El impuesto a la importación de esa materia prima se añadiría a los aprobados para el aluminio y el acero
Miguel Jiménez
Nueva vuelta de tuerca de Donald Trump en su escalada proteccionista por la vía de nuevos impuestos a la importación. El presidente de Estados Unidos ha aprobado este martes un decreto para investigar el mercado del cobre e imponer aranceles. No hay todavía una tarifa arancelaria fijada ni un plazo establecido, aunque el decreto da 270 días al secretario de comercio para presentar un informe con los resultados de la investigación. La Casa Blanca alega razones estratégicas y de seguridad nacional para estudiar medidas proteccionistas….
La medida sigue a los aranceles del 25% anunciados para el aluminio y el acero entre las materias primas. Trump prevé también impuestos cercanos al 25% a la importación de coches, productos farmacéuticos y semiconductores, entre otros productos. En paralelo, Estados Unidos ha aprobado aranceles a sus principales socios comerciales y amenaza con ponerlos a todo el mundo, aunque con una implantación algo caótica de sus medidas que está generando incertidumbre y desconcierto y puede lastrar la economía estadounidense y la mundial.
“Al igual que nuestras industrias del acero y el aluminio, nuestra gran industria estadounidense del cobre ha sido diezmada por actores globales que atacan nuestra producción nacional”, ha señalado el secretario de Comercio, Howard Lutnick. “Para reconstruir nuestra industria del cobre, estudiaré la imposición de posibles aranceles. Los aranceles pueden ayudar a reconstruir nuestra industria estadounidense del cobre, si es necesario, y a fortalecer nuestra defensa nacional. Las industrias estadounidenses dependen del cobre, y este debe fabricarse en Estados Unidos, sin exenciones ni excepciones. Estados Unidos primero crea puestos de trabajo y protege nuestra seguridad nacional. Es hora de que el cobre vuelva a casa”, ha añadido.
La investigación que se pone en marcha será muy amplia. Se estudiarán las importaciones de cobre en todas sus formas, incluyendo cobre en bruto, concentrados de cobre, cobre refinado, aleaciones de cobre, chatarra de cobre y productos derivados.
Se evaluará la demanda actual y prevista de cobre en los sectores de defensa, energía e infraestructuras críticas de Estados Unidos, la medida en que la producción, fundición, refinado y reciclaje nacionales pueden satisfacer la demanda; el papel de las cadenas de suministro extranjeras, en particular de los principales exportadores, en la satisfacción de la demanda nacional; la concentración de las importaciones en un pequeño número de proveedores y los riesgos asociados; el impacto de los subsidios gubernamentales extranjeros, el exceso de capacidad y las prácticas comerciales predatorias en la competitividad de la industria estadounidense; la viabilidad de aumentar la capacidad nacional de extracción, fundición y refinado de cobre, y si son necesarias medidas como aranceles o cuotas para proteger la seguridad nacional. En un plazo de 270 días, Lutnick presentará un informe al presidente con sus conclusiones y recomendaciones.
Peter Navarro, asesor de Trump en la Casa Blanca en asuntos económicos y comerciales, ha apuntado directamente a China como principal riesgo, aunque los aranceles podrían acabar perjudicando sobre todo a Chile, México y Canadá. “China ha utilizado durante mucho tiempo el exceso de capacidad industrial y el dumping como arma económica para dominar los mercados, socavando sistemáticamente a sus competidores y sacando del negocio a las industrias rivales mediante la concesión de subvenciones masivas a industrias clave, inundando los mercados internacionales con productos a precios inferiores a los costes de producción y consolidando el control una vez que los competidores colapsan”, ha dicho Navarro en una llamada con periodistas.
“China ha logrado expandir su influencia económica en sectores que van desde el acero y el aluminio hasta los paneles solares y los vehículos eléctricos. Ahora está utilizando ese mismo modelo para hacerse con el control de los mercados mundiales del cobre”, ha añadido.
Un alto cargo de la Administración de Trump ha señalado a los periodistas bajo condición de anonimato que el cobre es clave para la “seguridad nacional, competitividad económica y resiliencia energética” de Estados Unidos. La investigación sobre el mercado del cobre se abre en función del artículo 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962, que permite al presidente limitar las importaciones si amenazan la seguridad nacional. Afectará tanto a la materia prima bruta como a los productos refinados.
“A mediados de siglo, Estados Unidos era el mayor productor y consumidor de cobre recién extraído, en contraposición al cobre reciclado. Además, las empresas estadounidenses representaban la mayor parte de la producción de las minas de cobre de Sudamérica. Así que los estadounidenses controlaban en realidad alrededor del 45 % de la producción”, ha dicho el alto cargo, lamentándose de la pérdida de peso de Estados Unidos en un mercado que, en realidad, aporta poco valor añadido. “Ahora hemos bajado al 18% aproximadamente. Si tenemos en cuenta la producción de las minas y las refinerías, Estados Unidos produce una cantidad que solo representa el 28% de lo que produce Chile y el 14% de lo que produce China”, ha añadido.
El decreto firmado por Trump indica que el cobre es un material crítico esencial para la seguridad nacional, la fortaleza económica y la resiliencia industrial de Estados Unidos. El cobre, la chatarra de cobre y los productos derivados del cobre desempeñan un papel vital en aplicaciones de defensa, infraestructura y tecnologías emergentes, como la energía limpia, los vehículos eléctricos y la electrónica avanzada. Según el texto, Estados Unidos se enfrenta a importantes vulnerabilidades en la cadena de suministro de cobre, con una creciente dependencia de fuentes extranjeras para el cobre extraído, fundido y refinado.
Estados Unidos tiene amplias reservas de cobre, pero su capacidad de fundición y refinado está muy por detrás de la de sus competidores mundiales. China domina la fundición y el refinado de cobre a nivel mundial, controlando más del 50% de la capacidad de fundición mundial y poseyendo cuatro de las cinco mayores instalaciones de refinado. “Este dominio, junto con el exceso de capacidad mundial y el control de las cadenas de suministro mundiales por parte de un solo productor, supone una amenaza directa para la seguridad nacional y la estabilidad económica de Estados Unidos”, dice el decreto.