Para Wall Street, ha resultado una sorpresa que el presidente no se deje intimidar por los indicios de problemas en la economía ni por el desplome de los precios de las acciones.
Ben Casselman y Colby Smith / The New york Times
El presidente Donald Trump hizo muchas promesas durante la campaña electoral del año pasado. Los inversores y los líderes empresariales aplaudieron con entusiasmo algunas de ellas, como la bajada de impuestos y la relajación de las regulaciones, y se mostraron cautelosos ante otras, como los aranceles y la reducción de la inmigración.
Pero cuando Trump ganó las elecciones, apenas hubo señales de esa ambivalencia: los precios de las acciones se dispararon, al igual que las medidas de optimismo empresarial.
Los inversores de entonces ofrecieron una explicación sencilla: creían que Trump, respaldado por un Congreso controlado por los republicanos, cumpliría las partes de su programa que les gustaban y reduciría las políticas más perturbadoras, como los aranceles, si los mercados financieros empezaban a asustarse.
Cada vez está más claro que se equivocaban.
En sus primeras semanas en el cargo, Trump ha hecho de los aranceles el eje central de su política económica, prometiendo, y a veces imponiendo, fuertes sanciones tanto a aliados como a adversarios. Ha amenazado con frenar las subvenciones de las que las empresas habían llegado a depender. Y ha potenciado los esfuerzos de Elon Musk para recortar la burocracia federal, dejando potencialmente sin empleo a decenas de miles de trabajadores federales y cortando miles de millones de dólares en subvenciones y contratos gubernamentales.
Lo más sorprendente, al menos para los optimistas de Wall Street: hasta ahora, Trump no se ha dejado intimidar por los indicios de grietas en la economía ni por el desplome de los precios de las acciones.
“Hay que descartar la idea de que el gobierno vaya a frenarse por una restricción autoimpuesta del mercado”, dijo Joe Brusuelas, economista jefe de la empresa de contabilidad RSM.
Efectivamente, el martes, cuando los mercados financieros parecían asentarse tras días de fuertes pérdidas, Trump les asestó otro golpe, intensificando su guerra comercial con Canadá. Los principales índices bursátiles cayeron bruscamente al conocerse la noticia, y el S&P 500 terminó el día con un descenso de casi el 1 por ciento. Finalmente, Trump dio marcha atrás en su decisión después de que Canadá dijera que eliminaría un recargo sobre la electricidad que había provocado las amenazas del presidente.
Lejos de amilanarse ante las advertencias de que sus políticas están causando daños económicos, Trump lo ha aceptado en los últimos días; el domingo dijo a una entrevistadora de Fox News que las turbulencias económicas reflejaban un “periodo de transición” necesario y se negó a descartar una recesión.
El martes, cuando se le preguntó por la inestabilidad de los mercados financieros, Trump dijo a los periodistas: “Los mercados van a subir y van a bajar pero, ¿saben qué?, tenemos que reconstruir nuestro país”.
Eso siguió a los comentarios de Karoline Leavitt, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, quien dijo que la reacción de los mercados bursátiles era una “fotografía de un momento determinado”.
“Miren, el presidente es inquebrantable en su compromiso de restaurar la manufactura estadounidense y el dominio mundial y creo que ha redoblado su apuesta con su nueva declaración” sobre los aranceles de Canadá, dijo.
Otros miembros de su gobierno se han hecho eco de ese mensaje, describiendo los aumentos de precios inducidos por los aranceles y los recortes del gasto público como una medicina dura pero necesaria para restablecer la salud de la economía.
Scott Bessent, secretario del Tesoro, declaró a la CNBC la semana pasada que la economía necesitaba un “periodo de desintoxicación” tras volverse “adicta a este gasto público”.
La mayoría de los economistas, sin embargo, descartan la idea de que la economía necesitase esa terapia de choque, o que las políticas de Trump fueran útiles en dado caso.
“Es un esfuerzo por dar al dolor y la incertidumbre que estamos atravesando en este momento un significado más amplio y animarnos a llegar a un lugar mejor”, dijo Nathan Sheets, exfuncionario del Tesoro, quien ahora es el economista jefe global de Citigroup, sobre el nuevo mensaje del gobierno. “Pero la pregunta más importante es si realmente vamos a llegar a un lugar mejor”.
La respuesta, según Sheets y otros, es “no”. Es probable que los aranceles hagan subir los precios y ralenticen el crecimiento. Una política de inmigración más estricta podría hacer lo mismo. Los despidos del gobierno podrían aumentar el desempleo, mientras que los recortes de las inversiones federales en investigación y desarrollo podrían hacer que la economía estadounidense sea menos productiva a largo plazo.
“Parece que vamos a crear dolor, ver qué no se cura y luego tratar la lesión”, dijo Tara Sinclair, economista de la Universidad George Washington.
Un ‘factor de choque’ para las empresas
Los economistas no se ponen de acuerdo sobre cuánto daño han causado las políticas del nuevo gobierno. La economía comenzó el año con un impulso significativo, y la mayoría de los predictores creen que hay suficiente colchón para evitar una recesión, si Trump no intensifica aún más sus guerras comerciales.
Pero la incertidumbre de las últimas seis semanas ha bastado para enturbiar lo que hasta hace poco parecía un panorama económico positivo. En las encuestas, los consumidores afirman sentirse menos optimistas sobre sus finanzas y estar más preocupados por la subida de los precios. Las empresas también han perdido confianza y están retrasando sus decisiones de inversión.
“En la comunidad empresarial estamos observando un factor de choque”, dijo Thomas Simons, economista jefe para Estados Unidos de la empresa de banca de inversión Jefferies. Las empresas están ralentizando la contratación y aplazando la compra de productos y equipos, dijo Simons. “Ciertamente, parece que ahora mismo uno querría tomarse un respiro y dejar que se asiente parte del polvo antes de tomar esa decisión”.
Advertencias sobre las penurias de corto plazo

La idea de que los estadounidenses deben soportar penurias a corto plazo para obtener beneficios a largo plazo no es totalmente nueva para Trump. En su primer mandato, elogió a los agricultores que fueron el daño colateral en su guerra comercial con China, describiéndolos como “patriotas” que hacían un sacrificio por el bien mayor.
Pero Trump, en su primer mandato, también intentó compensar ese daño con miles de millones de dólares en ayudas a los agricultores.
Esta vez, los costos asociados a las políticas de Trump son potencialmente mucho más amplios, y se producen en un contexto económico muy diferente, en el que los estadounidenses han quedado marcados por años de precios altos y elevados costos de endeudamiento.
Las encuestas a los consumidores muestran que los estadounidenses han empezado a anticipar precios más altos como consecuencia de los aranceles. Eso podría plantearle un problema político a Trump, y también uno económico: si los consumidores llegan a esperar una inflación más rápida, podría resultar más difícil para los responsables de las políticas de la Reserva Federal contrarrestar una desaceleración de la economía mediante tipos de interés más bajos.
Algunos funcionarios de la Reserva Federal expresan su preocupación de que la combinación de una desaceleración del crecimiento y las persistentes presiones sobre los precios pueda poner al banco central en un aprieto.
“Se trata de un impulso estanflacionario”, dijo la semana pasada en una entrevista Austan Goolsbee, presidente del Banco de la Reserva Federal de Chicago. “No hay una respuesta genérica a lo que se debe hacer”.
Bessent y otros miembros del gobierno de Trump han argumentado que la economía que heredaron no era tan fuerte como parecía. En un discurso pronunciado en Washington el mes pasado, argumentó que, en esencia, el crecimiento estaba siendo apuntalado por el gasto público, y que era necesario desacostumbrar a la economía de ese apoyo.
“La excesiva dependencia del gobierno anterior de un gasto público excesivo y de una regulación autoritaria nos dejó con una economía que puede haber exhibido algunas métricas razonables, pero que en última instancia era frágil bajo la superficie, y se dirigía hacia un equilibrio inestable”, dijo, según Reuters.
Pero Jared Bernstein, quien fue presidente del Consejo de Asesores Económicos del expresidente Joseph Biden Jr., dijo que Bessent y otros miembros del gobierno de Trump simplemente buscaban a alguien a quien culpar ahora que los datos económicos han empezado a empeorar.
“Heredaron una economía que era y sigue siendo la más fuerte de todas las economías avanzadas, y han dilapidado su herencia en apenas seis semanas con un caos político que está hundiendo la confianza de las empresas y los consumidores junto con los mercados”, dijo Bernstein.
Las estadísticas gubernamentales respaldan la idea de que la economía era sólida cuando Trump tomó posesión, incluso al excluir el papel del gobierno. El gasto público desempeñó un papel clave en el apuntalamiento de la economía durante la pandemia de covid, tanto al final del primer mandato de Trump como al principio del gobierno de Biden. Pero cayó al avanzar el mandato de Biden, mientras que la contratación, la inversión y el gasto del sector privado se mantuvieron saludables.
Ben Casselman es el corresponsal principal de economía para el Times. Lleva casi 20 años informando sobre economía. Más de Ben Casselman
Colby Smith cubre la Reserva Federal y la economía de Estados Unidos para el Times. Más de Colby Smith
Enlace: https://www.nytimes.com/es/2025/03/12/espanol/estados-unidos/caida-bolsa-wall-street-trump.html