mar de Cortés y a 400 kilómetros de la frontera con Estados Unidos, en el territorio indígena ocurre todo tipo de actividad criminal, desde el trasiego de droga, la siembra de mariguana, laboratorios de metanfetaminas, narcomenudeo, sicariato e incluso el huachicoleo de ductos de Pemex.
Agustín narró que entre sus compañeros que participan este año como fariseos, hay gatilleros, halcones, punteros y narcomenudistas; en celebraciones anteriotres participaron otros de sus amigos, quienes hoy están desaparecidos, debido a que fueron levantados por los grupos criminales que operan en la región que son afines a los cárteles de Sinaloa y de Caborca, como los Salazar, La Plaza, La Chapiza, Los Beltrán o Chapo Trinis.
Recientemente, en el Congreso del estado se llevó a cabo un parlamento abierto con representantes de los pueblos originarios de Sonora, diputados, historiadores y antropólogos para la armonización de las leyes locales con el artículo 2 de la Constitución Política mexicana, que busca reconocer los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanas, ahí una madre yaqui se levantó y dio testimonio de los cientos de hombres desaparecidos en el territorio indígena.
Estamos viviendo una de las peores épocas. ¿Cuántas mamás no se han quedado solas con sus hijos porque al marido lo levantaron?, o ¿cuántas mamás están llorando por sus hijos que están desaparecidos? Absolutamente nadie (autoridades) está viendo esa situación, lo vivimos, tenemos que encerrarnos a las 6 de la tarde porque comienza el desfile de las camionetas con sicarios”, cuestionó la indígena yaqui ante los legisladores sonorenses, pero ninguno le respondió.
En Hermosillo, los asentamientos yaqui quedaron ubicados en zonas que son consideradas foco rojo de inseguridad, como la colonia Revolución, La Café Combate, la Matanza y El Coloso.
Un especialista que lleva más de 30 años estudiando a los pueblos originarios de Sonora explicó que los grupos de la delincuencia organizada tienen injerencia en prácticamente todos los territorios indígenas.
Esta misma semana, un operativo realizado por personal del Ejército, de la FGR y la Guardia Nacional desmanteló un invernadero con las más alta tecnología como luces, clima controlado y mucha agua para irrigar 792 plantas de mariguana hidropónica, en Punta Chueca, una comunidad costera del municipio de Hermosillo que es la capital de la Nación Comca’ac Seri, un pueblo originario cuyo territorio junto al mar y cerca de la frontera es aprovechado como ruta del narcotráfico hacia Arizona en EU.
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