Según funcionarios, los cruces disminuyeron durante las primeras semanas de Trump en el cargo.
EL TIEMPO
Era otro día de la emergencia nacional declarada por el Presidente Donald J. Trump en la frontera suroeste, y no había ningún migrante a la vista afuera de Nogales, Arizona. Teresa Fast, una agente de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, recorría en camioneta los caminos de tierra, pasando junto a otros agentes apostados en el desierto. Sus radios estaban en silencio.
“En este momento, en el campo, realmente no tenemos nada qué hacer”, dijo.
En su primer día en el cargo, Trump afirmó que sólo una declaración de emergencia podría detener la “invasión” a lo largo de la frontera. Entonces destacamentó tropas para ayudar a repeler a los migrantes, envió agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas a “ciudades santuario” y abrió una ciudad de tiendas de campaña en la base militar en la Bahía de Guantánamo, Cuba —todo en aras de defender una frontera que se percibe más tranquila que en años.
Un aumento récord en la migración durante la Administración Biden había disminuido en gran medida después de que el Presidente Joseph R. Biden Jr. restringió el asilo en la frontera en junio. Los cruces disminuyeron aún más durante las primeras semanas de Trump en el cargo, dicen funcionarios y grupos de ayuda, cuando cerró las puertas a los solicitantes de asilo y ordenó deportaciones y una extensa represión dentro del País.
En el sur de Texas, los refugios que albergaban a decenas de migrantes justo antes de que Trump asumiera el cargo ahora están reducidos a unas cuantas familias. Un refugio en McAllen dijo que su población había caído a aproximadamente 9 a fines de enero, contra 97 el 20 de enero. En San Antonio, un refugio operado por Caridades Católicas planea cerrar sus puertas por completo por la falta de recién llegados.
Junto al Río Bravo en Eagle Pass, unos 250 kilómetros al oeste de San Antonio, tropas de la Guardia Nacional de Texas vigilaban a lo largo de la frontera cerca de un perro callejero el 20 de enero, día de la toma de posesión. Mientras el perro flojeaba en el suelo, un guardia imaginaba nuevas misiones para aliviar el aburrimiento.
“La certeza del arresto y la deportación es un gran factor de cambio”, dijo Sean McGoffin, el agente titular de la Patrulla Fronteriza de EU en Tucson, Arizona.
Los funcionarios fronterizos en Arizona dijeron que los migrantes habían dejado de entregarse en masa, con la esperanza de solicitar asilo o ser liberados en el País. Ahora, dijeron, la mayoría de los que cruzan ilegalmente intenta evitar ser detectado atravesando cañones y subiendo traicioneros senderos de montaña.
Antes del amanecer una mañana en el sur de Arizona, Jane Storey, una voluntaria, manejaba hacia el muro cuando se topó con unos 30 migrantes. Estaba helando, y se apiñaron alrededor del auto de Storey cuando ella abrió la cajuela para darles agua.
En su mayoría eran hombres del sur de Asia y dijeron que tenían unos seis meses de estar viajando. Algunos no se habían dado cuenta de cuánto habían cambiado las políticas de inmigración de EU. Otros dijeron que aún valía la pena correr el riesgo de cruzar.
Santos Paxtor Pelicó, de 15 años, salió de Guatemala el día de la toma de posesión, con la esperanza de reunirse con su abuelo en Los Ángeles y conseguir trabajo para mantener a sus cuatro hermanos menores en casa. Sabía que Trump ahora era Presidente. Pero mientras esperaba este día que los agentes de la Patrulla Fronteriza lo recogieran, dijo que no estaba seguro de lo que eso significaba para sus sueños estadounidenses.