A cambio de 5 mil dólares, llevaba a los traficantes de migrantes a zonas vulnerables o sin cámaras de video del muro fronterizo. “Cambió su integridad por dinero y cocaína”, dijo el juez.
Laura Sánchez Ley
Fue un informante quien le llevó la noticia al gobierno de Estados Unidos: un agente de la Patrulla Fronteriza esa noche armaría un tour por la valla que divide México con el país de las barras y las estrellas en Tijuana. Y no sería un paseo recreativo.
El agente Héctor Hernández, un hombre mayor de cabello canoso, soñaba con jubilarse, pero antes de hacerlo decidió armar un negocio: El de guía de coyotes por la frontera.
El agente de la Border Patrol llevó repetidamente a traficantes de personas –la mayoría, mexicanos– a un recorrido por la línea divisoria entre ambos países, mostrándoles los mejores lugares para introducir migrantes.
¿Cuál era su modus operandi?
MILENIO obtuvo documentos, fotografías y hasta cartas que revelan que Hernández además proporcionó información sobre la ubicación de dispositivos de monitoreo y cámaras, datos que sólo gente como él conocía después de tantos años al interior de la agencia que se supone cuida la seguridad fronteriza de esa nación.
Este servidor público se alquilaba a precio módico: sólo cinco mil dólares (unos 100 mil pesos) por tour e ingreso.
Casos como el de Hernández evidencian que incluso agentes de inmigración han sido cómplices de traficantes de personas –coyotes– y de drogas –narcos–; además de que la corrupción ha permeado hasta muy altos niveles gubernamentales de ese país.
“Conspiró con los mismos criminales que estaba encargado de investigar. Proporcionó a los traficantes información que expuso la frontera y nuestro país a posibles amenazas”, reconocieron fiscales estadunidenses en un juicio que se llevó a cabo el año pasado.
Coyote’s tour: ¿En qué consistían?
El pitazo para desnudar esta situación vino de una fuente confidencial, de esas que andan infiltradas en el campo. El 29 de marzo de 2023, investigadores que trabajaban para el Departamento de Seguridad Nacional fueron informados que integrantes de una organización de tráfico de personas se reunirían con un agente de la Patrulla Fronteriza.
El informante lo único que sabía es que al agente lo llamaban El Héctor y que el primer encuentro se llevaría a cabo en un Starbucks de San Diego, en California.
Pasó la ubicación exacta de la reunión y ahí llegaron los investigadores del NSD, pero había un problema: no sabían con exactitud quién era, cómo lucía el agente. Sin embargo, corrieron con suerte, pues a gritos un empleado del establecimiento mencionó su nombre para entregarle su vaso de café.
El informante confidencial describió que esa misma tarde el policía de la Patrulla Fronteriza lo llevó a un recorrido por la frontera entre los dos países y fue ahí donde se sinceró: trabajaba en los turnos de medianoche y podía abrir vallas restringidas para permitir el ingreso de migrantes desde el lado de Tijuana, Baja California.
Pero había que confirmar el pitazo. Unas semanas después, el 5 de abril de 2023, el agente de la Patrulla Fronteriza tuvo otro encuentro en un restaurante llamado Broken Yolk. El objetivo de esta reunión era finalmente cerrar acuerdos de pago.
Sin embargo, el agente Hernández les dijo que el mejor lugar para coyotear gente era en la puerta Britannia, un punto en medio de la nada entre las dos garitas internacionales que hay en Tijuana.
La explicación del agente fue que en esa zona no había cámaras, por lo que podría abrir una puerta restringida para que los migrantes ingresaran como agentes fronterizos, con el mismo nivel de seguridad que otorgan las puertas oficiales.
Por la puerta grande
El 10 de abril de 2023, a las 23:30 horas, el agente Hernández llevó a un coyote. Sólo que para su desgracia era — ni más y menos— el infiltrado del Departamento de Seguridad estadunidense. En el audio de ese día se escucha cómo el agente fronterizo le pide en inglés a otro compañero que lo cubra en su puesto de vigilancia.
Hernández se trasladó a la puerta Britannia, en uno de las camionetas de la Patrulla Fronteriza, las mismas que históricamente han cazado migrantes. El agente descendió del vehículo y abrió la puerta restringida del muro fronterizo. Una vez que el supuesto coyote confirmó el acceso, se reunió con el agente al otro día para entregarle su pago.
Este tipo de cruces exitosos hicieron que el agente fronterizo se volviera adicto al dinero fácil; empezó a comunicarse con miembros de la organización de tráfico de personas en varias ocasiones, les preguntaba si podían hacerlo nuevamente.
Había que ganar más dinero. “Puedo ser útil para más cruces exitosos”, les dijo e incluso dio recomendaciones para distraer a otros policías fronterizos.
Otro agente encubierto se unió al caso, fue introducido precisamente por la fuente que les había dado el pitazo inicial. Fue presentado como otro coyote con el que se podía trabajar para pasar a más migrantes por esa puerta “segura”.
El 2 de mayo de 2023, el agente encubierto y él coordinaron un nuevo acceso a través de la frontera. A las 22:32 horas, mientras Hernández estaba de servicio, bajó de su vehículo oficial y abrió la puerta, creyendo que le permitiría a un extranjero no autorizado ingresar a Estados Unidos.
Para él todo iba bien, pues al siguiente día le entregaron 5 mil dólares como pago. Esa noche llevó a su esposa a cenar a un restaurante de la cadena Cheesecake Factory.
El agente abrió varias veces la puerta durante ese mayo. Y seguía recibiendo sus pagos de 5 mil dólares en efectivo. Incluso se animó a abrir otra puerta cercana, una que los agentes conocen como “la del cactus”.
Pero su propio gobierno le puso una trampa de la que no pudo escapar. Sus nuevos contactos le ofrecieron acercar metanfetaminas, al muro fronterizo, que él mismo tendría que entregar a cambio de 21 mil dólares.
El 9 de mayo los agentes de la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) colocaron 10 kilogramos de metanfetamina falsa, una libra real de ese tipo de droga y un rastreador en una bolsa, y la colocaron cerca de un desagüe pluvial adyacente a la puerta Britannia.
En el expediente se anexan fotografías de la famosa puerta y apenas puede distinguirse un muro color rojo sangre que corta los matorrales de la zona. Y varios kilómetros más allá se distingue un lejano cerro. Por eso era tan fácil para Hernández hacer negocios con los coyotes.
La caída del agente aduanal
Hernández —finalmente— fue arrestado en esa semana de mayo, afuera de un local de Jack in The Box. No se resistió. En un registro que hicieron en su casa unas horas después encontraron 131 mil dólares que había ganado en pocas semanas, dejándose corromper y dando tours a los coyotes.
“Juró proteger a nuestra nación de los criminales y salvaguardar nuestras fronteras. En cambio, violó su juramento solemne y cambió su integridad y fidelidad por dinero y cocaína. Ha empañado su propia reputación, así como la imagen pública de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos”, dice un documento de la Corte de California.
La Fiscalía pidió al juez sentencias severas, al argumentar que sería ejemplo para otros que quisieran seguir su ejemplo. Los agentes encargados de salvaguardar ese país deberían saber que si traicionan su juramento y violan la confianza depositada en ellos, enfrentan consecuencias significativas.
Antes de ser sentenciado, toda la familia del agente Hernández envió cartas sentidas para intentar rebajar la pena. Algunas fueron escritas en español y firmadas por alguno de sus siete hijos, su esposa y sus hermanos.
Fotografías lo muestran con sus hijos en los hombros, en un collage de imágenes en las que se lee: “Somos familia”, acompañados de unos padres muy viejos en un sillón, con sus nietos, todos con sombreros y suéteres navideños. Contrastan muchísimo con la imagen de un hombre que hacía tours para traficantes de personas.
“Esta carta la escribo para que conozcan un poco al verdadero Héctor S. Hernández, mi hermano. La voy a escribir dirigida a él porque me lo imagino aquí, frente a mí y quiero decirle todo lo que siento y llevo dentro”, dice una de las misivas al juez. “Su trabajo era lo máximo para él, siempre arriesgando su vida para proteger a su país, su lema siempre fue ‘si a mi casa no dejo entrar a extraños, no voy a dejar que extraños entren a mi país”.
Al final, si se cotejan las evidencias, a Héctor no le importó mucho su propio lema.
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