México celebra funerales de Estado por el 500 aniversario del asesinato de Cuauhtémoc, último gobernante mexica. La presidenta mexicana recuerda que el perdón “engrandece a quien lo ofrece y a quien lo otorga”
La presidenta de México ha aprovechado la solemne ceremonia por los 500 años del ahorcamiento del último tlatoani (rey) de los mexicas, para insistir en el reclamo de perdón al Estado español por las atrocidades de la conquista. “Todavía hay tiempo, el perdón engrandece a quien lo ofrece y a quien lo otorga”, ha dicho Claudia Sheinbaum en el gran Zócalo de la capital mexicana. Ha reivindicado también la memoria histórica para acabar con el racismo como jerarquía social que impuso el periodo colonial. En un contexto complicado para el gobierno mexicano, que este jueves tuvo que extraditar a 29 narcotraficantes para cumplir con las exigencias de Donald Trump y evitar la imposición de aranceles, los discursos han invocado repetidamente la soberanía de México, la grandeza y la libertad de la patria.
La fecha del asesinato de Cuauhtémoc, capturado y torturado por las tropas de Hernán Cortés un 28 de febrero de hace 500 años, se ha cruzado oportunamente en la agenda política mexicana, cuyo gobierno sufre hoy una suerte de asedio por parte del presidente de Estados Unidos, quien no para de amenazar con la imposición de fuertes aranceles económicos a pesar de las cesiones que está haciendo Sheinbaum para evitarlos. Tampoco son los mejores días en la política interior, con una fuerte polémica porque la ley contra el nepotismo en los cargos públicos, que la presidenta llevó al Congreso, ha sido aplazada hasta 2030 por la oposición de los aliados del Gobierno y cierta complacencia de altas figuras de su propio partido. De modo que el homenaje a Cuauhtémoc, ha servido a Sheinbaum para envolverse en la bandera y la patria, la libertad y la soberanía, recursos que últimamente le han proporcionado un apoyo cerrado de su pueblo contra los embates estadounidenses.
La caja de los truenos sigue abierta entre México y España desde que el anterior presidente, Andrés Manuel López Obrador, solicitó a Felipe VI un perdón público por los desmanes cometidos en la conquista y posterior época colonial, un reclamo que no recibió respuesta alguna por parte del monarca y que ocasionó una quiebra diplomática entre ambos países que reverdece de tarde en tarde con nuevos agravios y declaraciones. Aunque las relaciones no están pausadas entre los gobiernos, que mantienen fuertes lazos económicos y de hermandad entre sus pueblos, este asunto no deja de recordarse en México, hasta el punto de que el rey español no fue invitado a la proclamación de Sheinbaum como presidenta el pasado 1 de octubre. Las interpretaciones históricas sobre la necesidad de ese perdón no dejan de sucederse a un lado y otro del Atlántico.
En la conferencia matutina de este viernes, la presidenta mexicana ya anunció que en los actos previstos después en el Zócalo haría de nuevo alusión al asunto, desviando por un momento las miradas de la prensa, que están centradas en el conflicto con Estados Unidos y la política interna. Trump, que había concedido otra prórroga en los aranceles comerciales hace unos días se ha desdicho horas después, sin que por el momento haya servido en las negociaciones la extradición de 29 capos del crimen encarcelados en México, que han sido entregados a Estados Unidos, entre ellos un anciano Rafael Caro Quintero, pieza codiciada desde 1985, cuando, bajo las órdenes del capo, se torturó y asesinó a Kiki Camarena, un agente de la DEA estadounidense infiltrado en el cartel de Guadalajara.
En paralelo a las tensas negociaciones con Estados Unidos, la presidenta Sheinbaum ha hecho valer estos días la irrenunciable soberanía mexicana y el acto de este viernes brindaba las mejores condiciones para ello. Con lujo de taconeo militar y dramatizaciones indígenas, se ha celebrado el homenaje al huey tlatoani Cuauhtémoc, el gobernante que defendió la ciudad mexica, hoy capital de la República, de los invasores españoles y su acompañamiento de guerreros tlaxcaltecas. Tlaxcala es hoy uno de los Estados mexicanos, pero en aquel entonces estaba fuertemente oprimido por los mexicas que reinaban en Tenochtitlan, de ahí que apoyaran a Hernán Cortés en su invasión.
Los fastos por la muerte de Cuauhtémoc, que coinciden con los 700 años de la fundación de la ciudad, han contado con los representantes de las más altas instituciones del país, así como el gabinete de Gobierno al pleno y otras autoridades. La jefa de Gobierno de la ciudad, Clara Brugada, ha recordado la resistencia de los pueblos originarios de la zona contra el invasor y se han leído discursos, recitado poemas y cantado una ópera en idiomas prehispánicos. La exaltación del nacionalismo podía leerse en clave política en unos días en que el ataque a la economía y la soberanía del país llega con fuerza desde Estados Unidos.
