Al cierre de este texto Trump anunció que aplicará tarifas a partir de este martes, y aparentemente al tope de 25%, el peor de los escenarios. Solo podremos confirmarlo una vez que suceda, dados sus cambios de humor. Pero no tengo dudas que ahora o más tarde habrá de aplicarlas. Y lo hace por muchas razones, algunas de ellas de fondo, otras absolutamente banales. Entre las primeras, la convicción de Trump de que necesita los recursos fiscales que va a extraer de este gravamen; sueña que podrá bajar los impuestos de los ciudadanos gracias a los ingresos que recibirá por las tarifas. Entre las segundas, las motivaciones banales, porque un narcisista se hace adicto a los reflectores. Durante seis semanas Trump se ha sentido dueño del universo al mantener en vilo a todos con sus baladronadas sobre Groenlandia, el Canal de Panamá, la franja de Gaza, la humillación a Ucrania, las tarifas. Puedo imaginarme al presidente observando la entrega de los premios Oscar este domingo con un dejo de resentimiento por no ser el centro de atención de una ceremonia vista por tantos millones. El desafío para Trump es cómo mantener la euforia, la adrenalina que ha experimentado durante sus primeras semanas. Sacudir al mundo una y otra vez, requiere de golpes mediáticos crecientemente estridentes y temerarios. Gajes de la política espectáculo de la que quiere ser rey.
Pero la aplicación de tarifas tampoco tendría que ser el fin del mundo, a condición de asumir que podemos enfrentarlo. Daño habrá, como suele suceder con un tsunami o un huracán, pero hay márgenes para disminuir la magnitud de este daño.
1.- Negociar una versión moderada. La aplicación de tarifas no es todo o nada, ni de una vez y para siempre. Incluso si ahora son instaladas en su peor versión. De las tarifas, insisto, no nos vamos a salvar, pero la manera en que se apliquen hace una diferencia abismal para muchos empresarios, trabajadores y regiones en México. El verdadero impacto residirá en los matices: la magnitud (¿10%? ¿25%?), selectivas a unos cuantos productos o generalizadas, temporales o con carácter indefinido. México tendrá que seguir negociando, presionando si es necesario, para acotar estas tarifas. Se podrá debatir al infinito sobre los capos extraditados o entregados, pero si eso ayuda a negociar habrá ayudado a miles de mexicanos. La extorsión de la que estamos siendo objeto por parte de Washington no es justa ni legal, pero es una realidad y más vale actuar en consecuencia. Es resultado de nuestra geografía y de un modelo de integración que nos hace rehenes del buleador y más vale entenderlo de una vez. Frente a estos hechos consumados, el gobierno de Sheinbaum está en la obligación de actuar de cara a la realidad, como lo ha hecho y en función del bienestar de las mayorías.
2.- Respuesta. De confirmarse la versión drástica anunciada por Trump, ahora toca a México valorar la posibilidad de responder con “represalias” tarifarias que afecten a sectores cercanos a los intereses de Trump. Habrá que sopesar el equilibrio entre una negociación de buena fe y la necesidad de hacer ver que las agresiones comerciales unilaterales tendrán una respuesta. Aplicar tarifas a productos estadounidenses nos lastima, pero también a Washington. En algún punto tenemos que mostrar que hay un costo al abuso o de otra manera no hay límite por parte del agresor. Cuando te encañonan con una pistola estás obligado a ceder para intentar negociar, salvo cuando las exigencias se vuelven insostenibles y nos obliga a plantar cara y asumir las consecuencias. El gobierno tendrá que valorar exactamente en qué punto nos encontramos.
3.- Ganar tiempo y mantener una conversación abierta. Una respuesta firme no cancela una disposición amigable para negociar. Se dirá que ganar un mes más a cambio de ceder en algunas exigencias es un mal negocio para México, considerando que esto es una carrera de cuatro años. Pero no es así. El verdadero freno a Trump es la situación económica en Estados Unidos. Y esta comienza a dar signos de declinación. Su base social y política es muy vulnerable a la inflación que no solo determina el costo de la vida sino también el interés que cobran tarjetas e hipotecas de las que viven. Eso en la base; en la cumbre el indicador de referencia es el índice de la bolsa, cifra que Trump sigue aún con mayor ahínco que sus ratings de popularidad. Después de todo es el termómetro de la magnitud con la que la riqueza de los poderosos gana o pierde valor. Para consternación de Trump ambos, inflación y Wall Street, envían señales preocupantes. Paradójicamente, dice The Economist, no todo es culpa de Trump, porque es una tendencia que comenzaba a darse por el carácter pendular de los ciclos, pero es cierto que la incertidumbre provocada en los negocios por el nuevo gobierno comienza a acentuar esa caída. Las tarifas impactarán en el costo de la vida de los estadounidenses y las sacudidas que provocan en la economía de las empresas afectarán las cotizaciones de la bolsa. ¿Cuánto? Nadie lo sabe a cabalidad. Pero es evidente que hay un margen que Trump mismo no está en condiciones de cruzar.
4.- Reaccionar con responsabilidad. En el incendio de un cine o durante un altercado en las tribunas de un estadio las peores tragedias no proceden de la causa del incidente, el fuego o los golpes, sino de la reacción de la gente y la desesperación por escapar. El mundo se paralizó por meses durante la pandemia, la economía mexicana cayó casi 9% ese año, y sobrevivimos. Nada de lo que venga será peor que eso. Pero será más grave si los medios y las redes asumen actitudes catastrofistas y convierten el asunto en tragedia auto infligida. Las actitudes de pánico son la peor de las respuestas porque terminan convirtiéndose en la verdadera tragedia. Cabeza fría, estrategia y planes de contingencia son la clave, marcan la diferencia entre un periodo de vacas flacas y reacomodos en espera de tiempos mejores o de incurrir en riesgos de caídas en espiral. La reacción de México dependerá en mucho del gobierno, que está haciendo su parte. Pero también de empresarios, de los medios de comunicación, de la opinión pública, de los factores de poder e incluso de la oposición, que tendría que resistir la tentación de sacar raja haciendo hoyos en el bote en el que nos encontramos todos. Las crisis sirven para determinar realmente de qué estamos hechos.
5.- El plan B del largo plazo. Una cosa es evidente, México necesita ya replantearse la necesidad de disminuir la dependencia al mercado estadounidense que nos victimiza. Tema para otro texto.