La misiva representa una trampa para la presidenta Sheinbaum.
Es un individuo que toda su vida se dedicó a violar la ley. Hoy, sin embargo, pide la protección de la ley.
Me refiero a Ismael El Mayo Zambada, uno de los jefazos del Cártel de Sinaloa.
Difícil saber a cuántas personas asesinó u ordenó asesinar, pero me atrevo a decir que a decenas. Sin duda, también fue autor intelectual de otros tantos secuestros y actos de tortura. Quién sabe a cuántos políticos, policías y militares sobornó y corrompió. Simple y sencillamente era el líder de una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo.
Lo suyo fue una vida en la ilegalidad. Hoy, que está preso en Estados Unidos, demanda que se le respeten sus derechos.
Y tiene razón.
Como todo mexicano, es, para empezar, inocente hasta que se compruebe lo contrario en un tribunal de justicia. El Mayo Zambada, por más que sea la personificación del mismísimo demonio, tiene derecho al debido proceso judicial.
Estados Unidos ya lo violó al haberlo secuestrado y extraído de territorio mexicano sin que haya habido un juicio de extradición de por medio. Un día lo agarraron en Sinaloa, lo volaron a Texas y entró a ese país sin pasaporte ni visa. Paradójicamente, es un migrante indocumentado que debía ser deportado ahora que la administración de Trump está obsesionada con hacer lo mismo con millones de indocumentados en el vecino del norte.
Pero no fue el gobierno de Trump el que realizó esta acción unilateral sin consultar ni solicitar la participación del gobierno mexicano. No, fue la administración de Biden que, calladita, extrajo ilegalmente al Mayo de su país.
Como su detención no fue a través de un juicio de extradición, Zambada puede enfrentar la pena capital en Estados Unidos. Ésta es la ficha más importante que tiene el Departamento de Justicia de ese país para negociar con él. Si decide cooperar con las autoridades estadunidenses y revelar las toneladas de información que tiene, podrían condonarle la pena de muerte.
Esto es lo que quiere evitar El Mayo. En la carta que envió a las autoridades mexicanas la semana pasada, Zambada dice que “si el gobierno de México no actúa, seré condenado a pena de muerte sin lugar a ninguna duda y, además, esto constituirá un precedente peligroso que permitiría que en cualquier momento cualquier gobierno extranjero pudiera, de manera impune, violentar nuestro territorio y soberanía”.
Tiene razón. Lo que solicita es que lo repatrien para enfrentar aquí a la justicia.
Y no tan veladamente amenaza: México “debe intervenir a fin de que el presente asunto no resulte en un colapso en la relación bilateral entre ambos países, puesto que no se debe de perder de vista la irregular e ilegal manera en que el suscrito fui puesto a disposición de las autoridades de los Estados Unidos”.
¿Colapso?
¿Qué revelaría el jefe del Cártel de Sinaloa como para visualizar la destrucción de las relaciones entre México y Estados Unidos?
La misiva representa una trampa para la presidenta Sheinbaum.
Por un lado, como jefa del Estado, tiene que defender los derechos de los ciudadanos mexicanos. Es inaceptable que un gobierno extranjero venga a territorio nacional, extraiga ilegalmente a una persona, la juzgue en ese país y la amenace con la pena capital. No se justifica violar la soberanía y las leyes de México por más que el inculpado sea El Mayo. Si lo aceptamos, mañana pueden hacer lo mismo con cualquier mexicano.
Por otro lado, si Sheinbaum se pone a defender los derechos de Zambada, se incrementa la verosimilitud de que existe una alianza del crimen organizado con los gobiernos de Morena, algo que ya es parte del credo trumpista.
Así lo resumió con puntualidad Héctor Aguilar Camín ayer en Milenio: “La contradicción se cuenta sola: ¿un alegato de legalidad y soberanía nacional en defensa del crimen?”.
Resolver este entuerto no está nada fácil para la Presidenta. Tiene que hilar muy fino en esta trampa o contradicción, como quiera llamársele.
Estados Unidos no va a regresar a Zambada a México. El gobierno de allá le va a sacar todo el jugo que pueda a este asunto. No todos los días se tiene preso al Capo di tutti capi del Cártel de Sinaloa.
Peor aún, ahora es el líder de una organización terrorista internacional, de acuerdo con los nuevos parámetros de la administración Trump: la versión sinaloense de Bin Laden. Es más, si por alguna razón regresara a México, con la nueva designación terrorista, al Mayo lo podría asesinar un comando de las fuerzas armadas estadunidenses en pleno territorio nacional, tal como hicieron con el líder de Al Qaeda en Paquistán.