México tiene el derecho y la obligación de imponer represalias. El vecino del norte está violando el acuerdo comercial que tenemos con ellos.
Es una delicia ver a este gobierno defender con tanta vehemencia al libre comercio, una de las políticas centrales del neoliberalismo.
Qué manjar.
La izquierda mexicana que, cuando se estaba negociando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en los 90, lo rechazaron porque la integración con Estados Unidos aniquilaría a la industria nacional.
“Cosas veredes” el que la llamada Cuarta Transformación convoque a un mitin en el Zócalo capitalino para defender al libre comercio ahora amenazado por el populismo de Donald Trump.
Retóricamente podrán seguir criticando al neoliberalismo, pero cómo han abrazado la idea de un comercio que fluya libremente entre las naciones.
Se trata, sin lugar a duda, de una victoria cultural del modelo neoliberal.
Hacen bien porque saben del valor que tienen para la economía mexicana las exportaciones de mercancías. Nada menos que un tercio del Producto Interno Bruto depende de ellas. Además, en la medida en que la 4T carece de un modelo de desarrollo económico (lo del “humanismo mexicano” es una chorrada propagandística), las exportaciones se han convertido en el principal, quizá único, motor del poco crecimiento del PIB.
Perderlo ahorita, por culpa de Trump, sería condenar a la economía mexicana a una segura y prolongada recesión. De ahí la urgencia de defender el libre comercio, incluso en la plaza pública con una muy lopezobradorista “asamblea informativa”.
Ahí, el domingo próximo, dará a conocer la presidenta Claudia Sheinbaum la respuesta de México a la imposición de los aranceles generalizados de 25% a nuestras importaciones a Estados Unidos. Ha dicho que serán medidas arancelarias y no arancelarias.
México tiene el derecho y la obligación de imponer represalias. El vecino del norte está violando el acuerdo comercial que tenemos con ellos. Como lo han dicho los canadienses, están declarando una “guerra comercial”.
A diferencia de Canadá que está en pleno proceso electoral y donde los ánimos nacionalistas están por las nubes, el gobierno mexicano ha decidido mantener la cabeza fría. Esperar unos días para darse tiempo a negociar con Trump y, de no lograrlo, anunciar represalias. Es, me parece, lo inteligente, prudente y sensato. Además de evitar fuegos artificiales patrioteros que salen sobrando.
De hecho, el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, ya anunció que igual y hoy se llega a un acuerdo con Canadá y México para revertir los nuevos aranceles.
Si es así, cabe esperar que sea un pacto definitivo, no temporal, porque regresar a la incertidumbre de si nos pueden poner aranceles en cualquier momento ha resultado muy nocivo para la economía mexicana.
México no puede tolerar más que Trump tenga la pistola cargada apuntándola a la cien todo el tiempo. Esto desincentiva las inversiones y, por tanto, el crecimiento económico. Si va a haber acuerdo, que sea definitivo y Estados Unidos cumpla con los compromisos del Tratado México, Estados Unidos y Canadá negociado y firmado por el mismísimo Trump.
Ahora bien, si no se revertieren los aranceles de aquí al domingo en que se haga el mitin a favor del libre comercio, habrá que responder con represalias. Medidas, como las que anunció China ayer: aranceles de 10% y 15% a productos agropecuarios procedentes de Estados Unidos incluyendo pollo, trigo, maíz, soja, carne de cerdo, de vacuno, productos acuáticos, frutas, lácteos, algodón, verduras y sorgo, entre otros.
Esto afectará a los productores de distritos rurales donde Trump cuenta con gran apoyo político. Los chinos le están pegando a la base trumpiana para que ésta salga corriendo a Washington a quejarse con su gobierno.
Lo mismo hizo el gobierno de Enrique Peña Nieto en 2018 cuando Trump, en su primer periodo de gobierno, impuso aranceles al acero y aluminio. Contraatacó con aranceles a productos de acero, carne de cerdo, manzanas, uvas, quesos, güisqui y papas que afectaban a distritos electorales dominados por el Partido Republicano. A la postre, las represalias funcionaron: Estados Unidos exentó a México de las tarifas al acero y aluminio.
Con Trump hay que irse con mucho cuidado. Pero eso no significa que México no tenga fichas (o cartas, como a él le gusta decir) que jugar. Son menos que las chinas o canadienses, pero sí hay manera de presionar al gigante estadunidense. Tenemos, por ejemplo, algo muy importante para él: el control territorial de las fronteras sur y norte como mecanismo para administrar la migración de indocumentados hacia Estados Unidos. Es una ficha que supo jugar muy bien Andrés Manuel López Obrador con Trump y Joe Biden. Sheinbaum tiene que seguirla usando.